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Enamorarse resulta benéfico para el cerebro

Cuando nos enamoramos somos los más felices del planeta, nos sentimos invencibles y olvidamos todo raciocinio. El enamoramiento genera una neuroquímica específica en el cerebro que resulta benéfica para aprender, memorizar y regular procesos hormonales y neuroquímicos.

Al respecto, Eduardo Calixto González, profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM, explicó que en un noviazgo, desde el enamoramiento hasta llegar a la relación estable, surgen varias sustancias en el cerebro.

“Hoy sabemos que nos enamoramos específicamente por una activación del hipotálamo junto con el giro del cíngulo, parte encargada de interpretar emociones”.

Además, se involucran la amígdala cerebral que genera la emoción básica y el hipocampo que maneja los recuerdos en los aspectos cognitivos de poner atención, añadió el también jefe del Departamento de Neurobiología de la Dirección de Investigaciones de Neurociencias del Instituto Nacional de Psiquiatría.

Neuroquímica del amor

La neuroquímica es fundamental para el amor, dijo el especialista. Por ejemplo, el enamoramiento —un evento que surge en los primeros meses de la relación, incluso en los primeros años— nos quita la lógica de la congruencia y nos genera muchísima emoción.

En este proceso, aparece la dopamina, generadora de muchísima atención y memoria. “Por eso cuando nos enamoramos, prácticamente recordamos detalles y sentimos que el tiempo pasa rápido, nos motiva para hacer cosas y genera esa sensación de no cansarnos”.

Otro neuropéptido involucrado es la oxitocina, la cual crea el apego a la persona. “Nos da la sensación de sentirnos uno solo con la pareja. Entre más abrazamos y besamos más se incrementa esta sustancia”.

A lo largo del enamoramiento disminuye la dopamina y la oxitocina se queda estable, por eso, una relación dura mucho tiempo porque aunque no es la misma sensación de las “mariposas en el estómago”, esta sustancia nos hace sentir que la otra persona es importante para nosotros.

Calixto González apuntó que el neurotransmisor del amor es la dopamina y la hormona del amor es la oxitocina. Con la presencia de estas dos se asegura el mantenimiento de una relación. Así, “la pasión viene con la dopamina y extrañamos con la oxitocina”.

En el transcurso de la relación, hay un incremento de endorfinas y se convierte en un proceso adictivo. Esta sustancia nos quita el dolor, y al mismo tiempo, nos crea esa sensación de necesitad de repetir conductas. “Con dopamina y endorfina, prácticamente, se asegura la codependencia en una relación”.

Amor verdadero

Cuando llega al amor verdadero, los niveles de dopamina y endorfina disminuyen, en cambio, los niveles de oxitocina son altos. “Por eso solemos ver a las personas tal y como son, sin la magia, y aun así sentirnos convencidos que aun con defectos la pareja es muy importante”.

También surge el óxido nítrico, un gas que nos hace poner atención y aprender más; recordamos cómo besar y realizar una caricia y nunca olvidarlo.  “Siempre se quedará en nuestro cerebro”.

La serotonina nos hace compulsivos y que pensemos todo el tiempo en la otra persona. Además, nos genera una sensación de obsesión tan grande que puede “ser el inicio del infierno de varias parejas”.

Otra hormona presente es la noradrenalina, que nos brinda la sensación de seguir con la misma pareja, aun cuando sepamos que es un error. “Por ejemplo, cuando alguien más nos dice que no nos conviene se libera más esta sustancia y con un poquito de dopamina pensamos que es lo correcto.  A esto se le llama síndrome de Romeo y Julieta”.

Al tener una gran cantidad de besos y orgasmos, el cerebro libera en el hipocampo —donde se da el aprendizaje— un factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés).

“El proceso bien llevado puede tener connotaciones netamente neuroquímicas favorecedoras para conectar más neuronas que favorecen la memoria”.

En conclusión, enamorarse genera una neuroquímica específica para aprender, memorizar y regular procesos hormonales que son beneficiosos para el cerebro, finalizó el investigador.