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¿Cómo enfrentar el ciberacoso? La violencia digital que desafía a la ley

A sus 19 años, un estudiante fue denunciado por usar inteligencia artificial para colocar los rostros de sus compañeras en cuerpos desnudos. Aunque el caso llegó al Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, terminó en absolución por falta de pruebas. Este episodio retrata un problema creciente: la violencia digital y la dificultad de la ley para encararla.

Este caso ejemplifica una problemática que va en aumento y que las leyes mexicanas aún no saben cómo abordar: la violencia digital que no siempre es sexual, pero deja profundas secuelas psicológicas en las víctimas.

En entrevista para UNAM Global, Alejandra Morán Espinosa, académica de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán en la materia de Derecho Informático, explicó que muchas de las humillaciones, amenazas y agresiones que ocurren en internet no están contempladas en la ley, lo que deja en el abandono a millones de personas, especialmente niñas, niños y adolescentes.

“No siempre se trata de acoso sexual. A veces se trata de degradar, humillar o controlar. Y eso también es violencia, aunque la ley aún no lo reconozca como tal”, comentó la también responsable del proyecto institucional de Investigación en Derecho Informático (IUSTICS) en la FES Acatlán.

¿Qué es?

El ciberacoso se manifiesta como una serie de conductas —ya sean físicas o digitales— destinadas a hostigar, humillar o agredir a una persona. A menudo se ejerce contra alguien en situación de vulnerabilidad, simplemente porque el agresor percibe tener más poder.

A veces incluso ocurre por omisión, cuando personas testigos del acoso no intervienen ni denuncian. De acuerdo con el INEGI, una de cada cinco personas usuarias de internet en México fue víctima de ciberacoso en 2023. Esto equivale a 10.3 millones de mujeres mexicanas.

El Módulo sobre Ciberacoso (MOCIBA) 2023 reporta que 18.4 millones de personas de 12 años o más han sido víctimas. De ellas, el 56% son mujeres, principalmente jóvenes de entre 20 y 29 años (30.7%), seguidas por adolescentes de 12 a 19 (29.3%).

Además, el Banco Nacional de Datos e Información sobre Casos de Violencia contra las Mujeres (BANAVIM) documentó 2,515 denuncias de violencia digital entre enero de 2022 y mayo de 2023, un promedio de cinco casos al día.

“Las redes sociales, como quinto poder, han facilitado estas agresiones. Se puede hostigar sin siquiera mostrar la cara. Es una violencia cobarde, anónima y constante”, dijo la académica.

¿Cómo afecta?

El impacto más grave es emocional. Niñas, niños y adolescentes son quienes más lo sufren.

“Muchos no saben a quién acudir, no quieren verse como víctimas o sienten vergüenza. Eso los deja en estado de indefensión y silencio”, advirtió Morán.

Los daños pueden medirse en la conducta, en la salud mental e incluso en intentos de autolesión. Aunque existen protocolos en instituciones como la SEP, muchas veces no se activan o se ignoran, lo que revictimiza a quienes ya están en una situación vulnerable.

“Las escuelas tienen la obligación legal y moral de aplicar protocolos. Pero si los responsables no actúan, el mensaje es claro: no hay protección”.

Cada año, México suma hasta seis millones de nuevos usuarios de internet. Sin políticas públicas sólidas, los casos de ciberacoso seguirán aumentando.

Educar desde la raíz

La académica propone una solución estructural: incluir una materia sobre ética digital en el tronco común educativo, sin importar la carrera.

“Urge alfabetizar en el tema: enseñar qué es el ciberacoso, cómo prevenirlo y qué hacer si se sufre o se presencia”.

Además, considera necesario reforzar la salud emocional en escuelas y familias, y brindar herramientas para la denuncia, tanto jurídicas como digitales.

La Ley Olimpia

“La Ley Olimpia está enfocada principalmente en la violencia digital con contenido sexual, pero no contempla otras formas de acoso como el hostigamiento, la humillación o la degradación que viven muchas personas en línea, especialmente menores de edad”, explicó.

Aunque la Ley Olimpia fue un gran avance, tiene límites. Está centrada en el acoso y hostigamiento sexual digital, pero no cubre otras formas de violencia como el bullying virtual o la difusión de mensajes hirientes que buscan afectar psicológica o emocionalmente a la víctima.

“A veces no es sexual. Son actos que degradan, humillan y afectan profundamente a las personas. Y eso también es violencia, pero no siempre está enmarcado en la ley”.

¿Qué pasa cuando el acoso no es sexual?

Uno de los problemas más graves, señaló la entrevistada, es que muchas formas de ciberacoso no son castigadas porque no se consideran delito, o porque la legislación local las minimiza. Esto es particularmente preocupante cuando las víctimas son niñas, niños o adolescentes, quienes muchas veces normalizan estas violencias como parte de su vida cotidiana.

“Las víctimas sienten que están lejos de la justicia. Y si a ellos no les pasa, lo ven como algo normal: ‘lo bulearon’, dicen. Pero eso es gravísimo. Hemos llegado a un punto donde grabar, difundir y ser testigos silenciosos se volvió parte de la cultura digital”, advirtió.

Los códigos penales varían de estado a estado, lo cual genera desigualdad. Algunos apenas reconocen la violencia digital y otros imponen penalidades tan bajas que los agresores pueden salir libres con solo pagar una reparación del daño.

“Parece que el acoso no sexual es ‘lo menos grave’. Pero es igual de destructivo, sobre todo para personas jóvenes que lo viven cada día”.

La urgencia de denunciar… incluso si no somos abogados

Una de las recomendaciones más importantes, incluso si el caso no encaja perfectamente en la Ley Olimpia o en otro marco legal, es denunciar.

“No tenemos que ser abogados ni saber de leyes. Lo importante es que la autoridad sepa lo que ocurre. A veces un acto de acoso puede estar relacionado con otros delitos que sí se pueden investigar”, explicó.

Hoy existen plataformas de denuncia en línea y mecanismos digitales en diversas fiscalías para iniciar procesos, incluso sin necesidad de acudir físicamente.

“La autoridad debe empezar a reconocer estas conductas como graves, porque afectan profundamente a sectores vulnerables que no tienen otra forma de defenderse”.

¿Y si no se castiga, entonces qué?

La falta de penalización o sanciones claras manda un mensaje preocupante: el agresor se va impune y la víctima queda sin justicia.

“Cuando un acosador no recibe castigo, se siente libre de seguir violentando. Y eso pasa mucho con el ciberacoso. Muchas veces ni siquiera se le generan antecedentes penales”.

La especialista advirtió que mientras el sistema judicial y legislativo no actúe de forma coordinada y homogénea, la violencia digital crecerá.

“Cada estado regula como quiere, según lo que le conviene. Y eso permite que las penalidades sean ridículas y no generen un cambio”.

Lo cotidiano no debería ser normal

No podemos normalizar el acoso, ni en línea ni en la vida real, agregó. Los niños, niñas y adolescentes lo ven como algo cotidiano, y muchas veces participan en él sin saber que perpetúan la violencia.

“No basta con decir ‘lo bulearon’. No es un juego. Es violencia, y como sociedad estamos fallando cuando no lo vemos así”.