- Idotea balthica; la abeja del mar
La reproducción sexual de las plantas implica la transferencia de los gametos masculinos del polen a los gametos femeninos. Esta transferencia se conoce como “polinización” y puede ser ejercida por algunos animales, el viento o el agua. Particularmente, la polinización por animales es consecuencia de su alimentación y constituye una relación simbiótica que aumenta la diversidad genética de las plantas y su tasa de fertilización. Los insectos son los principales polinizadores de las plantas con flores y se piensa que esta relación simbiótica surgió hace más de 140 millones de años.
Hasta la fecha, sólo se tenía registro de algunos invertebrados marinos que, al buscar su alimento, transportaban los granos de polen de las flores masculinas a las femeninas del pasto marino. Este hallazgo contradijo la creencia de que la polinización por animales está ausente en el mar y planteó su presencia en la vida marina. Ahora, una investigación publicada el 28 de julio en la revista Science, demuestra que una especie de alga roja (Gracilaria gracilis) utiliza a un crustáceo (Idotea balthica) para transferir sus gametos masculinos, ampliando el alcance de la polinización a los ambientes marinos.
Los investigadores exploraron si la diseminación de gametos de las algas marinas ocurre a través de “animales polinizadores”. Para ello investigaron el alga roja G. gracilis, cuyos gametos masculinos no tienen flagelos y no se movilizan a un órgano o planta femenina para su fertilización. Varias observaciones demostraron que el transporte de los gametos del alga roja se lleva a cabo sobre el cuerpo del crustáceo, lo que aumenta la fertilización del alga.
Como consecuencia, las algas rojas proporcionan un refugio al crustáceo, además de que las diatomeas (algas verdes microscópicas) que se encuentran adheridas al alga roja, representan una fuente importante de alimento. A cambio, el alga roja se beneficia de una mayor tasa de crecimiento debido a la “limpieza” de diatomeas que hace el crustáceo al momento de alimentarse.
Esta investigación pone en evidencia que la polinización por animales pudo haber surgido de manera independiente en ambientes terrestres y marinos, lo que plantea la posibilidad de que apareciera incluso antes de que las plantas colonizaran la tierra.
