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Jóvenes sin hijos: un cambio ideológico y de conciencia social

De acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas, desde hace cincuenta años muchas partes del mundo han registrado tasas de natalidad negativas. Aunque esta situación aún no ha llevado a una reducción de la población total, el impacto de estas estadísticas podría tener implicaciones a largo plazo, ya que para 2100 se calcula que solo seis países tendrán tasas de natalidad positivas.

Aunque este hecho quizá aún no ha generado un foco de atención importante, sus efectos comienzan a ser perceptibles en ciertas zonas. Por ejemplo, en Alemania, se estima que en los próximos 10 años al menos 7 millones de empleados abandonarán el mercado laboral y que la tasa de natalidad actual del país no cubrirá la tasa de relevo generacional cuando toda esa masa se jubile.

Japón y Corea del Sur registraron el año pasado mínimos históricos en sus tasas de natalidad. Japón ha experimentado ocho años consecutivos de descenso en el número de recién nacidos. Por su parte, el gobierno surcoreano ha implementado programas para promover la natalidad entre sus habitantes, con subsidios monetarios, servicios de guardería y apoyo para tratamientos de fertilidad. Sin embargo, el plan no ha dado frutos y la situación sigue en declive, siendo Corea del Sur el país con la natalidad más baja.

El fenómeno de la baja natalidad es un problema mundial, y México también lo está padeciendo. Basado en datos del INEGI, el portal Statista realizó una comparativa de la tasa bruta de natalidad en los últimos 13 años. La gráfica mostró una caída del 27% desde 2011. Es decir, hace 13 años había 20 nacimientos por cada mil habitantes; para 2023, esa cifra se redujo a 15.

Aunque en el colectivo social se piensa que los jóvenes tienden a ser egoístas por no querer descendencia, lo cierto es que, para el maestro Julián Flores Arellano, de la FES Aragón, lo que está motivando a estos a no tener hijos tiene que ver con un cambio ideológico y una mayor conciencia social sobre lo que implica traer al mundo a un ser, tanto en el aspecto económico, psicológico como emocional.

“Usualmente pensamos que los jóvenes que no quieren tener hijos son egoístas, pero yo pienso que incluso lo que ellos hacen es altruismo. Si uno habla con ellos y les pregunta el motivo, te dan argumentos válidos. Reflexionan: ‘si con lo que gano muy difícilmente puedo sobrevivir, ¿para qué traer a alguien a sufrir?’ Pero esa reflexión también abarca otros campos, no solo el económico. Piensan sobre las condiciones que heredarán a sus posibles hijos, los conflictos políticos que enfrentarán, el tema ambiental, la seguridad social; todo eso lo suman y crean un escenario pesimista”, señaló.

Datos de la OCDE sustentan lo mencionado por el profesor. En México, los temas que más generan preocupación y limitan la fertilidad de los jóvenes son:

Costo de vida (94.4%).

La baja calidad del empleo (91.9%).

Las consecuencias del cambio climático (91.2%).

La falta de acceso a servicios de salud mental (88.7%).

Los efectos en la salud que persisten tras la pandemia (84.4%).

La seguridad nacional por la situación geopolítica (81.3%).

Este escenario pesimista para procrear ha provocado una reacción a nivel mundial en la ideología de los jóvenes, ya que, aunque muchas veces la presión social por parte de los padres para que estos tengan descendencia es mucha, no ceden y prefieren fijarse otras metas, más allá de cumplir con lo establecido biológicamente.

“Anteriormente, esa presión social hubiera jugado en contra de la psique del joven, pero actualmente eso ya dejó de resonar. Al tener muy en claro que traer a un bebé al mundo es algo complejo, prefieren fijar sus metas en cuestiones profesionales, o hay quienes quieren viajar por el mundo u otros objetivos. Se han dado cuenta de que hay vida más allá de tener un hijo y que, para lograr sus objetivos, también necesitan tener menos responsabilidades, y un hijo ciertamente trae muchas”, explicó.

Niños cuidadores

Un fenómeno que podría explicar por qué varios jóvenes mexicanos no quieren tener hijos, de acuerdo con el maestro Flores Arellano, tiene que ver con que, en su momento, fungieron como cuidadores de sus hermanos menores y eso les enseñó que hacerse responsable de otro ser implica mucha dedicación. En 2021, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición dio a conocer que alrededor de 774 mil niños menores de cinco años estaban al cuidado de sus hermanos de menos de 10 años.

Aunque no hay algún dato que defina cuándo ocurrió este fenómeno, se puede decir que la inserción laboral de la mujer fue un punto de quiebre en esta situación. En México, de acuerdo con un artículo realizado por el profesor del CCH Vallejo, Alef Pérez Ávila, en los años 70s las mujeres comenzaron a tener una presencia importante en el ámbito laboral, y en la década de los 80s, producto del cambio ideológico que se comenzó a tejer en las aulas y de la crisis que abarcó de 1982 a 1988, hubo un 27.8% de mujeres trabajadoras (un aumento del 50% en comparación a la cifra de los 70s).

Cuando se dio este fenómeno, “los cuidadores de los hijos menores fueron los abuelos (y se puede decir que hasta la fecha), pero también ocurrió que los hermanos mayores ocuparon ese lugar. Entonces, muchos de los jóvenes de la generación Y y parte de la Z se hicieron responsables de sus hermanos. Económicamente quizá no, pero en otros aspectos sí, y eso también provocó que de cierta forma ya no quisieran tener un hijo, porque cuando cuidaron a su hermano ya percibieron lo que era hacerse responsable de alguien, y eso influye, porque están conscientes de lo que implica atender a otra persona”.

Un nuevo modelo de familia

Hace 13 años, en México se acuñó el término “perrijo”, y posteriormente se sumó el “gatijo”. Lo que parecía una moda, poco a poco se fue percibiendo como una realidad, al grado de que hay más perros y gatos que niños en las casas. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, en México hay 38.2 millones de niñas, niños y adolescentes de 0 a 17 años, contra 43.8 millones de perros y 16 millones de gatos.

Este fenómeno también se observa en España, donde la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía (ANFAAC) informó que hay más de 9.3 millones de canes frente a 6.7 millones de niños menores de 15 años, según las cifras del padrón de 2021.

De acuerdo con el experto de la FES Aragón, esta nueva estructura familiar se debe a que tanto los perros como los gatos cumplen una función afectiva muy importante y son compañía, “al grado de que pueden reemplazar esa figura de tener un hijo, aunque no se debe comprar esa idea”.

“Si analizamos con frialdad los retos que implica tener un hijo contra los que implica tener un gato o perro, estos últimos salen bien librados. Un perro o un gato no va a exigir tener su cuarto; un perro o un gato se desarrolla hasta cierto punto, pero un niño se vuelve un joven que va a representar un gasto en ropa y estudios. Cuando los comparamos, tener un animal de compañía te da una gratificación muy importante y tiene menos coste económico, emocional y de tiempo”, expresó.

Y agregó: “por eso, hasta cierto punto, se explota la venta de artículos como carriolas o ropa para estos animales, porque mueve un sentimiento. No puedo ser padre o madre, pero lo compenso con un gato o un perro que puede cubrir esa necesidad y le brindo cuidados como si fuera un niño. Aunque los expertos en el área dicen que no se debe realizar, se hace. Incluso, hay abuelos que ya los ven como sus nietos. Es hasta cierta forma una compensación”.

Migración: ¿una solución?

Para 2050 se prevé que África duplique su población, que actualmente es de mil 300 millones de personas. Este exceso de población genera problemas muy particulares, como una crisis alimentaria, ya que al menos 1 de cada 5 africanos sufre hambre, de acuerdo con datos del Banco Mundial, y unos 140 millones de habitantes enfrentan inseguridad alimentaria aguda.

Esta bomba demográfica que sufre el continente africano provoca, además de una inseguridad alimentaria, un nivel de pobreza importante, ya que más del 48% de las personas en la región subsahariana de África la padecen. A la par, hay grandes cifras de desempleo, la pobreza laboral, el empleo informal y la desigualdad de género siguen siendo obstáculos importantes para que los jóvenes accedan a empleos decentes.

Ante tal escenario, y en busca de mejores oportunidades para vivir, los jóvenes africanos han tenido que migrar, lo cual ha llevado a que actualmente en el mundo se registren más de 19.5 millones de africanos residentes en otras regiones.

La llegada de estos migrantes africanos a distintas regiones del mundo podría ayudar a regular los índices de natalidad, aunque no sería suficiente. En España, de acuerdo con un ejercicio elaborado por el medio El Mundo, uno de cada tres niños nacidos en España es hijo de extranjeros. En Francia e Inglaterra, la presencia de migrantes africanos podría provocar la misma situación que se observa en el país español.

Debido al impacto que está teniendo África en la reestructuración poblacional, la ONU concluyó que este continente “desempeñará un papel central en la conformación del tamaño y la distribución de la población mundial en las próximas décadas”. Incluso manifestó que los africanos representarán el 40% de la población mundial para 2100.

“Pero yo no solo diría que África, sino que también los habitantes de otras naciones subdesarrolladas, incluyendo nuestro país, podrían ayudar a disminuir el drástico declive que se tiene en las tasas de natalidad a nivel global. Si pensamos con tintes capitalistas, los hijos que tengan los africanos en estas naciones desarrolladas podrían ser la fuerza de trabajo que necesitan para mantener su economía estable”, señaló.

Consecuencias

Retomando el ejemplo que anteriormente se citó sobre Alemania, donde es probable que en 10 años la masa laboral sea insuficiente para cubrir las necesidades de este país, el maestro Julián Flores Arellano indicó que la baja natalidad en todo el mundo llevaría a una crisis severa.

“Para 2100, vamos a ser 50% jóvenes y 50% viejitos. Eso provocaría una población económicamente baja que afectaría el crecimiento económico, el ahorro, las inversiones, el consumo, los mercados laborales, y los sistemas de pensiones y jubilaciones. Eso desataría una crisis muy fuerte”, apuntó.

El experto de la FES Aragón lamentó que al tema no se le dé la prioridad que merece y que las medidas que se están tomando son más de reacción que de prevención. Por tanto, manifestó que el panorama no luce alentador para las generaciones venideras.

“Lo que hace Corea del Sur u otras naciones para fomentar el aumento de la tasa de natalidad es un intento desesperado y no ataca el asunto de raíz. Se necesitan nuevas formas de hacer política a raíz de esto. Sin embargo, de cierta forma ya se está haciendo algo en ese apartado. En México, ya es muy difícil encontrar un empleo que ofrezca la prestación de pensión; en Estados Unidos, se planea aumentar la edad para pensionarse y se ha reducido el beneficio de seguro social por jubilación. Son cambios que ya están ocurriendo, que son perceptibles y que toman en cuenta el envejecimiento de la población contra la falta de nacimientos, pero se deben plantear mejores soluciones ante este fenómeno”, concluyó.