Los gatos son animales que nos provocan un profundo misterio. Aunque han convivido con nosotros durante más de diez mil años, siguen siendo enigmáticos. A menudo se les considera antisociales, pero detrás de esta idea errónea se esconde un ser lleno de afecto, siempre y cuando se le trate con cariño.
Son criaturas inteligentes, afectuosas y repletas de cualidades que los convierten en compañeros excepcionales. Entre sus habilidades más destacadas se encuentran su visión nocturna, su agudo oído y su desarrollado sentido del olfato. Además, son capaces de aprender trucos (aunque tienden a aburrirse poco después de haberlos dominado), se adaptan con facilidad a espacios estrechos y tienen una gran capacidad para manipular su entorno a fin de conseguir lo que desean.
Otra de las características más sorprendentes de los gatos es su memoria, que juega un papel fundamental en su vida cotidiana. Desde recordar lugares y situaciones importantes hasta identificar a las personas con las que conviven, su capacidad para almacenar recuerdos es notable. Pero ¿cómo logran recordar los gatos?, ¿qué tipo de recuerdos conservan?
La Dra. Claudia Edwards Patiño, profesora de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, nos explica cómo funciona la memoria en los gatos, cómo desarrollan sus habilidades cognitivas y qué factores influyen en la forma en que almacenan los recuerdos.
El cerebro del gato
Antes de adentrarnos en el funcionamiento de su memoria, es fundamental entender cómo es el cerebro de los gatos. Pesa entre 25 y 30 gramos, lo que representa alrededor del 0.9% de su peso corporal total. A pesar de su tamaño, el cerebro de los gatos está altamente especializado para sus habilidades de caza, su agilidad y su percepción sensorial, e incluso contiene más neuronas que el de los perros (300 millones frente a 160 millones).
Su corteza cerebral, cerebelo y sistema límbico son fundamentales. La corteza es responsable de funciones como el pensamiento y la toma de decisiones, lo que permite procesar información con gran rapidez. El cerebelo, por su parte, regula el equilibrio, la coordinación y las habilidades motoras finas. El sistema límbico regula sus respuestas emocionales, tales como el miedo, la curiosidad o la agresión.
Así guardan sus recuerdos
La memoria del gato se divide en memoria a corto y largo plazo.
Debido a su tamaño, los gatos almacenan en su memoria a corto plazo información que les permite sobrevivir. Los datos que conservan son muy específicos y, a diferencia de los perros, no pueden concentrarse en todo su entorno. No obstante, su memoria a corto plazo dura 16 horas, mucho más que la de los canes, que alcanza apenas los dos minutos.
Gracias a ello, los gatos pueden recordar la ubicación de objetos o lugares, así como los patrones de comportamiento asociados con esos objetos. Distintos estudios han demostrado que la memoria a corto plazo les permite a los gatos hacer mapas de su territorio, lo que les ayuda a identificar de dónde provienen los sonidos de sus tutores.
Por otro lado, Edwards Patiño citó un artículo elaborado por la Universidad de Kioto, en Japón, donde se reveló que los gatos aprenden los nombres de otros gatos con los que conviven y también los de sus tutores. Este estudio mostró la inteligencia de los felinos, ya que, al presentarles imágenes de otros animales con nombres aleatorios, los gatos mostraban intriga y duda, evidenciando que lo que les decían no era preciso.
La memoria a largo plazo de los gatos guarda recuerdos de experiencias pasadas que les permiten adaptarse a situaciones futuras. Pueden recordar eventos o interacciones que les causaron placer, miedo o dolor (como una visita al veterinario). De igual manera, recuerdan aspectos positivos, como recibir cariño o ser alimentados de manera regular en un lugar. Estos recuerdos influyen en su comportamiento posterior.
En este proceso, el sistema límbico juega un papel crucial, ya que las emociones asociadas a ciertos eventos se almacenan en la memoria. “Por ejemplo, si una visita al veterinario no fue positiva, el gato asociará la transportadora con un evento desagradable y es probable que huya al verla. Esta capacidad de asociar hechos y objetos con emociones es un reflejo de su inteligencia”, comentó la experta de la FMVZ.
Edwards Patiño también destaca que uno de los métodos en que los gatos aprenden es por repetición y asociación. Si bien en su etapa de cachorro será más fácil enseñarles, también pueden aprender en su etapa adulta. Sin embargo, a diferencia de los perros, enseñarles requiere paciencia y motivación, como el uso de comida o su juguete favorito.
“Los gatos aprenden muy rápido y se les puede enseñar muchas cosas. Actualmente, yo trabajo con ellos y sus tutores para enseñarles qué hacer en caso de un sismo. Si se les enseña, pueden aprender toda una rutina y aplicar ese conocimiento en el futuro. Por eso es importante interactuar con ellos a diario y ofrecerles un ambiente enriquecido. El reto es encontrar la motivación adecuada, porque habrá ocasiones en las que no estén dispuestos, pero con paciencia, aprenden sin problema”, mencionó.

¿Se olvidan los recuerdos?
A partir de los siete u ocho años, los gatos comienzan a envejecer, y alrededor de los diez años, algunos presentan demencia senil. Para esa edad, las neuronas de su cerebro empiezan a morir, y aunque se reemplazan, ya no son suficientes. También pueden desarrollar el síndrome de disfunción cognitiva (SDC), similar al alzhéimer en humanos.
“En estas etapas, es necesario prestar atención a los signos de pérdida de memoria, ya que el gato podría olvidar cosas con mayor facilidad, como reconocer personas, lugares o hábitos. También podría hacer sus necesidades fuera de lugar, mostrarse desorientado, cambiar sus patrones de sueño o perder la habilidad para realizar tareas aprendidas”, explicó Edwards Patiño.
Los gatos son seres con una capacidad cognitiva fascinante. Su memoria, aguda y selectiva, les permite navegar el mundo con inteligencia y adaptabilidad. Aunque su mente puede debilitarse con los años, mientras están en plenitud, son capaces de recordar y aprender. Quizá por eso, después de milenios a nuestro lado, siguen sorprendiéndonos: porque en un pequeño ser se pueden ocultar un mundo de recuerdos y emociones.