En México, el cáncer de mama es la primera causa de muerte en mujeres en edad reproductiva. “El es primer problema oncológico del país para las mujeres y desde hace ocho años superó al cáncer cérvico-uterino. Todos los días mueren entre una y dos mujeres por esta causa en el país”, afirma Alejandro Zentella Dehesa, investigador del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBO) de la UNAM.
Aunque la enfermedad se visibilizó, recibe más atención y existen mejores esquemas de tratamiento gracias a una clasificación universal de los subtipos de cáncer, la mortalidad en nuestro país no disminuye significativamente, reconoció a propósito del Día Internacional de lucha contra el Cáncer de Mama.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel mundial cada año se producen 1.38 millones de nuevos casos y 458 mil muertes por este padecimiento. La incidencia aumenta en los países de ingresos bajos y medios, debido al incremento de la esperanza de vida y de la urbanización, así como a la adopción de modos de vida occidentales.
Para ese organismo, los conocimientos actuales sobre sus causas son insuficientes, por lo que la detección oportuna es la piedra angular de la lucha contra esta enfermedad.
Cuando se detecta precozmente se establece un diagnóstico adecuado y se dispone de tratamiento, las posibilidades de curación son elevadas. En cambio, tardíamente es difícil que se pueda ofrecer un tratamiento curativo. En tales casos son necesarios cuidados paliativos para mitigar el sufrimiento del paciente y sus familiares.
Programa institucional de la UNAM
En la UNAM existe el Programa de Investigación de Cáncer de Mama, cuyo principal objetivo es trasladar conocimiento que se genera en los laboratorios del IIBO (en Ciudad Universitaria y en sus sedes periféricas de los institutos nacionales de salud) al área clínica en los hospitales.
“Es común que los estudios básicos se realicen en cultivos de células o en modelos de ratones. Pero la traslación a los humanos no se puede hacer si no se tiene la colaboración de médicos clínicos que estén viendo pacientes, por eso practicamos la medicina trasnacional, que va del laboratorio a la clínica y viceversa”, precisa Zentella.
Explica que, hasta ahora, este programa universitario tiene cuatro estrategias para estudiar el cáncer de mama, a partir de su nivel más básico.
La primera es establecer una relación entre el cáncer de mama y alteraciones metabólicas ligadas a la obesidad y al sobrepeso, estudio se realiza en colaboración con la Clínica de Obesidad y Trastornos de la Conducta Alimentaria del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ).
“Hemos encontrado que mujeres con sobrepeso y obesidad, que empiezan a tener problemas con la respuesta a la insulina y toman un medicamento llamado metformina, desarrollan un suero neutralizante del tumor en un bioensayo que tenemos montado in vitro”, comenta el también coordinador de la Unidad de Bioquímica del INCMNSZ.
Esto es importante porque en los últimos diez años se sabe que la metformina protege a algún grupo de mujeres con sobrepeso para el desarrollo de cáncer de mama, y han encontrado que quienes se benefician son pacientes con una sintomatología diabética. “En estas mujeres la administración de dicho medicamento puede tener un efecto preventivo, que es una de las metas más ambiciosas del tratamiento del cáncer”, añade.
Detalla entonces la segunda línea de investigación: “El laboratorio de Alfonso León del Río (también del IIBO) ha identificado varias proteínas asociadas al receptor de las hormonas femeninas. Una de ellas hace que las células en el laboratorio se vuelvan resistentes al tratamiento clásico, que es un inhibidor.
“La expresión de esa proteína en modelos animales era de muy mal pronóstico, y se comenzó a probar en pacientes por primera vez. En colaboración con el grupo de Raquel Gerson en Oncología del Centro Médico ABC, los hallazgos muestran que esta proteína se expresa normalmente en la mama (algo que no se sabía) y comienza a tener una distribución aberrante cuando se asocia a cáncer”.
Zentella Dehesa añade que se encontró un subgrupo de pacientes en donde la proteína se expresa en forma anómala. Ahora se quiere hacer un estudio prospectivo con pacientes con diagnóstico nuevo de cáncer para buscar esta proteína y los receptores.
“Se le daría un seguimiento muy particular a estas pacientes, que si expresan la proteína no serían candidatas a un tratamiento clásico porque serían resistentes”, señala.
Al referirse a la tercera línea considera que es una aproximación moderna al cáncer. Se trata de reactivar el sistema inmune, para que las células de éste maten al tumor.
“El tumor aprende el idioma del sistema inmune y lo engaña, le hace creer que es parte del cuerpo y entonces el sistema inmune apaga sus mecanismos de destrucción en contra del tumor”, acota.
Pero las células que son capaces de matar al tumor siguen ahí. La inmunoterapia, que es la frontera de la inmunología, se basa en reactivar a esas células.
Y agrega: “Leticia Rocha (también del IIBO) encontró que las células tumorales expresan una molécula asociada al apagamiento del sistema inmune. Es algo muy novedoso que podría servir como un marcador para seleccionar a las pacientes que pudieran recibir inmunoterapia”.
La cuarta línea de investigación trasnacional tiene que ver con la prevención. “La forma hereditaria del cáncer de mama se debe a mutaciones que portamos los humanos y que nos hacen susceptibles a desarrollar la enfermedad”, detalla Zentella.
Gerson y Lenny Gallardo (del ABC) junto con María Teresa Tusié-Luna, del IIBO, realizan análisis genético de pacientes que tienen antecedentes para identificar cuáles son las mutaciones.
“Habiendo hecho esto se da un plan de seguimiento para identificar a los familiares que pueden ser portadores de estas mutaciones y que aún no han desarrollado cáncer de mama, para prevenir que les dé la enfermedad”, manifiesta Alejandro Zentella.
¿Qué es?
El cáncer de mama es el crecimiento descontrolado de las células mamarias.
De acuerdo con la Breastcancer.org, el término “cáncer de mama” hace referencia a un tumor maligno que se desarrolla a partir de células mamarias. Generalmente, éste se origina en las células de los lobulillos, que son las glándulas productoras de leche, o en los conductos, que son las vías que transportan la leche desde los lobulillos hasta el pezón. Con menos frecuencia, el cáncer de mama puede originarse en los tejidos estromales, que incluyen a los tejidos conjuntivos grasos y fibrosos de la mama.
Con el paso del tiempo, las células cancerígenas pueden invadir el tejido mamario sano circundante y llegar a los ganglios linfáticos (pequeños órganos que eliminan sustancias extrañas del cuerpo) de las axilas. Si las células cancerígenas llegan a los ganglios linfáticos, obtienen una puerta de acceso hacia otras partes del cuerpo.
Los estadios del cáncer de mama hacen referencia a lo lejos que se han propagado las células cancerígenas más allá del tumor original. El cáncer de mama siempre se origina por una anomalía genética (un “error” en el material genético). No obstante, solo de cinco a diez por ciento de los casos son producto de una anomalía heredada de la madre o el padre.
En cambio, de 85 a 90 por ciento de los casos de cáncer de mama tienen su origen en anomalías genéticas vinculadas al proceso de envejecimiento y al “desgaste natural” de la vida.
Existen múltiples factores relacionados con el desarrollo de esta enfermedad y la modificación de alguno ayuda a prevenirla; entre ellos:
Factores hereditarios como el antecedente familiar y mutaciones de los genes BRCA1, BRCA2, y TP53; también reproductivos, como el uso prolongado de anticonceptivos orales y terapias de sustitución hormonal, el inicio de la menstruación a edad temprana, aparición tardía de la menopausia, el primer embarazo en edad madura, el acortamiento de la lactancia materna, no tener hijos; consumo de alcohol, sobrepeso, obesidad y la falta de actividad física.
La educación de la población sobre los signos y síntomas de la enfermedad, así como la autoexploración, son de utilidad para fomentar la toma de conciencia entre las mujeres en situación de riesgo y la búsqueda de atención temprana. Además, la realización sistemática de mastografías en la población en riesgo demuestra ser el método más efectivo para la detección temprana de cáncer de mama.
Para reducir el riesgo
Como medida de detección oportuna se recomienda que todas las mujeres mayores de 25 años exploren sus mamas después de menstruar, tratando de encontrar alguna bolita. Ante la presencia de ésta, se debe acudir a evaluación médica.
Para reducir el riesgo de padecer cáncer de mama, se recomienda:
Practicar la lactancia materna por más de 12 meses.
Consultar a su médico sobre el uso de anticonceptivos orales.
Llevar una dieta rica en frutas y vegetales por su alto contenido de vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes.
Reducir al mínimo el consumo de grasas, azúcar y alcohol.
Mantener un peso adecuado.
Realizar actividad física al menos 30 minutos al día.
Para lograr un diagnóstico temprano y aumentar la sobrevida, es importante realizar autoexploración de las mamas a partir de los 20 años de edad, al menos una vez al mes, realizar mastografía cada dos años en mujeres mayores de 40, y en menores de 50 con antecedente familiar de cáncer de mama.