El Día Internacional de las Personas Sordociegas, conmemorado cada 27 de junio, rinde tributo a Helen Keller, una de las primeras personas sordociegas en graduarse de la universidad. Este día fue oficializado en 1989 en la “Declaración de las necesidades Básicas de las Personas Sordociegas” en Estocolmo, Suecia, y busca concienciar sobre la existencia y las necesidades de esta comunidad, promoviendo su integración efectiva en la sociedad.
La sordoceguera, considerada una de las discapacidades más complejas, combina dos importantes pérdidas sensoriales: la visual y la auditiva. Existen dos formas principales de sordoceguera: la congénita y la adquirida. La primera puede deberse a enfermedades virales durante el embarazo como la rubéola o meningitis, mientras que la segunda, denominada síndrome de Usher, implica sordera congénita con retinitis pigmentaria que puede evolucionar hacia la ceguera.
A pesar de las dificultades que enfrentan, cerca del 90 % de las personas con sordoceguera mantienen cierto grado de visión o audición. La comunicación es crucial para ellos, y se logra a través de métodos táctiles como la lengua de signos apoyada, el dactilológico en la palma, la escritura en mayúsculas en la mano o el Sistema Braille.
Este día no solo conmemora los logros de personas como Helen Keller sino que también insta a la sociedad a reconocer y responder a las necesidades de las personas sordociegas, fomentando una mayor inclusión y accesibilidad en todos los aspectos de la vida cotidiana.