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Mujeres mexicas: el papel invisible en la economía del imperio

Cuando se habla de la economía mexica, la atención suele centrarse en los tributos recolectados por los tlatoanis, en las rutas comerciales dominadas por los pochtecas o en la complejidad del trueque en los tianguis de Tlatelolco. Pero hay un factor poco abordado en la narrativa oficial: las mujeres. No solo desempeñaron un papel esencial en la producción y distribución de bienes, sino que fueron un engranaje fundamental en la estructura económica de su sociedad. Sin embargo, su aportación ha permanecido en segundo plano, invisibilizada por los relatos centrados en la esfera política y militar.

Mujeres pipiltin con distintos adornos en sus vestidos. Códice Florentino, 1979, lib. VIII, cap. XIV, párr. VIII:fol. 279r 

La idea de la mujer mexica como un ser relegado al hogar es una simplificación errónea. Si bien el sistema de clases y género imponía roles diferenciados, esto no significaba pasividad. Las mujeres de todos los estratos tenían funciones bien definidas dentro de la economía, ya fuera desde el hogar, el mercado o las grandes casas señoriales. Hilaban, tejían, comerciaban, cultivaban y curaban, actividades que sostenían el funcionamiento del imperio, aunque rara vez se les reconociera su relevancia.

Este tema fue abordado en la conferencia Las mujeres mexicas y su participación económica en la sociedad, impartida por la Dra. Miriam López Hernández el 18 de marzo de 2025. La doctora, especialista en historia mesoamericana y estudios de género, destacó la relevancia de la mujer en la economía prehispánica y desmontó el mito de su supuesta inactividad.

La columna vertebral de la producción: el textil como tributo y moneda

Uno de los aportes económicos más significativos de las mujeres mexicas fue la producción textil. En la sociedad mexica, las mantas de algodón no eran solo vestimenta, sino también un medio de intercambio económico. Se usaban para el pago de tributo, funcionaban como moneda y eran esenciales en el comercio y la diplomacia.

Las mujeres de todas las clases sociales estaban involucradas en esta actividad. Las macehualtin (gente del pueblo) confeccionaban textiles para sus familias y para el tributo, mientras que las mujeres nobles supervisaban la producción de telas más elaboradas en los palacios. A las niñas se les enseñaba a tejer desde pequeñas, pues era un conocimiento imprescindible en su formación.

Los registros indican que Tenochtitlán recibía anualmente alrededor de dos millones de mantas de algodón como tributo. Estas no solo eran necesarias para la vestimenta, sino que también se usaban para pagar deudas, comprar productos y saldar apuestas. De hecho, el robo de mantas era considerado un delito grave, castigado con la esclavitud.

El mercado: dominio femenino

El tianguis de Tlatelolco era el corazón comercial de la región y, según crónicas coloniales, muchas de las comerciantes eran mujeres. Vendían productos básicos como tortillas, tamales, frijoles y guisados, pero también textiles, hierbas medicinales y plumas. En un mundo donde la movilidad femenina estaba restringida, el mercado era un espacio donde las mujeres tenían mayor independencia económica.

Algunas mujeres llegaban a convertirse en tratantes de mercancías a gran escala, aunque no realizaban los viajes largos que hacían los pochtecas. En su lugar, encomendaban sus bienes a comerciantes experimentados, quienes negociaban por ellas. Esta estrategia les permitía incrementar sus ingresos sin exponerse a los riesgos de las travesías.

Más allá del hogar: curanderas, parteras y sacerdotisas

Además del comercio y la producción textil, las mujeres mexicas desempeñaban oficios especializados. Existían curanderas expertas en el uso de hierbas medicinales, parteras que asistían en los nacimientos y adivinas que utilizaban técnicas como la lectura del maíz para predecir el destino.

En el ámbito religioso, las sacerdotisas tenían un rol activo en los templos. Se encargaban de mantener el fuego sagrado, realizar ofrendas e hilar y tejer las ropas destinadas a los dioses. Aunque su poder no se equiparaba al de los sacerdotes varones, su participación era fundamental para el funcionamiento del culto.

El tabú de la mujer guerrera y el poder simbólico de la sexualidad

A diferencia de otras civilizaciones mesoamericanas, la guerra en la sociedad mexica estaba reservada casi exclusivamente para los hombres. Sin embargo, hay registros de episodios donde las mujeres jugaron un papel crucial en momentos de crisis.

Uno de los eventos más curiosos ocurrió durante la guerra entre Tenochtitlán y Tlatelolco en el siglo XV. Cuando la derrota era inminente, las mujeres tlatelolcas se desnudaron y salieron al campo de batalla, gritando y esparciendo su leche materna. Algunos historiadores sugieren que este acto fue una estrategia para desconcertar al enemigo; otros creen que apelaba a la creencia en el poder simbólico de la sexualidad femenina.

Las mujeres mexicas no empuñaban las armas, pero entendían la influencia que podían ejercer en la guerra, ya fuera a través del caos simbólico o del apoyo logístico. En las campañas militares, acompañaban a los guerreros como cocineras y proveedoras de bienes, asegurando la supervivencia del ejército en el campo de batalla.

A lo largo de los siglos, la participación económica de las mujeres mexicas ha sido subestimada, eclipsada por relatos que privilegian la figura del guerrero y del gobernante. Pero su papel en la producción textil, el comercio y la medicina demuestra que fueron un pilar fundamental de su civilización.

Hoy, en el Año de la Mujer Indígena, revisitar su legado es un ejercicio de justicia histórica. Muchas de sus prácticas han sobrevivido en comunidades indígenas actuales, donde las mujeres siguen tejiendo, vendiendo en los mercados y ejerciendo la medicina tradicional. Su influencia no es solo parte del pasado: sigue latiendo en la identidad mexicana, esperando ser reconocida en toda su magnitud.