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El Museo de la Luz forma a una nueva generación de divulgadores de la ciencia


Una de las primeras películas que vio David Herrera Santiago de niño fue Star Wars y desde entonces se sintió fascinado por ese universo donde dos robots se profesan la amistad más sincera, un carguero espacial completa la ruta de Kessel en menos de 12 parsecs y un sable de luz restaura el equilibrio en la galaxia; sin embargo, al estudiar la carrera de Ingeniería Química en la UNAM y leer a Newton o Einstein comenzó a notar una serie de inconsistencias científicas que apuntó en una libreta y que finalmente incluyó en una charla que ahora imparte en el Museo de la Luz, en pleno Centro Histórico.

“Ésta es parte de las actividades de los becarios de este recinto. Yo me sumé hace poco más de un año al programa, tras enterarme de la invitación que se nos hacía a integrarnos y aprender a divulgar ciencia”, compartió el también alumno de la Facultad de Química.

Como parte de sus tareas, el joven dio forma a la plática Star Wars: la Teoría de la Relatividad Contraataca, donde desmonta algunas de las escenas más icónicas de los filmes de George Lucas y demuestra su imposibilidad científica, sin importar que éstas hayan sucedido hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana.

“Recordemos cuando Han Solo y Chewbacca aceleran el Halcón Milenario a la velocidad de la luz y las estrellas dejan de ser puntos fijos para volverse estelas luminosas. Por la ley de la inercia, ese paso tan brusco de los cero a los 300 kilómetros por segundo haría que nuestros héroes se hicieran papilla en sus asientos y, en caso de sobrevivir, al llegar a su destino la pareja de contrabandistas suele frenar tan de golpe la nave que ambos deberían salir proyectados de la cabina de mando, como bien sabe cualquiera que se ha subido al Metro y al conductor se le ocurre detenerse en seco”.

Para Herrera Santiago, que el Museo de la Luz le permita realizar este tipo de actividades le ha significado un gran crecimiento, “pues antes me ponía nervioso al hablar en público; hoy soy más seguro. Además, también he aprendido a adaptar mi exposición según la audiencia, pues pueden ir a verte niños, padres, abuelos, adolescentes o profesionistas. Lo que he descubierto de esto es que si uno comprende un tema al 100 por ciento, es capaz de explicarlo desde a un alumno de primaria hasta a un estudiante de ciencia.

La cultura popular y la ciencia

A decir de Neil deGrasse Tyson, director del Planetario Hayden en Nueva York y el divulgador más popular en el mundo, “cuando hablamos de películas, cómics o series de TV y evidenciamos la ciencia detrás de ellos, lo que hacemos es usar a la cultura popular como un andamiaje para acercarnos al conocimiento científico”.

Por ejemplo, el astrofísico ha calculado que el martillo de Thor —el superhéroe de Marvel— debe pesar lo mismo que 300 mil millones de elefantes por estar forjado con los despojos de una estrella de neutrones, la materia más densa del universo, y David Herrera ha decidido transitar por una senda pedagógica similar.

“¿Sabían que la ecuación más famosa del siglo XX, E=MC2, nos ayuda a entender el trabajo de Homero Simpson? Esa fórmula nos permite calcular cuánta energía se produce si desaparecemos cierta cantidad de masa y, por ende, establecer que con un kilogramo de uranio la planta nuclear de Springfield genera 22 mil millones de calorías de energía, mientras que para lograr lo mismo con metano necesitaríamos un millón 800 mil kilos, lo que es una gran diferencia”.

Sobre por qué emplear ésta y otras referencias —también echa mano de Dominic Toretto, de la saga Rápido y furioso, para ahondar en inercia y aceleración—, Herrera Santiago explicó: “Siempre me ha servido hacer analogías porque a veces la teoría científica es pesada y los libros la explican con palabras confusas, cuando en realidad deberías poder aplicarla y verla en tu vida diaria. Emplear escenas y personajes conocidos por todos te permite explicar este conocimiento y que la gente lo entienda, lo cual es el objetivo de este museo”.

Y esto es algo que el joven ha experimentado en carne propia, pues dice que ya no puede ver una cinta sin notar inconsistencias, “como en Volver al futuro, donde Marty McFly y el Doc Brown aceleran su DeLorean a 88 millas por hora para retroceder 30 años; sin embargo, su automóvil se mueve en el tiempo y no en el espacio, por lo que al viajar al pasado se quedarían varados en medio del vacío porque hace tres décadas la Tierra no estaba en ese lugar”.

Sobre si haber entrado a la Facultad de Química y ahora prepararse en la divulgación le han quitado el gusto por estas películas, David respondió: “¡Qué va! Sólo que ahora me es imposible no reflexionar sobre estos asuntos, pero las disfruto al igual que siempre y sigo siendo tan fanático de Star Wars hoy como cuando era niño”.

Becarios en el Museo de la Luz

Los becarios del Museo de la Luz son jóvenes menores de 26 años como David, con más del 50 por ciento de sus créditos de licenciatura, un promedio mínimo de ocho y con muchas ganas de formarse en divulgación de la ciencia.

“Nuestras principales actividades son dar visitas guiadas, apoyar con experimentos y eventualmente impartir charlas, como hago ahora, lo que implica un gran reto ya que tu público nunca es el mismo y puede ir desde niños muy pequeños hasta profesores universitarios; debes adaptarte a cada tipo de audiencia, si no fracasarás”.

Además, colaborar con el Museo de la Luz le ha dado a Herrera Santiago otra perspectiva de la realidad educativa del país, pues lo mismo recibe a adolescentes de colonias marginadas del área metropolitana o a alumnos que vienen de escuelas rurales de Oaxaca o Chiapas “y eso te deja reflexionando sobre la situación de tu país”.

Por ello, el joven no duda al decir que “esta experiencia te hace crecer mucho y no sólo en lo académico, sino como persona”, por lo que su principal interés es hallar la mejor estrategia para trasmitirle algo de lo que sabe a todo visitante del recinto, siempre según las características e intereses de cada individuo.

“Algo que debemos tener en claro es que no buscamos que la gente salga de aquí con un doctorado en física o resolviendo ecuaciones complejas, sino que al abandonar este edificio y pisar la calle lo hagan viendo al mundo con otros ojos”.