Un oasis urbano para una especie fascinante
En el corazón de Ciudad Universitaria, entre los senderos volcánicos y las flores, revolotea una de las especies más fascinantes del continente americano: el colibrí berilio (Amazilia beryllina), un pequeño habitante de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA) que ha encontrado aquí un oasis ideal para vivir, alimentarse y reproducirse.

Este colibrí no solo es un símbolo de la riqueza natural de la UNAM, sino también un recordatorio vibrante de la conexión entre aves, flores y ecosistemas.
“Estas aves son joyas volando. No sólo por sus colores brillantes, sino por la complejidad de sus comportamientos”, explicó Alejandra Alvarado, divulgadora de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM.
Características del colibrí berilio
El colibrí berilio mide entre 9 y 10 centímetros. El macho se distingue por su plumaje verde brillante, destellos rojizos y púrpuras en alas y cola, y un pico recto adornado con una base rojiza que se afila hacia una punta negra. La hembra, en contraste, presenta colores más opacos, en tonalidades verdes y pardas, lo que dificulta su identificación a simple vista.
El lujo de tener colibríes en la ciudad
Los colibríes —también conocidos como chupa-rosas o pájaros mosca— son originarios exclusivamente del continente americano. Existen más de 300 especies distribuidas desde Alaska hasta Tierra de Fuego, de las cuales México alberga alrededor de 50. En la Ciudad de México se han registrado cerca de 20 especies, aunque algunas son migratorias.
Afortunadamente, el colibrí berilio puede observarse todo el año en las áreas verdes de Ciudad Universitaria, gracias a que encuentra plantas que florecen incluso en temporada seca, lo cual le garantiza una fuente constante de alimento.
Acrobacias y maternidad diminuta
Una de las conductas más impresionantes del colibrí berilio ocurre en temporada reproductiva, cuando el macho realiza vuelos acrobáticos para atraer a la hembra. Si tiene éxito, ella se encargará de construir el nido: una estructura de apenas 2 centímetros de diámetro, hecha con telarañas, musgos y hojas.
“En la ciudad hemos encontrado nidos con una altura de 1.50 metros del suelo, pero si hay gatos, los ponen más alto”, explicó la experta.
Cada nido alberga uno o dos huevitos del tamaño de un grano de café. La madre se dedica por completo a la incubación —que dura entre 15 y 20 días— y a la alimentación de los polluelos durante el primer mes de vida.
Metabolismo acelerado, corazón incansable
Con un corazón que puede latir hasta mil veces por minuto, los colibríes necesitan grandes cantidades de energía. Su dieta principal es el néctar de las flores, una mezcla rica en azúcares, proteínas, vitaminas y minerales.

Durante la temporada reproductiva también consumen pequeños insectos para complementar la nutrición de sus crías.
A pesar de su tamaño diminuto, pueden vivir entre tres y cinco años, aunque gracias a estudios de marcaje con anillos realizados por investigadores de la UNAM, se han documentado casos de colibríes berilio que han llegado a vivir hasta doce años.
¿Dónde puedes ver al colibrí berilio?
Además de la REPSA, estos colibríes se encuentran en regiones con vegetación similar, desde el sur de Estados Unidos hasta Honduras, cruzando diversos ecosistemas mexicanos. La Sierra Madre Occidental es una de sus zonas predilectas.
Para identificar ésta y otras especies en la ciudad, se recomienda consultar:
- La guía gratuita de aves de la Ciudad de México publicada por la CONABIO.
- La plataforma colaborativa iNaturalist.
Un agente clave en la polinización
El colibrí berilio es mucho más que un ave bonita: es un actor clave en la polinización, un indicador de salud del ecosistema y un motivo para proteger las áreas verdes urbanas.
“Somos la envidia del otro lado del charco”, dice la bióloga con humor. Y es cierto: estas joyas voladoras solo viven en América. Cuidar su hábitat es también cuidar nuestro patrimonio natural.
Cada vez que toma néctar de una flor, sus plumitas se llenan de polen, que luego deposita en otras flores. Esto permite la fertilización cruzada, la producción de frutos y semillas, y la regeneración de los ecosistemas.
Conservación desde la UNAM
En la UNAM hay estudios y acciones concretas para su conservación. Desde la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, la investigadora María del Coro Arizmendi Arriaga, con el apoyo de otros institutos y los bachilleratos de la UNAM, ha creado jardines especializados en colibríes en diversas sedes universitarias.
Además, se ha realizado una documentación sistemática de las especies presentes en la REPSA, lo que ha permitido a la comunidad universitaria adquirir conocimientos que se transforman en aportes concretos a la conservación de la biodiversidad urbana mexicana.