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El Nobel de Química, a tres científicos que han abierto las puertas para crear máquinas moleculares

En 1984, 25 años después de su célebre conferencia Hay mucho espacio ahí abajo, el físico Richard Feynman reformuló sus señalamientos de 1959 y soltó una pregunta al aire: ¿qué tan pequeña puede ser una máquina? Esta inquietud se anticipaba a lo que sería el campo de la nanotecnología y planteó un reto para Jean-Pierre Sauvage, J. Fraser Stoddart y Bernard L. Feringa, quienes obtuvieron el Premio Nobel de este año por diseñar y producir máquinas moleculares.

“Éstas son objetos realmente diminutos, mil veces más pequeños que el grueso de un cabello y operan a partir de reacciones químicas”, expuso Norberto Farfán García, académico de la Facultad de Química de la UNAM.

En el comunicado emitido por el organismo sueco, se señala que al crear “pequeños elevadores, músculos artificiales y motores minúsculos, estos personajes han aportado las claves para obtener moléculas con movimientos controlados, capaces de realizar tareas determinadas si se les agrega energía”.

Trabajos complementarios

Cada uno de los galardonados trabaja con sus respectivos equipos en universidades geográficamente distantes: Sauvage lo hace en la de Estrasburgo, en Francia; Stoddart en la Northwestern, en Evanston, EU, y Faringa en la de Groninga, de Países Bajos, y cada uno, desde su trinchera, ha aportado las bases de lo que son este tipo de desarrollos.

“Eso es frecuente en el mundo de la ciencia, donde cada quien da a conocer los resultados de sus investigaciones y éstas sirven para enriquecer las de los demás. No es que laboren juntos o de manera coordinada, pero lo realizado por cada quien aporta a los esfuerzos de los demás”, expuso Farfán.

A fin de hacer una analogía consignada en los libros de historia, el comité del Nobel señaló: “En términos de desarrollo, el motor molecular está hoy en la misma etapa que el motor eléctrico en 1830, cuando quienes lo crearon no suponían que esas ruedas y engranajes darían pie a los trenes, lavadoras de ropa y procesadores de comida que usamos en la actualidad”.

Sobre este punto, Farfán García señaló que se trata de un campo que comienza abrirse. “Ya tenemos máquinas moleculares, pero las del futuro intentarán emular los sistemas biológicos, que son sumamente complejos. Estamos en los albores de una nueva era, pero ya desde ahora podemos pensar en crear máquinas que transporten fármacos y los lleven a un destino concreto o crear interruptores extremadamente pequeños que tendrían múltiples aplicaciones; para este tipo de dispositivos la imaginación es la única limitante.