El 2006 marca el inicio de una de las olas de violencia más devastadoras de la historia reciente de México. Desde entonces hasta la fecha se han contabilizado en el país más de 235 mil homicidios dolosos, una cifra sin duda aterradora que no deja de crecer a diario.
A partir de esta realidad abrumadora, Helena Chávez Mac Gregor, investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, se propuso analizar la violencia desde la perspectiva de la estética para arrojar luz sobre este fenómeno social y tratar de entenderlo.
“La estética no está restringida al objeto artístico o a los sentidos que se despiertan con él; también es una manera de tener una experiencia específica. Entonces, lo sensible se refiere a las cosas que aparecen por todos lados, y estas cosas que nos afectan y producen sensibilidades integran procesos históricos que generan diversos modos de ver el mundo”, dice.
Para la investigadora universitaria, uno de los problemas centrales es dilucidar los mecanismos de que se vale la violencia para producir sensibilidades, afectarlas y finalmente generar una experiencia específica en nuestro tiempo.
Por ello estudia los trabajos de distintos autores que, ubicados en otras coordenadas políticas y geográficas, han descrito la manera en que han emergido, bajo el neoliberalismo, formas de violencia particulares en ciertos lugares de lo que se llama el Sur global.
“Por supuesto, dentro de esos marcos a mí me interesa saber qué están produciendo los artistas en México y cómo, por medio de sus obras, reflexionan, critican y aluden a los procesos violentos que vivimos localmente. Las obras de arte, y no sólo la teoría, nos permiten pensar, concretar, analizar y generar formas de reflexión comunes tanto para nosotros, los investigadores, como para el público y los espectadores.”
Estéticas narco
La violencia se ejerce siempre en los cuerpos, pero no sólo por la violencia en sí, sino sobre todo para enviarle a la sociedad un mensaje destinado a despertar en ella una sensación de miedo, debilidad y vulnerabilidad constantes.
De ahí que, en los últimos 12 años, la sensibilidad de los mexicanos se haya transformado. Ahora somos mucho más miedosos y aprensivos, y el efecto que produce esto en nuestra sensibilidad es atroz.
“Además, las formas de visibilidad de la violencia generan un imaginario en la población. En el caso de México, estas formas de visibilidad de la violencia son muy claras: ejecuciones, feminicidios, secuestros, desapariciones forzadas…, y generan un imaginario de armas, lo que se ha conocido como las estéticas narco, que en realidad no son estéticas, sino estilos de ostentación de ciertas formas del poder que fungen como representaciones del modo en que se ejerce el poder, precisamente, sobre la vida de los otros”, indica Chávez Mac Gregor.
Ahora bien, lo que estas representaciones de la violencia hacen es reforzar los estereotipos, como el del macho que se convierte en un narcotraficante con poder y dinero, y el de la mujer sometida, objeto de deseo. Entonces, el imaginario generado por esos estereotipos se va reproduciendo en la población y ésta va asumiendo dichos roles.
Nuevas propuestas visuales
Hoy en día, muchos artistas están reflexionando sobre la violencia que padece el país y pensando en la mejor manera de aprovechar las experiencias propias o ajenas relacionadas con este fenómeno social en su quehacer artístico.
Entre ellos se encuentran Enrique Jezik, argentino radicado en la Ciudad de México desde hace más de 20 años; Teresa Margolles, quien ha trabajado la violencia en Ciudad Juárez desde hace mucho tiempo; Edgardo Aragón, quien vive en Oaxaca, y varios colectivos asentados en el norte del país.
También hay una producción impresionante a nivel de activismo, gracias a la cual están surgiendo nuevas redes, nuevas formas de colaboración y nuevas propuestas visuales de reclamo y protesta.
“Por ejemplo, varios grupos de activistas han cartografiado las mineras de Guerrero y puesto en evidencia la violencia brutal que ejercen contra los recursos naturales. Así, más allá de saber quién dio la orden de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, empezamos a entender los contextos más específicos de ese estado en tensión, por qué las autoridades se hallan sumidas en el caos, por qué ya no podemos identificar claramente quiénes forman parte de la policía, quiénes del ejército, quiénes del crimen organizado y del narco. Es decir, esta incertidumbre y esta confusión no sólo tienen que ver con la política local, sino también con la economía. La violencia es muy intensa en México, pero permea en todo el mundo en tanto impera un sistema económico que ha propiciado la aparición de espacios de muerte donde se hacen evidentes las debilidades del Estado y donde persiste una gran vulnerabilidad social”, afirma la investigadora.
Verla y pensarla
En la actualidad, los procesos artísticos combinan formas tradicionales o clásicas, como la pintura, con formas muy novedosas de investigación. Recientemente, en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM, el grupo de investigación inglés Forensic Architecture (FA) desarrolló una plataforma cartográfica en la web, en la que, a partir de relatos en primera persona, hechos probados, videos, indagatorias periodísticas y modelos en tercera dimensión, intentó esclarecer qué sucedió con los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa.
“Lo que FA presentó fue una investigación que reunió todas las narrativas del caso. Esto permitió que los espectadores tuvieran no una visibilidad que generaba o repetía una estética basada en una imagen que lastima, sino una visibilidad que proporcionaba todos los elementos necesarios para hacer un análisis del suceso en cuestión. Es decir, se generó una experiencia de la violencia sin repetir la vulnerabilidad que transmite una imagen de la violencia.”
Es indudable que la violencia, como tal, nunca desaparecerá. A lo que se debe aspirar es a reducir su intensidad, pero no únicamente por medio de la fuerza, como se ha hecho hasta ahora en nuestro país, sino también por medio del análisis y el combate de las causas que la originan. Al respecto, Chávez Mac Gregor puntualiza:
“A mí, como investigadora, no me interesa sentir la violencia, sino crear herramientas para estar en condiciones de verla y pensarla, porque creo que sólo cuando la violencia se puede ver y pensar es posible criticarla. Si no vemos ni pensamos, resulta muy complicado hacer una crítica fuerte a lo que ocurre. Y, obviamente, para comprender por qué se desata la violencia es necesario entender las lógicas de la política y de la distribución de la riqueza.”