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Embarazos adolescentes, ligados al desencanto

De entre los integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, México es el país con la tasa más alta de embarazos adolescentes, pues de los casi dos millones de mujeres que dan a luz en territorio nacional anualmente, 400 mil tienen menos de 20 años, señala Carlos Welti Chanes, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

Al respecto, el demógrafo advirtió que pese a los argumentos de las autoridades, más que deberse a una educación sexual deficiente o a una conducta reproductiva irresponsable, esto es producto —entre otros factores— del desencanto de muchos jóvenes al saberse inmersos en una incertidumbre extrema, sin expectativas de mejoría y despojados de cualquier futuro medianamente prometedor.

Según cifras recién dadas a conocer por la organización no gubernamental Save the Children, en México hay 22.4 millones de adolescentes (una quinta parte de la población nacional), de los cuales la mitad vive en pobreza, uno de cada 10 en pauperización extrema y el 65 por ciento sin protección social.

“En este escenario de precariedad, el gobierno busca abatir el número de menores gestantes mediante campañas de información y eso tiene un efecto limitado porque, en realidad, los jóvenes saben del tema, pero muchos ya no piensan en el futuro. Su horizonte temporal es lo inmediato y los embarazos se inscriben en la idea de vivir aquí y ahora, lo cual responde a una lógica perversa, aunque lógica al fin”, subraya el experto.

A lo largo de su historia, México ha santificado la maternidad e instituciones como la Iglesia han fomentado no sólo la idea de que es conveniente concebir a edad temprana, sino de que la sexualidad sólo tiene fines reproductivos. “Esto tenía cierto sentido cuando los índices de mortalidad infantil eran elevados y la esperanza de vida oscilaba entre los 45 y los 50 años, hoy ya no”, refiere Welti.

“Un vestigio de estos atavismos es la muy arraigada fiesta de 15 años, en la cual la familia muestra a la sociedad que la niña a la que criaron ya está en edad de ser madre”, añade.

De aquellas épocas a la fecha ha pasado mucho tiempo y en este lapso se ha registrado un incremento notable tanto en el nivel de escolaridad de las mujeres como en su participación económica y política, lo que ha repercutido en la modificación de dichas prácticas, aunque no tanto como dictaría el sentido común, dice.

“Se esperaría que estos cambios se reflejaran en la disminución de la fecundidad, pero pervive una superestructura ligada a la cultura y a la glorificación de la maternidad que hace que las jóvenes, al verse imposibilitadas para desarrollar una carrera o un trabajo digno, enfoquen todas sus expectativas en convertirse en madres”.

Para Welti Chanes, a diferencia de la visión simplona y moralista que tiende a ver al embarazo adolescente como resultado de prácticas sexuales tomadas a la ligera e impulsivamente, la situación es más compleja “e incluso podría decirse que responde a un comportamiento racional”.