DEL MÉXICO VERDE AL MÉXICO OCRE
- En nuestro país, originalmente, el ámbito ocupado por las selvas húmedas superaba los 255,000 km2, pero en la década de 1970, momento culmen del desarrollismo, hubo una gran destrucción de este ecosistema y a principios del siglo XXI las comunidades de selva húmeda primarias se habían reducido a escasos 44,000 km2.
Así se asienta en la página oficial de biodiversidad del gobierno de México. Y la doctora Julieta Benítez Malvido, del Laboratorio de Ecología del Hábitat Alterado, añade: “Después de los 25 años que llevo trabajando en la selva lacandona, y donde el único medio de entrada era por avioneta, ahora cualquiera puede acceder fácilmente por la construcción de carreteras, la alta deforestación para crear potreros ganaderos, y más recientemente por los sembradíos de palma de aceite africana. Por eso veo el tema sobre la conservación de nuestras selvas con cierto pesimismo”.
Compensa este sentimiento reconociendo que, en nuestra sociedad, hay mayor conocimiento de la ecología y más divulgación de la ciencia. Además, “ya existe en México ciencia de muy alta calidad, ciencia de frontera, para mitigar el daño que hemos hecho y afrontar el cambio climático. Se han hecho esfuerzos muy grandes, pero aún nos falta mucho más”.
Los ecosistemas naturales de nuestro país han ido disminuyendo en extensión respecto a su población. La cubierta vegetal original se contrajo enormemente durante los dos últimos siglos, mientras que la población se ha disparado de poco más de seis millones de habitantes en los inicios de la independencia hasta los más de 125 millones en la actualidad.
De la Amazonía a Montes Azules
La doctora Benítez Malvido está orgullosa de sus 25 años de investigadora, primero en el Departamento de Ecología de los Recursos Naturales, del Instituto de Ecología, y después en el CIECO – Centro de Investigaciones en Ecosistemas, ahora denominado Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad, ubicado en el campus Morelia de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Recuerda que al concluir su maestría en Inglaterra tuvo la gran oportunidad de hacer el doctorado en la Universidad de Cambridge, donde se informó sobre el devenir de un proyecto muy atractivo: Dinámica biológica de fragmentos forestales en la Amazonía central. “Y me dije: ‘Aquí es lo mío. Y así empezó mi ir y venir por las selvas tropicales”.
Dos años de vivencias y experiencias en este lugar para obtener el grado de doctorado le enseñó que los trópicos son maravillosos, donde el investigador se vuelve parte del sistema. “Pero hay muchas enfermedades parasitarias”.
El amor a la ciencia encaminó a la joven doctora Benítez Malvido a proseguir su formación académica y se abocó al estudio de un posdoctorado en la UNAM, bajo la tutela del doctor Miguel Martínez Ramos, a cuyo término se incorporó como investigadora en la Reserva de la Biosfera de Montes Azules, en Chiapas.
Sus principales líneas de trabajo son la fragmentación del hábitat, la regeneración y restauración de selvas, así como las interacciones bióticas en sistemas alterados por actividades humanas.
Árboles y plantas, mamíferos y organismos microscópicos
“Lo que me interesa a mí y a mi grupo de trabajo es conocer la forma en que las actividades humanas interfieren con los procesos ecológicos de las selvas, principalmente en el trópico húmedo. También hemos participado y desarrollado proyectos en el trópico seco, en la reserva de Chamela-Cuixmala en Jalisco. Y más recientemente, en los bosques templados de Michoacán, en el Cinturón Volcánico Trans-Mexicano. Además, hemos colaborado en proyectos con anfibios y reptiles”, apunta la investigadora.
Sus 25 años de labor le han enseñado que a medida que un científico va avanzando académicamente siente el impulso de diversificarse y ampliar los campos de investigación. Confiesa que les dice a sus alumnos: “Vamos a pensar locuras, porque en los trópicos es posible cualquier idea, las posibilidades son infinitas”.
Además de árboles y plantas, también ha participado en investigaciones sobre diversos organismos microscópicos, como nemátodos y hongos patógenos. También ha colaborado en trabajos sobre mamíferos, como el mono araña, el mono aullador y el tapir, así como sobre el coyote. “Me he ido diversificando, pues, aunque originalmente empecé con regeneración de selvas, una cosa me fue llevando a la otra”.
Reserva de la Biosfera de Montes Azules
Señala la doctora Benítez Malvido que este es el trecho de bosque tropical perennifolio más grande de Mesoamérica, con 330,000 hectáreas, y que cuesta mucho trabajo mantenerlo.
“Recuerdo que cuando trabajé allá había invasiones constantes. Uno de los problemas actuales más acuciantes es que se ha permitido, no en la reserva, pero sí en los ejidos, del otro lado del río, la plantación de palma de aceite y de chile, donde se aplican insecticidas, los cuales también han provocado problemas de salud en la población. Desde mi perspectiva, la conservación tiene que ir de la mano del desarrollo sustentable de las personas que habitan esos lugares. No se puede conservar sin tomar en cuenta a los usuarios de esos servicios”, refiere la académica.
Durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, se revela en la página oficial de la SEMARNAT, las selvas tropicales húmedas de México fueron transformadas en terrenos agropecuarios. De esta forma, fragmentadas y reducidas, quedaron solo dos macizos importantes, el de los Chimalapas, en Oaxaca, y el de la selva Lacandona, en Chiapas.
Socioecosistemas y parataxónomos
De las palabras y experiencias de la doctora Benítez Malvido se desprende que el científico-investigador de hace un par de décadas ya no tiene cabida en la actualidad. Tras reiterar que se ha ido desarrollando académicamente, apunta que “a lo que antes se llamaba ecosistemas ahora se conoce como socioecosistemas. Uno tiene que ponerse en contacto con la gente que habita esos lugares. Las personas que nos ayudan poseen un conocimiento muy importante, y por eso se les llama parataxónomos, por su conocimiento tan amplio de la fauna y la flora de su entorno. Son nuestra mano derecha, nuestros ojos, nuestros pies, nuestra voz”.
En el pasado, estos parataxónomos, prosigue la experta, colaboraban en la colecta de datos y con el trasporte, pero hoy nuestra labor científica se ve muy beneficiada con un trato mucho más directo a través de entrevistas.
La doctora Benítez Malvido les ha dado voz en su trabajo de investigación sobre las diversas especies del género heliconia en Chajul, Chiapas. Estas bellas plantas, dado su uso ornamental, son objeto de interés por su importancia económica. Ahí las aprecian por su elegancia y bellos colores; además, aprovechan sus hojas como teflón para cocinar porque no se pegan los alimentos. En estos momentos se sigue explorando su producción para venta, pero es un proyecto que está en sus fases intermedias. Afirma la experta que en Hawaii hay grandes plantaciones de heliconias.
El interés científico reside en conocer sus enemigos naturales, que son hongos patógenos, insectos, virus y bacterias, así como sus polinizadores, colibríes y mariposas, cuyas orugas se alimentan de su follaje. Entonces, las heliconias ayudan a conservar a los colibríes y a las mariposas. También los murciélagos tenderos aprovechan las grandes hojas de estas plantas para pernoctar y resguardarse de la lluvia. “Abordamos diferentes aspectos de la importancia de las heliconias”.
Los peligros de la palma de aceite
Exuberantes estas selvas en recursos naturales, en los últimos años han sido arrasadas para “meter el cultivo de la palma de aceite. Lo que más tristeza me ha dado es que gente que había mantenido las caobas en sus parcelas, las han quitado para plantar palma de aceite”.
En sus ires y venires por la selva en busca de caobas infestadas con hongos patógenos del género Fusarium, que también ataca a los cultivos de mango, advirtió Benítez, con enorme desasosiego, que “donde antes hubo caobas ahora ya hay palmas de aceite. No sé mucho de este tema, pero lo poco que vi no me gustó. Mi opinión es que no se debería deforestar la selva para poner estas plantaciones; si por fuerza quieren cultivarla, que se aprovechen las zonas que ya estén deforestadas y abandonadas. Porque hay muchos potreros abandonados”.
La doctora Julieta Benítez Malvido, no obstante estas contrariedades, “que siempre las ha habido”, es optimista e invita a todos los jóvenes a sumarse al gran esfuerzo para hacer de nuestro planeta un espacio más habitable para toda especie biológica.