A Jorge Ibargüengoitia se le ha considerado un autor de obras llenas de escenas graciosas, aunque él no se veía como un humorista en el sentido tradicional. En una entrevista, declaró que el humor que se le atribuye no es más que una “capacidad para ver la realidad desde una perspectiva peculiar”.
El número 42 de Material de Lectura está dedicado a Ibargüengoitia. En este volumen se puede leer una muestra muy pequeña de la extensa obra del escritor guanajuatense, quien escribió teatro, crítica literaria, novela y cuento.
Entre sus numerosos artículos periodísticos destacan sus reseñas de teatro publicadas en la revista Universidad de México entre 1960 y 1964, por las cuales se enemistó con muchos autores, y sus colaboraciones para la página editorial del Excélsior de Julio Scherer García.
Aunque se inició como dramaturgo, su primera obra exitosa fue la última que escribió: El atentado, de 1962. Posteriormente, publicó cuentos y novelas.
Entre sus obras más conocidas están Los relámpagos de agosto (1964), La ley de Herodes (1967), Maten al león (1969), Estas ruinas que ves (1974), Las muertas (1977), Dos crímenes (1979) y Los pasos de López (1981).
Desde su muerte en 1983 en un accidente de avión en el aeropuerto de Madrid, España, mucho se ha escrito sobre sus obras de teatro, sus novelas, sus ensayos y sus cuentos. Sin embargo, se desconoce en gran medida su obra dirigida a los niños, la cual abordó de una manera diferente a la acostumbrada, aunque mantuvo su característica ironía.
El Fondo de Cultura Económica, dentro de su colección para niños, publicó dos cuentos: El ratón del supermercado y sus primos del campo y El niño Tricilinio y la bella Dorotea. De Piezas y cuentos para niños (publicado en 1989) hay una recopilación de Planeta en la colección Booket.
Ibargüengoitia veía a los niños desde un punto de vista muy personal, considerándolos divertidos, irónicos e inteligentes. En sus historias para niños, se muestra poco solemne.
A Ibargüengoitia le molestaba que sus obras fueran consideradas humorísticas, pues afirmaba que no era ni payaso ni humorista, que no trataba de hacerse el gracioso, sino que solo expresaba lo que veía tal como lo veía.
Decía que si sus artículos eran ingeniosos, era porque tenía ingenio, y si eran arbitrarios, era porque él era arbitrario. Si eran humorísticos, se debía a que así veía las cosas, lo cual no era ni virtud ni defecto, sino un rasgo particular.
Él era su escritor favorito. Más de una vez afirmó que escribía un libro cada vez que quería leer un libro de Jorge Ibargüengoitia.
También se puede encontrar obra suya en descargacultura.unam.mx y en Literatura a la Carta.