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La muerte de Cuauhtémoc, un suceso histórico en constante reinterpretación

A 500 años de su fallecimiento, la muerte del último tlatoani mexica sigue siendo uno de los episodios más complejos en la historia de México. Lejos de ser un acontecimiento histórico simple, el final de Cuauhtémoc se configura como un proceso de transformación que ha sido reelaborado durante siglos, y que aún hoy sigue alimentando el debate sobre la identidad, la resistencia y la legitimidad del poder en el mundo prehispánico.

Un contexto de crisis y cambio

El ascenso y consagración de Cuauhtémoc solo pueden entenderse en el contexto de la crisis que atravesó la sociedad mexica tras la llegada de los españoles. Las decisiones de Moctezuma —como la recepción de Cortés y la consiguiente división interna de la nobleza— alteraron radicalmente el orden sucesorio tradicional.

Códice Vaticano A. f. 90r.

En este escenario, un joven guerrero, cuya doble ascendencia lo vinculaba tanto a Tenochtitlán como a Tlatelolco, emergió en medio de la confusión. Así, en condiciones de inestabilidad, la muerte de Cuauhtémoc se transformó en un suceso lleno de simbolismo, en el que su trágico final se asocia a la caída del antiguo orden y al inicio de una nueva era impuesta por la Conquista.

Controversia en las fuentes históricas

El relato de la muerte de Cuauhtémoc ha llegado hasta nosotros a través de numerosas fuentes: desde las crónicas presenciales del siglo XVI, como la de Bernal Díaz del Castillo, hasta versiones posteriores elaboradas en los siglos XVII y XVIII.

María Castañeda de la Paz, reconocida investigadora en historia indígena, destaca que es indispensable leer estas fuentes en su totalidad, considerando el contexto en que fueron escritas, sus destinatarios y las intenciones de sus autores.

En la compleja sociedad mexica, la legitimidad para gobernar estaba ligada al linaje. La doble ascendencia de Cuauhtémoc fue crucial en su designación, sobre todo en un momento en el que la llegada de los españoles trastocó los esquemas tradicionales de sucesión.

Esta crisis de legitimidad permitió que un líder con una procedencia discutible emergiera como símbolo de resistencia y de cambio. Así, el relato de su muerte se entrelaza con la necesidad de construir un mito fundacional que explique no solo el fin de un orden, sino también el inicio de una nueva identidad, aun cuando las tensiones y contradicciones permanezcan latentes.

En este sentido, la muerte de Cuauhtémoc no es sólo la terminación de una vida, sino el punto de partida de un proceso de reinvención de la memoria colectiva que ha contribuido a cimentar su figura como ícono de la resistencia mexicana.

“Conocemos la fecha de la muerte de Cuauhtémoc porque varias fuentes nos la dicen, tanto códices como crónicas. Y a partir de esa información podemos determinar que muere en 1525, que en el calendario indígena se corresponde con el año 7-casa”, explica la Investigadora. “Documentos del siglo XVI así lo corroboran, por ejemplo, el Códice Aubin, el Manuscrito mexicano 40 y el Manuscrito mexicano 217”.

Entre las fuentes de siglo XVII, que son más tardías, tenemos la de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl y la del fraile Juan de Torquemada, que nos dicen que fue en 1525.

“Aunque tenemos que analizar por qué hay desfases en las fechas, todo parece indicar que fue en 1525 porque Cortés salió de Tenochtitlan el 12 de octubre de 1524 en la llamada expedición a Las Hibueras, a Guatemala y Honduras, para ir a aprehender a Cristóbal de Olid. Dicha expedición culminó en 1526.”.

En cuanto al lugar donde murió Cuauhtémoc, precisa Castañeda de la Paz, la mayor parte de los documentos mencionan un sitio conocido como Hueymollan, que habría estado en la provincia de Acalan, mencionada por primera vez por el propio Cortés en una de sus Cartas de Relación, que son las cartas que le va escribiendo al rey de España a medida que va en adentrándose por estos territorios.

La región de Acalan, cerca de la laguna de Términos, se caracteriza porque abunda el agua, y en muchas ocasiones, sobre todo en épocas de lluvia, desaparecen los caminos y las personas se mueven en barcas o acalis. Precisamente Acalan significa “donde abundan las canoas”.

Cortés relata que, mientras se encontraba en esas tierras, alguien le advirtió sobre un complot en su contra. En estas circunstancias, él sitúa la muerte de Cuauhtémoc en Acalan, pero no menciona el lugar preciso.

Los códices y otras fuentes y crónicas señalan que fue en Hueymollan, pero no sabemos dónde está ese lugar, que es un pueblo y no una región.

“En un documento temprano del siglo XVI, el códice de Tetepilco, podemos observar la escena de Cuauhtémoc muerto, en un envoltorio funerario; a su lado está su glifo onomástico, que es un águila con unas huellas en descenso, que significa ‘el que desciende como águila’”, explica la investigadora.

También hay un mecate atado a su cuello con el otro extremo unido a una barca o acali, lo que indica que su muerte tuvo lugar en Acalan. El acali o canoa está unida con una línea negra a un recipiente que representa el lugar de Hueymollan.

“Esta imagen se puede leer como ‘Cuauhtémoc murió en Hueymollan en la provincia de Acalan’”, expresa Castañeda de la Paz. 

El martes 28 de febrero murió Cuauhtémoc en Acalan

Se menciona que la muerte de Cuauhtémoc ocurrió el primer domingo de cuaresma de 1525. Pero ¿de dónde viene eso?, se pregunta la académica universitaria.

“Me llamó mucho la atención que Torquemada mencione la palabra carnestolendas, que significa carnaval. Como este cronista comparte fuentes con Alva Ixtlilxóchitl, si analizamos las obras de estos dos cronistas veremos que Torquemada copia a Alva Ixtlilxóchitl, aunque éste también toma información de aquél, si bien en menor cantidad”.

El caso es que son contemporáneos y es normal que entre ellos compartan documentos, pero al comparar a Torquemada con lo que dice Alva Ixtlilxóchitl, encontré que éste ofrece más datos, por lo que es a él quien tenemos que seguir.

“Según Alva Ixtlilxóchitl, Cuauhtémoc murió el martes de carnestolendas o de carnaval. Esto dio pie para que el historiador mexicano del siglo XIX Manuel Orozco y Berra situara el martes de carnaval de 1525 en el 28 de febrero, y él sería la primera persona en hacer esta afirmación”.

El martes de carnaval se celebra el día antes del inicio de la Cuaresma, un periodo de 40 días de preparación para la Pascua, festividad que conmemora la resurrección de Jesucristo.

Orozco y Berra encontró que en 1525 la resurrección tuvo lugar el domingo 9 de abril. Si contamos 40 días hacia atrás, llegamos al martes 28 de febrero. “De esta manera se podría afirmar que el último huey tlatoani murió el martes 28 de febrero de 1525, fecha que se podría considerar precisa a reserva de que surja más información”, explica María Castañeda.

Pero esta fecha tiene un pero, porque viene de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, el cronista de Texcoco, que escribe en el siglo XVII, un siglo después de la muerte de Cuauhtémoc, aunque no sabemos de dónde tomó el dato.

“Pero esa es la fecha histórica que menciona una fuente, y podemos aceptarla siempre y cuando no olvidemos que es la afirmación de un cronista del siglo XVII, un siglo después de la muerte. Es lo que tenemos, y eso es un dato histórico”, dice la investigadora.

Como historiadores, debemos considerar quién escribió el relato y en qué contexto, añade. Hay que tener muchísimo cuidado con la información de Alva Ixtlilxóchitl y de Torquemada, sobre todo de aquél, porque es muy sesgado en sus opiniones.

“Por qué eligió esa fecha, de dónde la sacó, quién se la dijo, cómo podemos corroborarla. De momento, no tenemos más datos, por eso siempre advierto que aunque lo afirmó un historiador que tiene fuentes, que está muy bien documentado, también saca muchas conclusiones, y debemos saber qué hay detrás de la fuente o del cronista”.

Aportes académicos

El trabajo de investigación de la doctora Castañeda de la Paz ha permitido reconfigurar la comprensión tradicional de la muerte de Cuauhtémoc. Con una sólida formación —doctora en Historia de América por la Universidad de Sevilla, también hizo un doctorado en la Universidad de Leiden, Países Bajos, donde se especializó en el análisis y lectura de los códices pictográficos del centro de México. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel III).

Se ha consolidado en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, donde ha enfocado su trabajo en la historia prehispánica y colonial del centro de México, con énfasis en la nobleza indígena.

Entre sus publicaciones destacan obras fundamentales, como “Conflictos y alianzas en tiempos de cambio. Azcapotzalco, Tlacopan, Tenochtitlán y Tlatelolco (siglos XII–XVI)”, que obtuvo el Premio Nacional Antonio García Cubas en 2014, y “Verdades y mentiras en torno a don Diego de Mendoza Austria Moctezuma”, de 2017.