“¿Cuál es la primera gran obra literaria de la civilización occidental? – pregunta Guillermo Hurtado, investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM -. La Ilíada, la historia de una guerra cruel y sanguinaria. El poema alaba a sus héroes y ensalza sus proezas. He aquí un ejemplo, entre otros, de cómo guerra ha sido enaltecida como una empresa admirable. Los héroes son, casi siempre, héroes de guerra. Y, sin embargo, la guerra también nos parece algo repudiable.
Acerca de la guerra, como de cualquier otra cosa, podemos tener opiniones encontradas: desde las más negativas, hasta las más positivas. La filosofía tiene que colocarse entre esos extremos. Hay que reflexionar críticamente sobre las razones que nos pueden mover a pensar de una u otra manera”.
Para Hurtado, lo más difícil es encontrar el punto medio. “Para algunos es fácil tomar una postura radical, por ejemplo, defender un pacifismo a ultranza; sin embargo, ha habido algunos filósofos, como Bertrand Russell, que han sido capaces de distinguir los matices. En la Primera Guerra Mundial, Russell fue un pacifista, incluso fue a la cárcel por negarse a participar en ella. Pero en la Segunda Guerra Mundial, Russell pensó que la guerra era necesaria. Podemos ver, entonces, que el pacifismo de Russell no era dogmático, sino que se ajustaba al examen crítico de las circunstancias.
Se ha escrito mucho a favor de la guerra como un medio para alcanzar un fin justo: “pienso en las guerras revolucionarias, por ejemplo, en la Revolución Francesa, una guerra civil que se ha considerado como necesaria, porque el estado de cosas que se alcanzó después de ella fue mejor del que había antes. Lo que se ofrece, en este caso, es una justificación de la guerra dentro de la lógica de los medios y los fines: hay fines por los que es correcto ir a la guerra. No obstante, hay filósofos, como Tolstoi, que han afirmado que ninguna guerra es justificable, ni siquiera una guerra defensiva. Esta visión puede resultarnos extrema, pues, en ocasiones, hay guerras que son medios para fines valiosos. El problema es: ¿hasta qué punto se puede hacer uso de la violencia para alcanzar un fin valioso? No es fácil responder esta pregunta. Pensemos, por ejemplo, ¿acaso hay un fin que justifique el uso de bombas atómicas?”
¿Hay guerras justas?
Hurtado comenta que ha habido filósofos que han hablado de la guerra justa, como el filósofo español Francisco de Vitoria, fraile dominico y catedrático de la Universidad de Salamanca. Según Vitoria, son justas aquellas guerras que se hacen para defender a personas a quienes se les violentan sus derechos básicos o para detener genocidios o para impedir crímenes de lesa humanidad. Vitoria acuñó el concepto de “guerra justa” durante la conquista de América, y aunque contempló razones a favor y en contra de considerar a la conquista como justa, al final concluyó que sí lo fue. “Es un problema que la filosofía pueda ofrecer justificaciones a ciertas guerras. Se han dado justificaciones filosóficas a todo tipo de guerras y el tema no puede quedar fuera de la filosofía. Uno de los primeros textos filosóficos, atribuido a Heráclito, afirma que la guerra es la madre y diosa de todas las cosas. ¿Qué entendía Heráclito por la guerra? ¿Lo mismo que nosotros?”
¿Cuándo se volvió mala la guerra?
“Un cambio en la apreciación moral acerca de la guerra – señala el especialista – aconteció con en el surgimiento de la civilización cristiana, la cual es, por principio, antibélica; aunque haya habido cruzadas y otras cosas terribles, como la Inquisición. El mensaje de Jesucristo va en contra de la violencia en todas sus formas y de aquí se plantea una utopía de la paz que afirma que en el fin de los tiempos la guerra ya no existirá, los seres humanos ya no se matarán entre ellos. Es interesante que la paz universal sea un ideal de la humanidad, presente en muchas culturas, en muchas matrices religiosas, a pesar de que la historia de la humanidad es una historia de guerras permanentes”.
“Lo que algunas religiones han imaginado como una promesa para el más allá, en la historia de la filosofía se ha pensado como algo que puede alcanzarse aquí en la Tierra. Este es el ideal filosófico de la paz perpetua. Lo que se sostiene es que los seres humanos deben ser capaces, por medio del ejercicio de su razón, de construir un mundo en el que no existan las guerras. No tenemos que esperar a que Dios implante un nuevo orden de paz, sino que somos nosotros, los humanos, quienes, por medio de nuestra inteligencia y nuestra voluntad, seremos capaces de terminar con el mal de la guerra”, apunta Hurtado.
Distinguir entre guerra y conflicto
Para el especialista es necesario distinguir entre la guerra y el conflicto: “Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, las acciones bélicas cesaron, pero el conflicto siguió latente. Se firmaron los Tratados de Versalles, pero el conflicto europeo no se resolvió, tanto así, que poco después estalló la Segunda Guerra Mundial, que, de acuerdo con algunos especialistas, fue una consecuencia de los problemas no resueltos por la paz de Versalles.”
“Podría decirse que lo mismo sucedió con la llamada Guerra Fría y que lo que vemos ahora es la erupción bélica de un conflicto no resuelto entre Europa y Rusia”.
Sobre la forma de acabar con una guerra, Hurtado comenta: “Acabar una guerra no es fácil, pero puede ser más fácil que acabar con un conflicto. Los conflictos pueden durar cientos, miles de años. Acabar con un conflicto es complicadísimo, porque involucra, además de razones y cálculos, emociones y memorias, que son muy profundas. En el plano interpersonal la guerra puede acabar, pero el conflicto permanecer de muchas otras maneras. Así como podemos distinguir entre la guerra y el conflicto, podemos distinguir entre dos tipos de paz: la paz como lo contrario de la guerra y la paz como lo contrario del conflicto. Como lo contrario a la guerra, puede haber una paz en la que siga habiendo elementos conflictivos; por eso, el ideal más alto de la paz tendría que ser no sólo el de lo contrario de la guerra, sino del conflicto. Un mundo donde podamos ir más allá de las rencillas, envidias, enemistades, resentimientos, para poder vivir como hermanos, es el gran ideal de la fraternidad universal en donde todos nos tratamos como miembros de una misma familia, la familia humana. El sueño es hermosísimo. ¿Es eso posible? Yo sí lo creo.