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El cobre: fundamental para la transición energética

Debido al contexto actual de crisis climática, el aumento de la demanda energética y la urgente necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, el mundo se encuentra en una fase decisiva hacia una transformación estructural de sus sistemas energéticos. La llamada transición energética implica reemplazar las fuentes fósiles por aquellas renovables, limpias y sostenibles, como la solar, la eólica, la hidroeléctrica y otras tecnologías emergentes.

En este proceso se involucra un metal que la humanidad ha utilizado por más de 10 mil años con distintos fines, pero que en la última década ha adquirido un papel clave en la generación de energía limpia: el cobre. Gracias a su alta conductividad eléctrica y térmica, su maleabilidad y durabilidad, ha sido fundamental a lo largo de la historia, y hoy es esencial para el funcionamiento eficiente de tecnologías como los sistemas de generación renovable (paneles solares), vehículos eléctricos, estaciones de carga, almacenamiento de energía y redes de transmisión y distribución eléctrica.

Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, en 2014 la producción mundial de cobre era de 18.4 millones de toneladas; para 2023, esta cifra aumentó a 22 millones. La Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) proyecta que para 2040 la producción podría alcanzar los 33 millones de toneladas.

En el presente artículo, el Dr. Isidro Téllez Ramírez, investigador del Departamento de Geografía Económica del Instituto de Geografía de la UNAM (IGg), nos habla del panorama actual de este metal a nivel global y en México, así como de los desafíos que enfrenta: el impacto ambiental y social de su extracción, la necesidad de expandir su producción de manera responsable y la creciente competencia geopolítica por el control de sus reservas.

Importancia histórica y actual del cobre

El cobre ha sido históricamente fundamental para el desarrollo de las civilizaciones humanas. Fue clave en la transición de la Edad de Piedra a la de los Metales, ya que permitió fabricar herramientas más eficientes (como hachas, cuchillos y punzones) y objetos decorativos. Más tarde, se usó en monedas y estructuras arquitectónicas; además, al combinarse con estaño, impulsó avances en armamento, en la agricultura y en el arte.

Hoy en día, el cobre es el tercer metal más utilizado en el mundo, después del hierro y el aluminio. Su relevancia actual se debe a varias ventajas frente a otros materiales. Téllez Ramírez apunta las tres principales:

*Tiene una alta conductividad eléctrica (solo superada por la plata y el oro, cuyo uso es mucho más costoso).

*Es reciclable casi en un 100%, lo que lo convierte en un material sustentable.

*Se puede producir a gran escala, a diferencia de otros sustitutos como el grafeno.

Estas propiedades hacen del cobre un elemento indispensable en la transición energética. Las tecnologías renovables —la eólica, la solar y la hidráulica— dependen en gran medida de él. Por ejemplo, se estima que una planta solar utiliza entre 2,450 y 6,985 kg de cobre por megavatio (MW) de capacidad instalada. La central fotovoltaica de Puerto Peñasco, en Sonora, tendrá una capacidad de 1,000 MW una vez completada.

Además, su uso se extiende a tecnologías comunes como los vehículos eléctricos y a sectores de vanguardia como la inteligencia artificial, que requieren grandes volúmenes de cobre para hardware, cables, chips y servidores.

Ante este escenario, BHP Billiton, una de las compañías mineras más grandes del mundo, señala que la demanda mundial total de cobre se ha incrementado a una tasa de crecimiento anual compuesta (TCAC) de entre 2 % a 2.6 % desde 2021. Por ello se plantea el siguiente cuestionamiento: ¿qué futuro le depara al cobre en un mundo cada vez más dependiente de la innovación tecnológica y la transición energética?

Tenemos lo suficiente, pero…

En los últimos años, en la industria metalúrgica se ha sostenido un debate en torno a si se tiene o no suficiente cobre para cubrir la demanda con miras a cumplir la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, actualmente hay un déficit de suministro primario de cobre, mismo que se prolongará hasta el 2040.

El experto del Instituto de Geografía puso en contexto la cantidad de cobre: “

“Actualmente hay reservas estimadas para 40 años (y hasta 200 años si se consideran los recursos identificados y no identificados), pero concuerdo en que la producción actual de cobre es insuficiente para satisfacer la demanda proyectada para 20 años, porque no se están abriendo minas al ritmo necesario y para duplicar la producción actual se requerirían decenas de grandes minas nuevas. Entonces, abundancia tenemos, pero está limitada”.

La situación no es alarmante, pero, debido a la escasez relativa y el aumento de la demanda, se están buscando alternativas. Inicialmente, el reciclaje del cobre aparece como una solución viable. Este proceso, donde la tasa de reciclaje mundial es de 25% a 30%, tiene como ventaja el ahorro de energía, ya que al reciclar el cobre se consume 85% menos de energía que al producirlo.

Sin embargo, esta alternativa también presenta dificultades técnicas, ambientales y logísticas:

*El cobre suele estar mezclado con otros metales (latón, bronce, etc.), lo que complica su separación y purificación. Además, este proceso requiere de fundiciones y refinerías especializadas para recuperar cobre de alta pureza.

*El cobre reciclado a menudo debe enviarse a largas distancias, principalmente a Asia, donde están la mayoría de las instalaciones de reciclaje.

*Las fundidoras y refinerías emiten gases contaminantes, incluso más que algunas minas.

Antes estos inconvenientes, se podría pensar en el uso de otros materiales, como el aluminio y el PVC (policloruro de vinilo). Sin embargo, aunque el aluminio es muy abundante y más barato que el cobre, su conductividad eléctrica es menor. Por su parte, el PVC, que actualmente es usado para la canalización de agua en viviendas, es un material con menor resistencia y potencialmente contaminante.

En resumen, aunque hay suficiente cobre, no se cuenta ni con el ritmo de producción ni con la infraestructura necesaria para satisfacer la demanda futura. La clave está en invertir en nuevas tecnologías de extracción, ampliar la capacidad de reciclaje y fomentar el desarrollo de sustitutos eficientes que permitan aliviar la presión sobre este recurso estratégico sin comprometer la transición energética, ni provocar problemas geopolíticos como guerras comerciales.

Evitar el extractivismo depredador

Aunque satisfacer la demanda de cobre para energías renovables requerirá abrir decenas de minas adicionales, Téllez Ramírez advirtió que explotar el cobre de forma desmedida será otra fuente de contaminación, especialmente del agua y la atmósfera, por lo que es necesario que la industria se adapte para ser más responsable.

En los últimos años ha habido accidentes en minas de cobre que han provocado la muerte de trabajadores en Zambia y el Congo. Por otro lado, en México, en 2014, ocurrió un derrame de sulfato de cobre en el río Sonora; esto impactó en la salud de las personas, se perdieron cultivos y ganado, hubo cierre de pozos y norias, y afectaciones económicas por 20 millones de pesos.

Si bien el cobre es clave para la transición energética, el experto universitario enfatizó que debe ser explotado de manera sustentable, con participación del Estado y de las comunidades locales, fiscalización estricta y una verdadera rendición de cuentas por parte de las compañías mineras, para evitar que el progreso tecnológico se construya a costa del deterioro ambiental y la desigualdad social.

De igual manera, es necesario que el consumo sea regional o continental, para evitar la contaminación que produce transportar el cobre desde largas distancias. Además, su uso debería enfocarse a necesidades indispensables y priorizar los productos duraderos. Por ejemplo, dice Téllez Ramírez, tendríamos que buscar alternativas para dejar de usar el cobre en los celulares, puesto que estos dispositivos tienen una vida útil de solamente tres o cuatro años.

 México y el cobre

Usualmente, México se ubica en el noveno o el décimo lugar mundial en la producción de cobre; la producción de Chile, el principal productor-exportador, es siete veces mayor. Por otro lado, nuestro país ocupa el quinto lugar en reservas, lo que cobra especial importancia de cara a una transición energética.

México también tiene potencial para sacarle más provecho al mercado de las aleaciones, debido a la ubicación geográfica (cercanía con Estados Unidos, que es uno de sus principales mercados). Además, en nuestro país no solo se extrae el cobre, sino que éste también se procesa (fundición, refinación y manufactura de productos como alambres y tubos) y es clave para la industria automotriz, particularmente en el ámbito de la electromovilidad.

Sin embargo, en la opinión de Téllez Ramírez, el Estado debería tener un papel más activo para aprovechar este mercado. “No hay ningún beneficio para la población. Hay una gran área de oportunidad, pero se debe impulsar una visión más pública o mixta sobre el control del cobre como recurso estratégico, algo similar a lo que se viene haciendo con el litio. Por tanto, México debe adaptar sus políticas mineras para aprovechar la coyuntura con el cobre”, expresó.

El mundo se encuentra ante una encrucijada ambiental y sólo puede seguir el camino de la transición energética. Por ello, el cobre, un material tan importante para el uso de tecnologías limpias como los paneles solares, los vehículos eléctricos y las redes inteligentes, emerge como un recurso estratégico.