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Estreno en la UNAM de El Gran Macabro en versión concierto multimedia

Como casi todos los niños, el pequeño György Ligeti tenía miedo a las arañas y a la muerte, pero también al extraño idioma que hablaban los soldados rumanos que trabajaban como obreros en su natal Transilvania. Para librarse de esos temores, se refugió en su interior. No creó un amigo imaginario, sino una ciudad imaginaria llamada Kylwiria, que poco a poco fue teniendo un mapa detallado de su territorio, su propio lenguaje y gramática.
Muchos años después, esa ciudad y su idioma estuvieron a punto de ser rescatados para ser el escenario de su primera incursión operística, que le había encargado Göran Gentele, director de la Ópera Real de Suecia. No obstante, el proyecto devino una ópera  de tema apocalíptico que ha sido considerada la última gran obra del género en el siglo XX: El Gran Macabro.
Como parte de la tercera edición del festival Vértice. Experimentación y Vanguardia, se estrenará en México la versión integral en concierto multimedia de El Gran Macabro. La Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata (OJUEM), de la UNAM,  dirigida por Ludwig Carrasco, será la encargada de ejecutar esta obra el viernes 11 de octubre, a las 8 pm, en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario. Una hora antes, el crítico musical Gerardo Kleinburg ofrecerá una charla introductoria en el mismo recinto.
El domingo 13 se llevará a cabo una función, a las 5 pm, en el Palacio de Bellas Artes, como parte del 41 Foro Internacional de Música Nueva Manuel Enríquez.
Participarán también el Coro de Madrigalistas de Bellas Artes y el Coro Universitario Estudiantil Staccato, dirigidos por Carlos Aransay. El video correrá a cargo de Óscar Enríquez. Formarán parte del elenco las sopranos Anabel de la Mora (Gepopo y Venus), y Cecilia Eguiarte (Amanda); las mezzosopranos Frida Portillo (Amando), y Eugenia Fuente (Mescalina); el contratenor Flavio Oliver (Go-Go); los tenores Hugo Colín (Piet el tonel), y Andrés Carillo (Ministro blanco); los barítonos Hernán Iturrualde (Nekrostar), Vladimir Rueda (Ministro negro), Alberto Albarrán (Ruffiack), Jehú Sánchez (Schobiack), y Daniel Cervantes (Schabernack); así como el bajo-barítono Rodrigo Urrutia (Astradamors).
El origen
En su biografía de György Ligeti, el musicólogo Richard Toop asegura que cuando, a finales de los setenta, le propusieron al compositor húngaro hacer una ópera, el género enfrentaba una campaña de desprestigio iniciada, a finales de los sesenta, por la vanguardia. En 1971 Boulez había propuesto hacer volar las casas de ópera, al tiempo que el compositor argentino Mauricio Kagel creaba su anti-ópera Staatstheater.
Ligeti no quería escribir una ópera tradicional. Los tiempos habían cambiado y buscaba crear una mezcla de texto sintético y música para un teatro con diversos recursos. Pensó en la ciudad que había creado de niño, Kylwiria, idea que abandonó para hacer una adaptación del mito de Edipo. El proyecto se detuvo, aunque no por mucho tiempo.
Según Toop, fue Michael Meschke, director y productor del Teatro de Marionetas de Estocolmo, quien le sugirió hacer una adaptación de la pieza teatral La balade du Grand Macabre, del escritor belga Michel de Ghelderode. Era lo que Ligeti estaba buscando. Como ya había una anti-ópera, se empeñó en hacer una anti anti-ópera, o sea una ópera, eso sí, llena de alusiones políticas, personales, literarias y musicales.
Influenciado por la dramaturgia del absurdo de Alfred Jarry y su serie de obras sobre el Padre Ubú, el compositor logró una pieza que, a decir de Toop, tiene resabios de la grotesca e imprescindible obra Gargantúa y Pantagruel, un conjunto de cinco novelas protagonizadas por gigantes escritas por  Rabelais en el siglo XVI.
La obra está desarrollada en Brueghelandia, un guiño al pintor Peter Bruelghel el Viejo, autor de El triunfo de la muerte y El país de la jauja, obras que inspiraron la ambientación.  El libreto plantea, en tono de farsa, el fin del mundo a través de personajes alegóricos como Nekrotzar (la muerte), el príncipe Go-Go, un ebrio catador de vinos, el astrónomo Astradamors (Nostradamus), Mescalina y la concupiscente pareja de amantes Amando y Amanda (que en una primera versión se llamaban Espermando y Clitoria).
Estrenada en Estocolmo, Suecia, en 1978, la única ópera del compositor húngaro tiene una música que su autor consideró como inspirada en el pop art estadounidense y británico, con un sentido irónico. Un ejemplo es la tocatta inicial, que es un homenaje a Monteverdi, pero que sustituye los cornos por claxons de autos.
Poco representada en los teatros de ópera de todo el mundo, el estreno de la versión integral de El Gran Macabro en México es una oportunidad para apreciar el último clásico del género lírico del siglo pasado o, como la llamaba su autor:  “una especie de tragicómico, exageradamente aterrador, pero no realmente peligroso, Juicio Final”.
Los boletos tienen un costo de $240.00 en el primer piso; $160.00 en coro y orquesta, y $100.00 en el segundo piso, con los descuentos habituales. Están disponibles en taquillas o en culturaunam.mx.