Se calcula que para 2090 el fenómeno migratorio de las mariposas monarca, desde el sur de Canadá y el norte de Estados Unidos hacia México, habrá desaparecido como consecuencia de la destrucción de su hábitat de hibernación por el cambio climático.
En un esfuerzo por preservar a las poblaciones migratorias, un equipo multidisciplinario que incluye a Roberto Lindig Cisneros, del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM, campus Morelia, ha plantado casi mil oyameles en altitudes más elevadas de las que naturalmente habitan estas coníferas.
Los investigadores publicaron sus resultados en un artículo que apareció en Frontiers in Forest and Global Change: “Establishing monarch butterfly overwintering sites for future climates: Abies religiosa upper altitudinal limit expansion by assisted migration”.
En las laderas del Nevado de Toluca, a alturas ligeramente superiores a los hábitats naturales de estas coníferas, los investigadores están trasplantando plántulas o pequeños árboles de oyamel bajo arbustos, que los protegen en sus primeros años de vida. Los científicos estiman que, si los oyameles recién plantados sobreviven y logran establecer nuevos bosques, podrían proteger a la población de mariposas durante su migración anual desde Estados Unidos y Canadá hacia los bosques de oyamel, donde hibernan.
“Este trabajo es resultado de muchos años de colaboración entre colegas de distintas universidades”, explica Lindig Cisneros. “Su origen lo podemos rastrear hasta un ensayo de 2004, que fue parte de la investigación de doctorado de Arnulfo Blanco García, quien ahora es uno de los colaboradores del grupo de trabajo y ha investigado sobre nodricismo desde entonces. En esa investigación inicial, probamos el efecto de las plantas nodrizas en árboles de oyamel”.
Las plantas nodrizas, o arbustos que facilitan el establecimiento de árboles, han sido una de las líneas de investigación de Lindig Cisneros y Blanco García durante más de 20 años.
Otra investigación que contribuyó a este proyecto fue la de Cuauhtémoc Sáenz, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. En 2012, Sáenz Romero y el genetista Jerry Rehfeldt, en un ensayo de modelación climática, hallaron que sus modelos predecían que, como consecuencia del cambio climático, para el año 2090 ya no habría hábitat para los oyameles en la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca.
“Con esto en mente, en 2019 iniciamos un ensayo de migración asistida con oyameles en el ejido de La Mesa en la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca, lo que dio origen al proyecto en el Nevado de Toluca en 2021”, explica el investigador.
Migración asistida como herramienta ante el cambio climático
La migración asistida es el proceso de establecer poblaciones de algunas especies de plantas fuera de su área de distribución natural, aunque habitualmente se realiza con árboles. Es importante señalar que la migración asistida puede consistir en trasladar la especie a otro sitio o migrar ciertos fenotipos dentro del gradiente en que se encuentra la especie.
“Este proceso se ha vuelto importante porque, frente al tan acelerado cambio climático causado por los seres humanos, el movimiento de las poblaciones de plantas no es lo suficientemente rápido como para que puedan llegar a los sitios donde empieza a haber un clima propicio; en el pasado, los cambios climáticos tardaban miles de años, pero ahora están ocurriendo en lapsos de décadas”, explica el investigador.
Los modelos de hábitat climático de Sáenz Romero muestran que el clima adecuado para el oyamel se encontraría en montañas más altas que las de la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca, como el Nevado de Toluca y la Malinche.
El Nevado de Toluca: nuevo refugio para la monarca
“La montaña más alta y cercana a la reserva es el Nevado de Toluca. De hecho, la mariposa monarca ya ha comenzado a establecer colonias en este volcán”.
Este caso combina la migración asistida con el uso de plantas nodrizas en lo que llaman “migración asistida protegida”. Estos arbustos protegen a las plántulas para que puedan sobrevivir y así establecer nuevas masas forestales en altitudes superiores a la distribución histórica de estos árboles. No obstante, para que un oyamel alcance una altura adecuada para recibir a las mariposas depende de las condiciones del sitio, y podría tardar entre 60 y 100 años, señala el investigador.
Lindig Cisneros, quien es responsable del Laboratorio de Restauración Ambiental de la UNAM, trabaja en las barreras que impiden el desarrollo de la vegetación y en los procesos sucesionales en sitios degradados y ecosistemas sensibles a disturbios humanos. Su participación en el proyecto se relaciona con la selección de especies nodrizas y la aplicación de técnicas de restauración ecológica en el contexto de la migración asistida, con el fin de crear un hábitat adecuado para las mariposas.
“Desde el diseño de los ensayos, es un proceso de colaboración en el que intervienen distintas aproximaciones, la aplicación de diversos modelos, en general, desde la planeación del experimento y de sus distintas fases”.
El límite altitudinal actual de los oyameles es de aproximadamente 3,800 m. En el ensayo se plantaron árboles a cuatro altitudes: 3,400, 3,600, 3,800 y 4,000 metros sobre el nivel del mar. Los investigadores encontraron que a alturas intermedias, entre 3,600 y 3,800 m, hubo una buena tasa de supervivencia en relación con la línea base de 3,400 m. Al finalizar el experimento, observaron que algunos árboles alcanzaron la mitad de la altura de los que crecieron a menor altitud. “La diferencia es notable, pero aceptable. Se espera que con el tiempo las condiciones para el crecimiento sean mejores”.
Hay planes para continuar estos ensayos, aunque el número de árboles depende de factores como la recolección de semillas y la propagación de las plantas, lo que podría reducir la producción de plántulas. “En la medida de lo posible, la idea es hacer más ensayos, pero es importante reconocer que para crear hábitats para las mariposas monarca sería necesario restaurar o plantar estos árboles en cientos de hectáreas, un esfuerzo que va más allá de nuestras posibilidades desde la academia”, comenta el investigador. Y agrega que esta es la primera etapa, la de generar el conocimiento, generar las técnicas, poner a prueba, y también evaluar los riesgos potenciales, al menos en etapas tempranas.
“Algunos de los ensayos que hemos hecho durante veinte años ya tienen una década o más de establecidos y eso nos ayuda a poner a prueba algunos de los riesgos potenciales de la migración asistida”.
Riesgos y desafíos de la migración asistida
“En términos de riesgos, se han argumentado dos aspectos. El primero es el factor genético: las poblaciones presentan una conformación genética específica, resultado de la selección natural, las condiciones del entorno, la presencia de consumidores y la competencia. Esto permite que los individuos con ciertas características genéticas, y por lo tanto ciertos fenotipos, tengan mayores probabilidades de reproducirse, eliminando así gradualmente los genotipos que no se adaptaron a esas condiciones.
Una de las críticas plantea que, al hacer migración asistida, estaríamos introduciendo nuevos genotipos en el ecosistema. Sin embargo, el riesgo genético en este caso es menor que en otras especies debido a la forma en que se reproducen: el polen se dispersa por el aire.
La segunda crítica sugiere que mover especies fuera de su rango de distribución natural podría crear un riesgo de invasión. Un ejemplo de ello fue la introducción de eucaliptos de Australia a este continente. Sin embargo, este no es el caso, ya que en el Nevado de Toluca ya existen oyameles”, explica Lindig Cisneros.
En cuanto a la migración asistida, el investigador aclara que nadie propone mover especies entre continentes o biomas. “Estas son las objeciones, y deben tomarse con seriedad”, agrega. El riesgo de no actuar es la desaparición de los bosques de oyamel en el hábitat de las mariposas monarca, que proporciona el clima adecuado para su hibernación.
En la Reserva de la Biosfera, el cambio climático podría favorecer la sustitución de oyameles por otras especies de coníferas, especialmente pinos, que probablemente no ofrezcan el hábitat adecuado para las mariposas. En montañas más altas, como el Nevado de Toluca, el riesgo es que los nuevos árboles no logren establecerse a mayor altitud con la velocidad necesaria.
“Contamos con ensayos evaluados durante 18 años, lo que nos ha permitido obtener datos sobre el comportamiento de estos sitios, así como las limitaciones y logros de las actividades de restauración”, destaca el investigador.
Colaboración comunitaria: clave para el éxito
“Me gustaría destacar algo muy importante: en todos nuestros proyectos, desde el primero en 2001, la colaboración de la comunidad indígena de Nuevo San Juan Parangaricutiro, donde realizamos los ensayos de nodricismo, y la comunidad indígena de Calimaya en el Nevado de Toluca, ha sido fundamental”, explica Lindig Cisneros.
Agrega : “Nuestro trabajo sería imposible sin la colaboración de estas comunidades, que están altamente organizadas y comprometidas con la conservación. Su apoyo es esencial porque, si queremos enfrentar los retos del cambio climático, debemos trabajar de la mano con ellas”.
“Hemos tenido la fortuna de colaborar con comunidades muy cohesionadas y organizadas”.
La colaboración incluye actividades como la selección de sitios para los ensayos, la plantación de árboles y el monitoreo. “Para nosotros, es fundamental trabajar en esquemas de investigación participativa, en los que aprendemos de la comunidad y la comunidad también aprende del proceso de investigación”.
Por ejemplo, en La Mesa se realizó el primer ensayo de migración asistida en la Reserva de la Biosfera, y con uno de los habitantes del ejido se estableció un vivero para aclimatar las plantas. La Mesa forma parte del municipio de San José del Rincón, en el Estado de México.
“Ese trabajo fue crucial porque quienes pueden lograr que estos esfuerzos prosperen a mediano y largo plazo son las comunidades locales: son sus tierras, sus bosques. Nosotros podemos apoyar y asistir el proceso, pero el proyecto les pertenece a ellos. Sin su participación, no hay proyecto”, concluyó el investigador.
Ideas destacadas:
- Para el año 2090, el fenómeno migratorio de las mariposas monarca hacia México podría desaparecer debido al cambio climático.
- Un equipo de la UNAM lidera esfuerzos de migración asistida, plantando oyameles en altitudes mayores para crear futuros hábitats de hibernación para las mariposas.
- En las laderas del Nevado de Toluca, se llevan a cabo ensayos de migración asistida protegida con oyameles bajo arbustos que actúan como plantas nodrizas.
- La migración asistida consiste en trasladar especies vegetales a nuevas altitudes para que se adapten a climas cambiantes.
- La colaboración con comunidades locales es esencial para el éxito del proyecto, pues asegura la continuidad y el cuidado de los nuevos bosques.
- La migración asistida enfrenta desafíos, entre ellos la adaptación genética de los oyameles y la competencia con otras especies.
- Las comunidades indígenas como Nuevo San Juan Parangaricutiro y Calimaya juegan un rol fundamental en los ensayos de nodricismo y conservación en el Nevado de Toluca.