Yubia Amaya, investigadora de la Facultad de Medicina de la UNAM, ha desmentido uno de los mitos más comunes en torno a la salud femenina: la creencia de que no tener hijos afecta negativamente a la salud de las mujeres. En un análisis exhaustivo basado en evidencia científica, Amaya afirma que no hay una asociación clara entre la falta de hijos y un mal estado de salud.
La evidencia detrás del mito
Amaya explica que, aunque tradicionalmente se ha señalado a las mujeres sin hijos como propensas a una salud deteriorada, este argumento no se sostiene con evidencia científica actual. Un estudio publicado en el Journals of Gerontology: Social Sciences en noviembre de 2019, titulado Childlessness and Health Among Older Adults: Variation Across Five Outcomes and 20 Countries, examinó esta relación en una muestra de 109,648 adultos mayores en 20 países, incluido México.
Los resultados de esta investigación no encontraron una asociación consistente entre la falta de hijos y un mal estado de salud en ninguna de las poblaciones analizadas. “De hecho, en ocasiones se encontró mayor incidencia de depresión entre personas con hijos que entre aquellas que no los tienen”, señala Amaya. Según la investigación, esto podría estar relacionado con la calidad de las relaciones familiares y el entorno socioeconómico.
Factores laborales y la “revolución de género incompleta”
Más allá de la salud física, Amaya también destaca cómo las presiones laborales y sociales influyen en la decisión de las mujeres de tener o no tener hijos. Menciona el concepto de la “revolución de género incompleta”, que describe cómo, aunque las mujeres han logrado altos niveles de profesionalización, aún se enfrentan a barreras que les obligan a elegir entre su carrera y la maternidad.
“En muchos sectores laborales, especialmente en profesiones de alta especialización como la medicina, es mal visto que las mujeres se embaracen mientras realizan maestrías, doctorados o especializaciones”, explica Amaya. De hecho, aún hay empresas que exigen a las mujeres firmar contratos en los que se comprometen a no embarazarse durante ciertos años. Este tipo de prácticas limitan la capacidad de las mujeres para equilibrar su vida personal y profesional, obligándolas a postergar la maternidad o incluso a renunciar a ella.
El estrés y los malos hábitos: un impacto en la fertilidad
Amaya también subraya cómo los hábitos de vida modernos, como el estrés crónico y una mala alimentación, están afectando tanto a hombres como a mujeres en términos de fertilidad. “Vivimos bajo altos niveles de estrés que repercuten en nuestra salud reproductiva. El cortisol elevado afecta no solo a las mujeres, sino también a los hombres, disminuyendo la calidad de los óvulos y los espermatozoides”, señala la investigadora.
Además, la mala alimentación, el consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias, junto con la presión social que experimentan los hombres para formar una familia, también contribuyen a la infertilidad masculina. “Durante años se culpó a las mujeres por los problemas de fertilidad, pero hoy sabemos que el problema es compartido: la infertilidad se reparte 50-50 entre hombres y mujeres”, agrega Amaya.
Voluntario o involuntario: la diferencia clave
Amaya subraya la importancia de distinguir entre la decisión voluntaria e involuntaria de no tener hijos. “Hay quienes eligen deliberadamente no tener hijos por diversas razones personales o profesionales”, comenta. En otros casos, las circunstancias externas, como problemas de fertilidad o la pérdida de un hijo, impiden la procreación. Ambos grupos, sin embargo, presentan comportamientos de salud similares.
En su revisión de la literatura, encontró que no existe una relación directa entre no tener hijos y padecer enfermedades crónicas, como hipertensión, diabetes o depresión.
Factores sociales y culturales en la salud reproductiva
En su investigación, Amaya encontró que en países como Suecia, el 16.3% de los adultos optan por no tener hijos, mientras que en México solo el 4.4% elige esta opción. La doctora atribuye esta diferencia a factores culturales, sociales y económicos, así como al acceso a métodos anticonceptivos y las oportunidades de desarrollo profesional para las mujeres.
“Una de las barreras para que las mujeres decidan tener hijos es la falta de apoyo para una paternidad activa y la discriminación laboral”, añade Amaya.
La salud como prioridad
En conclusión, Yubia Amaya afirma que la clave para una buena salud no reside en la maternidad, sino en el autocuidado y la salud integral. “Mi conclusión es que decidir tener o no tener hijos no influye directamente en la salud. Lo importante es la decisión de cuidar o no cuidar la propia salud a largo plazo”, subraya. Así, tanto hombres como mujeres deben enfocarse en mantener un estilo de vida saludable, independientemente de su decisión de ser o no padres.
Ideas destacadas:
- No existe evidencia científica que demuestre que la falta de hijos afecta negativamente la salud de las mujeres.
- La discriminación laboral y el estrés impactan en la fertilidad de hombres y mujeres.
- Un estudio internacional encontró que la decisión de no tener hijos no se asocia con un mal estado de salud.