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La mosca, de Katherine Mansfield en Material de Lectura y en Descarga Cultura UNAM

Leonardo Huerta Mendoza

En el número 95 del Cuento Contemporáneo, Material de Lectura nos ofrece algunos cuentos de la escritora neozelandesa Katherine Mansfield.

Con la publicación en 1911 de la colección de cuentos En una pensión alemana, de la que se reimprimieron dos ediciones más en unos meses, esa joven de 23 años ya estaba lista para empresas mayores: había encontrado sus temas y consolidado un estilo.

Sus historias abordan la vida cotidiana de gente común: trabajadores y empleados, burócratas, sirvientes y sirvientas en las casas de los dueños del mundo.

Y no dejó de lado los problemas de las mujeres de su tiempo. Un ejemplo es “Frau Brechenmacher asiste a una boda”, que apareció en En una pensión alemana y narra un sórdido episodio de la vida de la señora Brechenmacher.

En ese mismo volumen apareció “En el café Lehmann”, donde trabaja Sabina, una joven que empieza su jornada desde las cinco de la mañana hasta bien entrada la noche, y a quien le cuesta mucho levantarse. A pesar de la dureza del trabajo cotidiano, y como recién llegada al restaurante, aún conserva el color rosado en sus mejillas y un hoyuelo en el lado izquierdo de la boca.

El cuarto cuento de este volumen de Material de Lectura es “La mosca”, que Mansfield terminó de escribir en febrero de 1922 y fue publicado en la revista semanal británica The Nation and Athenaeum en marzo de ese año.

Es la historia de un hombre que no quiere recordar la muerte de su joven hijo en la Primera Guerra Mundial. El señor Woodifield, un exempleado que lo visita en su cómoda oficina, le comenta que su hija visitó la tumba del muchacho.

Después de que Woodifield se retira, el jefe lucha con los recuerdos, pero se distrae con una mosca que cayó en el tintero que tiene en su escritorio y trata de salir desesperada. Con la ayuda de una pluma, el jefe saca a la mosca y la deja sobre una hoja de papel.

El insecto limpia sus alas poco a poco hasta lograrlo. Pero el jefe deja caer una gota de tinta sobre la mosca, y ésta empieza otra vez a liberarse, hasta que él deja caer otra gota y otra, hasta que la mosca muere.

Con la punta de la pluma la levanta y la echa al bote de basura. Cuando quiere volver a sus recuerdos, ya no puede recordar en qué estaba pensando.

“Poco antes de morir, en enero de 1923, pensaba que se le había agotado la fuente inspiradora, pero escribió ‘La mosca’ […] que constituye un fruto literario redondito y perfecto”, considera Beatriz Espejo en la Nota introductoria.

Descarga Cultura UNAM nos ofrece una versión de “La mosca” en la voz de Eugenia Leñero.