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Aprovechan el exceso de algas para crear fertilizantes orgánicos

No es extraño ver enormes florecimientos de algas en las costas, las cuales flotan a la deriva como si fueran pequeñas islas verdes o marrones; éstas formaciones son provocadas por aguas residuales arrojadas al océano y el nitrógeno (N) y fósforo (P) que traen consigo. El mayor problema derivado de la eutrofización —nombre dado a este fenómeno— es que la descomposición de estos grandes volúmenes de biomasa (que llegan a pesar cientos de toneladas) demanda mucho oxígeno y ello resulta en eventos de hipoxia o anoxia, es decir, en una baja o incluso ausencia de oxígeno en las columnas acuosas o en los sedimentos de los cuerpos costeros.

Como una posible solución a esta alteración ecológica y una alternativa con impactos positivos tanto para los litorales como para los campesinos de México, Martín Soto Jiménez, investigador en la unidad Mazatlán del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, trabaja en cómo transformar estas plantas marinas en biofertilizantes orgánicos de uso rural.

“Cada vez es más frecuente observar miles de peces muertos flotando cerca de las playas; esto se debe a que estamos adicionando cargas excesivas de N y P en las costas y favoreciendo la eutrofización de las mismas. Nuestra propuesta es cosechar los florecimientos macroalgales, aprovechar su capacidad de concentrar elementos disueltos en el líquido y crear algo útil para el agro”.

Si en el agua donde crecen las algas hay presencia de nitrógeno, fósforo, hierro, cobalto, zinc o níquel estos organismos los concentran en varios órdenes de magnitud. Nuestro plan es extraerles esos nutrientes tan necesarios para los sembradíos y aplicarlos en la producción de frutos agrícolas, añadió Soto Jiménez.

“Algo que ha llamado la atención de los biólogos es cómo las algas derivadas de la eutrofización se desarrollan desmesuradamente en comparación con otras especies similares y han hallado que esto se debe a que las primeras están cargadas de fitohormonas. Nosotros planeamos mantener intactas esas fitohormonas y transferirlas a los cultivos rurales para lograr un rápido crecimiento”.

Para el ingeniero en alimentos, ello implica un doble beneficio, pues al crear un biofertilizante a partir de los florecimientos algales es posible brindar a las plantas una cantidad óptima de nutrientes, tales como nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, cobalto y, al mismo tiempo, compuestos orgánicos activos como las fitohormonas en cuestión, las cuales aceleran y regulan el crecimiento de la siembra.

“Además, esto se traduce en algo positivo para el entorno costero, porque al retirar el exceso de biomasa permitimos que el sistema respire y destine el oxígeno a otras actividades, en vez de gastarlo en la degradación de materia orgánica”.

De lo micro a lo macro

Además de los impactos ecológicos, los beneficios del proyecto también son económicos, pues con este biofertilizante los campesinos podrán desechar los abonos químicos y sembrar alimentos orgánicos, los cuales tienen un precio de mercado mucho más elevado, explicó Martín Soto.

“Un plus es que la aplicación continua y prolongada de estas sustancias devolverán sus riquezas a la tierra, porque le estamos proporcionando materia orgánica y micronutrientes indispensables. Así, la ganancia es ambiental y monetaria. Ésa es nuestra apuesta”

Hasta el momento, el universitario ha logrado producir algunos litros de concentrado de biofertilizante a partir de este método; sin embargo, para que su propuesta funciona requiere generar cientos a la semana. Para lograr este escalamiento se acaba de inscribir a la convocatoria de Problemas Nacionales del Conacyt.

“El objetivo es obtener recursos para instalar una planta piloto. El plan es aprovechar esta infraestructura en las mismas comunidades costeras, es decir, no centralizarla en una gran compañía, sino erigir pequeñas unidades de producción en pueblos de Sonora y Sinaloa que dependan tanto de la siembra como de la pesca. Ése es el reto”.

Sobre la recepción que tendrá su biofertilizante, Soto Jiménez se dice optimista, pues a su decir se trata de un producto superior. “¿Qué tenemos en el mercado? En cuanto a abonos orgánicos por un lado están aquellos basados en la lombricomposta, los cuales no tienen la riqueza de alimentos ni de microelementos de las macroalgas, y por el otro están las heces fecales vacunas, útiles y con buenos resultados, aunque con este material vienen pequeñas semillas que pueden dar lugar a la germinación de plantas o yerbas indeseables”.

En contraste —detalló el investigador— las algas son un fertilizante neto que no contiene bacterias ni acarrea malezas, lo que representa una ventaja por donde se le quiera ver, además de que su precio sería más bajo porque no se invertiría en la producción de la biomasa.

Sobre por qué instalar pequeñas plantas de producción en las comunidades costeras, el universitario expuso que ello representa una manera de atacar los florecimientos macroalgales, los cuales, además de lo expuesto con anterioridad, representan pérdidas para los pescadores por la alta mortandad que provocan entre los cardúmenes, y para la industria turística, pues estas costras de biomasa muerta le restan atractivo al mar y generan malos olores.

De alguna manera el impacto también es social porque de ponerse en marcha nuestra propuesta crearía fuentes de empleo y mejoraría los ecosistemas costeros. Por todo ello el siguiente paso es aplicar nuestro biofertilizante en campos de cultivo y demostrar que nuestro planteamiento es viable y positivo tanto para los agricultores como para los consumidores, quienes tendrán acceso a frutos libres de fertilizantes sintéticos. A final de cuentas el beneficio será para todos y, además, repercutirá en todos los ámbitos”.