Este 11 de febrero se celebró el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. En este marco, la integrante del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, Lu Ciccia, señala que simbólicamente las ciencias exactas y naturales se vinculan a lo masculino, lo que refleja una desigualdad estructural que se manifiesta en la limitada participación de mujeres y niñas en estas áreas.
La UNESCO, organismo internacional que promueve la igualdad entre hombres y mujeres, destaca la importancia de apoyar a las jóvenes en su educación y en su capacidad para hacer oír sus ideas. Según la organización, esto no solo fomenta la igualdad de género, sino que también es clave para impulsar el desarrollo y la paz a nivel global.
En este Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, es fundamental reflexionar sobre la importancia de romper estereotipos y barreras que impiden el acceso pleno y equitativo de las mujeres y las niñas en el campo de la ciencia y la tecnología. La ciencia es un derecho humano y todas las personas, independientemente de su género, deben tener la oportunidad de participar en ella.
La instancia mundial reporta que el promedio global de investigadoras es del 33.3%, mientras que solo el 35% de los estudiantes en áreas STEM (siglas en inglés para ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) son mujeres.
Aunque los campos STEM son críticos para las economías nacionales, la mayoría de los países aún no han alcanzado la igualdad de género. Hasta 2016, solo el 30% de los países con datos disponibles sobre la proporción de mujeres investigadoras habían logrado la paridad.
En las ferias STEM, las mujeres cisgénero representan solo del 13% al 15%. Según la Coordinación de la Investigación Científica de la UNAM, el personal académico está compuesto por 3,187 personas, de las cuales 1,271 son investigadores, 519 son investigadoras, 787 son técnicos académicos y 610 son técnicas académicas.
El porcentaje de investigadoras se incrementó del 27% en 2015 al 28% en 2019. En 2021, pasó a ser del 29%, porcentaje que se mantuvo durante el año pasado.
En cuanto a las técnicas académicas, el porcentaje creció del 43% en 2015 al 44% en 2019, porcentaje que se mantuvo hasta 2022.
Por áreas de conocimiento, las investigadoras representan, en 2023, el 30% en las Ciencias de la Tierra e Ingeniería; el 39% en las Ciencias Químico Biológicas y de la Salud; y el 20% en las Ciencias Físico Matemáticas.
Según la experta, cuando se habla de “mujeres en la ciencia”, se piensa en las ciencias exactas y naturales; parecería que las otras, las sociales y las humanidades, no son consideradas ciencias, y eso tiene una connotación: “simbólicamente vinculamos las primeras a lo masculino y estas últimas a lo femenino”.
Las mujeres y otros cuerpos feminizados ocupan un lugar infravalorado dentro de las ciencias exactas y naturales, porque son un lugar masculinizado; y, por supuesto, están subrepresentadas, asevera la experta.
La universitaria explica que existe una suerte de “tensión” entre la vida académica y profesional y la personal y familiar para las subjetividades feminizadas, ya que son ellas quienes suelen cuidar y hacerse cargo de la familia.
En general, si las mujeres quieren tener hijos, esto siempre afectará su carrera profesional. Además, esta complicación es sustentada por las instituciones, ya que los tiempos que exigen para terminar los estudios y producir conocimiento están centrados en la edad reproductiva, lo que hace que las personas que gestan produzcan menos en esos años.
Cuando las mujeres logran mantenerse en la institución, no tienen las mismas oportunidades para alcanzar puestos de alta responsabilidad. Incluso si tienen una trayectoria similar a la de un hombre cisgénero, se suele elegir a este último. Además, la experta destaca que, si bien se habla principalmente de mujeres cisgénero heterosexuales, también es importante preguntarse dónde quedan otras orientaciones sexuales y, por supuesto, la población trans, independientemente de su orientación sexual.
En el ámbito de las STEM, es necesario desarrollar políticas para que las mujeres cisgénero puedan acceder con las mismas facilidades que los hombres cisgénero. Aunque esto es una política fundamental y necesaria, no es suficiente, ya que aún persiste la reproducción simbólica de las STEM como un ámbito esencialmente masculino.
La universitaria explica que existe una suerte de “tensión” entre la vida académica y profesional y la personal y familiar para las subjetividades feminizadas, ya que son ellas quienes suelen cuidar y hacerse cargo de la familia.
En general, si las mujeres quieren tener hijos, esto siempre afectará su carrera profesional. Además, esta complicación es sustentada por las instituciones, ya que los tiempos que exigen para terminar los estudios y producir conocimiento están centrados en la edad reproductiva, lo que hace que las personas que gestan produzcan menos en esos años.
Cuando las mujeres logran mantenerse en la institución, no tienen las mismas oportunidades para alcanzar puestos de alta responsabilidad. Incluso si tienen una trayectoria similar a la de un hombre cisgénero, se suele elegir a este último. Además, la experta destaca que, si bien se habla principalmente de mujeres cisgénero heterosexuales, también es importante preguntarse dónde quedan otras orientaciones sexuales y, por supuesto, la población trans, independientemente de su orientación sexual.
En el ámbito de las STEM, es necesario desarrollar políticas para que las mujeres cisgénero puedan acceder con las mismas facilidades que los hombres cisgénero. Aunque esto es una política fundamental y necesaria, no es suficiente, ya que aún persiste la reproducción simbólica de las STEM como un ámbito esencialmente masculino.
Lo anterior se explica por un sistema de valores androcéntrico que, indefectiblemente, excluye corporalidades feminizadas en aquellas disciplinas que encarnan las ideas de objetividad, neutralidad y universalidad.
Para mejorar el acceso de cis niñas y mujeres a la educación tecnológica y científica, se necesita, sobre todo, dejar de vincular nuestras corporalidades con ciertos roles de género.
“Esto implica no generar formas de juego y juguetes genéricos, dejar que les niñes elijan sus actividades, así como generar referencias positivas en todas las disciplinas científicas, de cuerpos feminizados, identidades de género no normativas, sexualidades y corporalidades diversas”.
“A les niñes hay que decirles que pueden hacer y ser lo que quieran, y que no sientan que está prohibido dedicarse a cierta actividad por su identidad de género o expresión de género. Lo que importa es dejar de esencializar lo que podemos hacer y ser”, enfatiza.
Respecto a medidas para romper el “techo de cristal” al que se enfrentan las personas feminizadas en los ámbitos científico y académico, es fundamental extender los años que se consideran de “alta producción” para que los años reproductivos de las personas que gestan dejen de ser un obstáculo académico y profesional.
También es necesario considerar los sesgos androcéntricos en las formas de evaluación utilizadas para el ingreso a plazas académicas. “Al analizar quiénes tienen más estímulos, mayores ingresos y niveles en el Sistema Nacional de Investigadores, o quiénes ocupan los puestos de alta responsabilidad, vemos quiénes son las personas privilegiadas: cis varones heterosexuales”.
En el CIEG, junto con Laura Espinosa Asuar del Instituto de Ecología y con el apoyo de colegas de diferentes institutos, incluyendo la participación de Rubs Hernández Duarte de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM, “estamos iniciando un proyecto PAPIIT (Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica) para contribuir con herramientas de evaluación más justas”.
El cambio estructural y simbólico debe incluir también la capacitación de los evaluadores, y que las tareas de cuidado y el tiempo de gestación y de crianza no impliquen un obstáculo para el crecimiento académico profesional de ninguna persona, reitera Lu Ciccia.
La existencia del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia significa la invisibilización durante 364 días del año y la necesidad de una fecha para hacer visible la subrepresentación de las mujeres cis y otros cuerpos feminizados en las disciplinas científicas exactas y naturales, estima.
Por ello, esta conmemoración no es un fin, sino un medio para construir políticas donde ya no tenga sentido que haya un día dedicado al tema, añade la licenciada en biotecnología y doctora en estudios de género.
“Si este día existe, hay un problema: nos habla de desigualdades estructurales y simbólicas que organizan la vida social, de manera tal que ciertas subjetividades tienen menos acceso a derechos. El objetivo de este día debe ser recordarlo para diluirlo, para que no tenga que existir”. El 22 de diciembre de 2015 la Asamblea General de Naciones Unidas estableció el 11 de febrero como el día para reconocer el rol crítico que juegan las mujeres y las niñas en la ciencia y la tecnología; para la UNESCO, es oportunidad de promover su acceso pleno e igualitario a la ciencia.