Tras firmarse la nueva versión del T-MEC (Tratado entre México, EU y Canadá), de inmediato Donald Trump salió a declarar que éste era “el mayor logro de su presidencia”, algo que la doctora Claudia Maya, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN), pide tomar con reservas pues el acuerdo, por sí solo, le representa a Estados Unidos un 0.3 por ciento de su PIB y apenas 170 mil empleos, es decir, nada respecto a sus necesidades de crecimiento.
“En contraste, si consideramos que la economía mexicana depende en más del 80 por ciento de la de la Unión Americana, entonces entendemos por qué nuestro país aceptó subordinarse a las exigencias del vecino del norte. Nunca fue algo entre pares y, lo que sí, es que al firmarlo México cedió soberanía económica y política, y terminó por supeditarse a las conveniencias estadounidenses”.
Para la académica, la mayor evidencia de este sometimiento es que la última versión del acuerdo es la aprobada por el Senado de Washington y que las correcciones y modificaciones fueron las propuestas por el Partido Demócrata. “México tan sólo aceptó lo que tenía enfrente. De haber podido hubiera exigido una reforma migratoria —lo lógico en vista de sus 12 millones de connacionales trabajando en los EU—, pero no tuvo con qué negociar”.
Aunque la ratificación del T-MEC supone un respiro para la administración de Andrés Manuel López Obrador —que no creció en 2019 y estuvo a nada de declararse en recesión—, esto no ha generado optimismo en los mercados respecto a nuestro país y ello se aprecia en hechos como que recién fuéramos expulsados de la lista de los 10 países más atractivos para invertir o que un grupo de especialistas haya pedido no esperar impactos positivos derivados de este tratado ni en el corto ni en el mediano plazo.
“¿Entonces cuándo llegarán los beneficios tan anunciados? ¡Nunca!, y eso se veía venir desde el primer T-MEC (es decir, desde los años 90), pues al apostarle como vía de crecimiento a dedicar 80 por ciento de sus exportaciones al mercado estadounidense y no diversificar con otros socios comerciales, México se volvió totalmente dependiente de los Estados Unidos”.
Un aspecto a subrayar —señala la profesora Maya— es que al suscribir el T-MEC, los tres involucrados se comprometieron a no hacer uso de su política monetaria para promover sus exportaciones, lo que para México es como si un agente externo le colocara una camisa de fuerza y no pudiera ya tomar decisiones que le competen.
A todo esto se suma un punto que los medios han llegado a describir como “la píldora venenosa de Trump”: el artículo 32, que le impide a nuestro país establecer pactos comerciales con China, ¿y cómo podríamos entender el panorama económico actual sin la participación del gran capital chino?, pregunta la académica.
“Como se ve, hay aspectos más allá de lo comercial y de cuestiones de inversión que exhiben la debilidad del Estado mexicano, el cual ha subordinado su política económica y social a los intereses de EU. En el primer tratado había cierto rango de decisión, pero ya no más. Estas restricciones son mandatory, es decir, imposiciones dentro de un documento que ya tiene nuestra firma”.
La industria gana, la gente pierde
Uno de los rubros que más atrajo reflectores en las negociaciones fue el automotriz, debido a que en 2016, durante su campaña presidencial, Trump se comprometió a reactivar el llamado rust belt y a obligar tanto a Chrysler como a otras ensambladoras a retornar a ese cinturón industrial después de que éstas se trasladaran al sur de la frontera en vista de que un trabajador allá cobraba hasta nueve veces menos (en México se paga 2.5 dólares la hora y en EU, 21).
“Para forzar tal regreso se propone en el T-MEC elevar el salario en México a 16 dólares la hora, pero sólo en el ensamblaje o en la elaboración de piezas automotrices, no en los demás sectores. Jamás se planteó una reforma laboral ni dar movilidad a esa fuerza humana, como hace la Unión Europea, por lo que no se puede hablar de una mejora contundente en las condiciones de nuestros trabajadores. Además, falta ver si esas empresas pagarán más aquí o si deciden que, para maximizar sus rendimientos, prefieren mantener los sueldos bajos y cubrir el costo de los aranceles”.
Otro punto a considerar es el tocante a las empresas farmacéuticas, pues ahora reciben mucho mayor protección. “Antaño las patentes duraban de cinco a ocho años y después las fórmulas se liberaban. Ahora dicho lapso se extiende por una década, haciendo que el consumidor final tenga que pagar más por sus medicamentos”.
Uno de los argumentos dados por el gobierno en favor del nuevo T-MEC es que éste asegura la “estabilidad económica de México”, aunque a decir de la doctora Maya, si fuera así, dicha situación no sería muy larga ya que “uno de los aspectos anexados es la revisión periódica del tratado, es decir, cada 16 años enfrentaremos la incertidumbre de si continúa o no. Eso no estaba antes”.
“Éstas son algunas de las cosas que se saben, pero también hay mucho del acuerdo no se hizo público, a tal grado que hubo empresarios mexicanos molestos con el negociador, Jesús Seade debido a que, en su opinión, pactó solo y no informó de asuntos como qué papel jugarán los inversionistas o la banca. He hurgado en las noticias y lo dado a conocer a la gente no es todo lo que se firmó”.
Por ello, la académica sugiere comenzar a hacer preguntas, pues aunque se ha hablado mucho sobre elevar los salarios de nuestros trabajadores automotrices, ¿dónde queda el sector agrícola?, ¿qué pasará con la transferencia tecnológica para empresas mexicanas? “De eso no se habla, quedó sellado para las corporaciones”.
Por éstas y otras razones, la doctora Claudia Maya es enfática al señalar que las beneficiadas del T-MEC son las corporaciones; no los trabajadores y, por supuesto, no México.
“Se firmó el tratado, pero no se solucionan los grandes problemas del país; de hecho, las corporaciones están rogándoles a las matrices invertir más y éstas no lo hacen, con todo y la certidumbre económica que, se dice, brinda la ratificación del T-MEC, ¿y por qué? Porque hay problemas en la economía mundial y la recesión, el desempleo y la desigualdad no se resuelven con un acuerdo de libre comercio, ni tampoco aplicando las mismas políticas de austeridad en general”.