Explora unam global tv
Explora unam global tv
explorar
Explora por categoría
regresar

El racismo entre nosotros

En junio una corporación estadounidense de alimentos anunció que retiraría la marca y el logotipo de uno de sus productos, con más de 130 años en el mercado, por basarse en un estereotipo racial. Como sociedad tardamos décadas en cuestionarnos la imagen estereotipada de la Tía Jemina. ¿Cuántas palabras, frases o comportamientos promueven el racismo y no somos conscientes? Y sin embargo lo seguimos promoviendo.

La doctora Olivia Joanna Gall Sonabend, investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM define al racismo como: “Un sistema social clasificatorio de los seres humanos y un sistema de organización de relaciones de poder desiguales entre grupos humanos que están basadas en la creencia de que los seres humanos somos lo que se llama racialmente diferentes y que somos racialmente superiores o inferiores”.

La especialista explicó que el concepto raza surgió aproximadamente en la segunda mitad del siglo XVIII y fue producto de la creación de los estados-nación modernos que se concibieron bajo el principio filosófico, político y jurídico de que los seres humanos desde del nacimiento serían iguales ante la ley, con los mismos derechos civiles, políticos y sociales. Sin embargo, destacó que hubo una cantidad considerable de grupos excluidos de esa igualdad y la justificación era que se consideraban biológicamente diferentes e inferiores, entre ellos las mujeres, que no eran iguales ante la ley o los inmigrantes que representaban minorías.

Este concepto fue apoyado por una de las corrientes científicas más poderosas, la antropología física que surgió como una disciplina cuyo objetivo era demostrar que había razas humanas. Actualmente se ha demostrado que no existen las razas y que no hay grupos biológicamente diferentes a otros, mencionó.

“Cuando se descubrió, se leyó y se descifró el genoma humano en el año 2000 se comprobó con absoluta certeza de que los seres humanos todos y todas en este planeta, somos más de siete mil 500 millones de habitantes, somos no parecidos, no iguales, sino idénticos en un 99. 9 por ciento de nuestro genoma. A partir de ese día el racismo se debió de haber caído porque rompió con la creencia científica, pero también social y política, de que había razas inferiores y superiores por su biología”.

La académica mencionó que a pesar de este aporte científico en el fondo las personas siguen creyendo que hay una diferencia biológica. “Siguen entendiendo que las personas de piel llamada blanca (que no existen las pieles blancas) son de la raza blanca, que las personas de piel negra son de la raza negra y las personas de ojos rasgados que vienen del lejano oriente son una raza”.

De esta manera, la sociedad continúa pensando en términos de razas, lo que resulta en un mundo racializado, que vive bajo la creencia, que se convierte en prácticas, de que en el fondo estamos divididos.

La coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Racismo y Xenofobia (SURXE) destacó que existen múltiples racismos que operan de formas distintas y se manifiestan en prácticas sociales, inclusive en los sistemas políticos, jurídicos y en las relaciones cotidianas. Como el caso de regímenes raciales, racismo nazi, el apartheid y el racismo en los ex Estados Confederados. En dichos ejemplos la estructura de poder, la jurídica, la económica, la política, la social y la cultural estaba imbuida en las estructuras que establecían prácticas y relaciones racistas.

Enfatizó que para entender cada tipo de racismo es necesario considerar el país, la región, la circunstancia y la época histórica, debido a que dentro de cada nación operan relaciones racializadas que se convierten en prácticas de poder y de desigualdad en función de la historia de las relaciones sociales de producción, pero también de las relaciones interétnicas e interculturales en cada país.

¿Qué hacer?

“¿Cómo romperlo? Así como el mundo luchó contra los nazis para evitar que ellos dominaran el mundo y siguieran con estas prácticas, genocidas y exterminantes de lo que ellos consideran razas inferiores. ¿Cómo se acabó el apartheid?, con toda la lucha del Congreso Nacional Africano (CNA), Nelson Mandela y Steve Biko y que acabaron por tumbar ese régimen”.

Recordó la lucha contra el racismo de Estado de los años 60 en Estados Unidos y el movimiento de los derechos civiles que fue cambiando la parte jurídica, política y legal. Destacó que México se considera como un país no racista, porque se ha constituido sobre la base de un proyecto civilizatorio, cultural y racial mestizo, contrario a lo que establece el racismo científico (el más clásico) que un país racialmente fuerte, sólido y con futuro, tiene que estar constituido en sangre puras y culturas puras. De lo contrario, la población no tiene futuro y es producto de una perversión.

“México exalta la mezcla y dice que no se nos puede llamar racistas, pero hay una trampa escondida. La trampa es que debajo de esta ideología del mestizaje de este proyecto mestizo, antes de convencernos de que lo que une es la mezcla, en el fondo el mensaje que se mandó a los pueblos indígenas en nuestro país fue: o te mestizas o no eres mexicano. Te mezclas o no vamos a respetar tus identidades diferenciadas”.

La doctora Olivia Gall concluyó diciendo que es necesario realizar un movimiento académico, político, social y cultural que exhiba, visibilice y resista contra el racismo y sus distintas manifestaciones para hacer consciente a la sociedad y de esa manera reconocer cuando la desigualdad y la falta de justicia tienen como componente al racismo.

Precisó que tanto el racismo como el patriarcado son sistemas de clasificación, de creación de relaciones de desigualdad, de relaciones de poder y creación de violencias múltiples basado en otro tipo de idea que el género femenino es inferior a las personas del género masculino.

“El patriarcado y el racismo son sistemas paraguas, ambos albergan en su seno manifestaciones que pueden ir de gravedad extrema, a actos de discriminación que lesionan la igualdad de trato y que pueden no ser tan violentos pero que sí parten de una base de un sistema violento”.