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El futuro del agua en San Luis Potosí

El tema del agua se encuentra en el centro del debate mundial desde hace décadas, pero no ha sido hasta años recientes que se ha caído en cuenta de que las crisis por el agua son una realidad que ya no forma parte del terreno de la especulación científica o de la ficción.

Las Guerras del Agua en Bolivia a principios de siglo, o el caso de la remunicipalización del agua en París que devolvió la administración del líquido vital a la población y el gobierno después de 25 años de gestión privada, son solo un par de ejemplos de entre muchos que alertan sobre la prioridad que debería tener en todas las agendas políticas del momento: cómo lograr un manejo sustentable y racional del agua para asegurar un futuro para todos.

La posición de la academia en San Luis Potosí es clara al respecto. Para el doctor Germán Santacruz de León, quien trabaja en El Colegio de San Luis (Colsan) desde hace 16 años como parte del programa académico Agua y sociedad, colocar en la mira que muchos de los problemas que enfrentan las sociedades están íntimamente relacionados con el agua, ha sido solo la punta del iceberg.

Ingeniero de formación por la Universidad Autónoma Chapingo (UACh) y doctor en ciencias ambientales por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), el investigador ha desarrollado una línea de trabajo que busca identificar los problemas socioambientales relacionados con las formas de uso y manejo del agua.

Por años, ha documentado las problemáticas vinculadas con la gestión del recurso en regiones como la circundante al Río Valles en la Huasteca Potosina, tal como se aprecia en su trabajo doctoral; además de su intervención en el análisis de las desigualdades en la gestión del agua en la cuenca semiárida y urbanizada del Valle de San Luis Potosí.

La zona metropolitana de San Luis se encuentra en el Valle de San Luis, que es una cuenca endorreica o cerrada identificada como Cuenca del Valle de San Luis, con una superficie de dos mil 394 kilómetros cuadrados, localizada en un marco geográfico que, por su precipitación pluvial, permite caracterizarlo como una zona árida.

En términos de su estudio como sistema hidrogeológico, el acuífero del Valle de San Luis se compone de tres partes: un acuífero “colgado” o superficial, un acuífero granular y uno profundo.

Históricamente, afirma Germán Santacruz, el acuífero más aprovechado es el superficial o somero; sin embargo, eso no exime que existan condiciones urbanas que actualmente estén afectando las partes más profundas del acuífero en términos de calidad y cantidad, por contaminación de origen humano o antropogénico, y otra de orden natural o geológica.

Múltiples problemáticas

En entrevista exclusiva, Germán Santacruz de León comenta que en el valle de San Luis se pueden identificar problemas en ambas dimensiones de cantidad y calidad del agua. La contaminación se ha dinamizado por los niveles de explotación del sistema acuífero del valle, además del crecimiento industrial de la capital, que parece no observar los impactos que dicho crecimiento genera en el acuífero.

“Se flexibiliza tanto desde el gobierno la llegada de las industrias, haciendo que no paguen impuestos, etcétera, flexibilizando también las regulaciones ambientales. Esto se hace con una mirada a muy corto plazo, sin ver qué efectos se pueden acarrear a la población misma”, afirma respecto a las condiciones de calidad del agua que han sido estudiadas en el proyecto titulado Problemática socioambiental asociada al uso y manejo del agua en la cuenca cerrada del Valle de San Luis Potosí, auspiciado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Así, el crecimiento urbano que no pone atención en los impactos que se generan en el agua tiene efectos notorios “porque hay un número alto de empresas que no están dando tratamiento a sus aguas. Las vierten a los sistemas municipales, los cuales las echan, por ejemplo, al Río Españita, que es un lugar en el que se pueden detectar ciertos niveles de contaminación de origen industrial”, señala el investigador.

Se ha podido observar que hay presencia de aceites, metales o composiciones químicas en el agua superficial o del acuífero somero, cuyo origen no es doméstico sino industrial, a causa de la “migración” de los contaminantes hacia el subsuelo.

“Sí hay forma de decir que hay un problema de contaminación y que en buena medida es originada por la realidad industrial”, dice el también maestro en ingeniería hidráulica, quien indica que no se trata de oponerse al desarrollo o al crecimiento urbano tan inevitable hoy día, sino a las prácticas reales de contaminación industrial permitidas por una plausible flexibilización de las leyes al respecto.

Esa realidad es un hecho verificado por medio de estudios de las condiciones hidrogeoquímicas y de explotación del sistema acuífero publicados en 2016 por El Colegio de San Luis, además de evidenciar que los procesos de explotación del acuífero para abastecer una cada vez más creciente población urbana han incrementado la contaminación geoquímica.

“La dinámica de explotación del acuífero profundo ha incrementado la presencia de flúor que rebasa las normas y que tiene efectos perjudiciales en la salud de la población. Todo eso tiene que ver en buena medida con la forma en que se gestiona y crece la ciudad”.

Caso aparte es la Huasteca Potosina, área que en el imaginario popular se concibe como una región paradisiaca en la que el recurso abunda de manera casi infinita por los cuerpos superficiales y la alta precipitación pluvial. Pero a pesar de la importante disponibilidad de agua, hay poblaciones indígenas y no indígenas que carecen de un acceso permanente. Y donde existe ese acceso, aunque no sea del todo permanente, hay problemas de calidad del agua en términos bacteriológicos.

“¿Qué es lo que está ocurriendo en una zona que depende principalmente del agua superficial como la Huasteca? Ahí se pueden identificar diferentes problemáticas también. Quizás la más complicada tiene que ver con el bajo acceso al agua que tiene la población, a pesar de su disponibilidad. Pero también es cada vez más notorio el problema de la calidad”.

Ocurre que allá también hay problemas de contaminación antropogénica, geoquímica y bacteriológica que, en gran parte, existen a causa de una carencia de sistemas efectivos de saneamiento de aguas, por lo general vinculado a la falta de inversión pública que convierte la región en una especie de paradoja hídrica.

“Al final, ocurre que el agua usada vuelve a los cuerpos de agua, como los ríos, con un alto grado de contaminación bacteriológica”, declara el especialista, miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

“Que exista agua no significa que tengamos acceso a ella”

La doctora en ciencias ambientales Briseida López Álvarez ha trabajado durante la maestría y el doctorado el monitoreo de calidad de agua haciendo modelos del acuífero del Valle de San Luis, esto le permitió indagar sobre la valoración social y administración del recurso, lo cual la ha llevado a trabajar en un índice de pobreza de agua.

“Este índice me permite evaluar el recurso de agua físico, o sea la cantidad de agua que pueda tener un lugar, subterránea o superficial, además de otra serie de factores que influyen en el acceso de una población a ese recurso, como agua potable, agua para riego o para actividades industriales”, afirma la especialista en estudios de agua subterránea, quien también ha investigado la evolución de los acuíferos a partir del cambio de uso de suelo, como el paso de la agricultura a lo urbano o a lo industrial.

Para ella y todo el equipo multidisciplinario en que participa, dicho índice se vuelve un instrumento poderoso que explica cómo es que poblaciones en áreas con abundante agua superficial como la Huasteca, enfrentan escasez de acceso a un agua apta para consumo humano y aprovechamiento agrícola. Y también ayuda a entender la naturaleza de la supervivencia de poblaciones en regiones de condiciones extremas como el altiplano potosino.

A partir de la consideración de los componentes del índice, que son el recurso físico de agua existente, la calidad de agua, la capacidad, el acceso, el uso y el medio ambiente, los investigadores logran ver en escalas de cero a uno la puntuación que logran las poblaciones en términos de “pobreza de agua”.

Dichos estudios ya se han realizado para la Huasteca y el acuífero del Valle de San Luis, así como para la Zona Media del estado, mientras que en reciente publicación se encuentran los datos del acuífero de Santo Domingo, ubicado en el altiplano potosino.

“Que las poblaciones tengan agua depende mucho de las capacidades económicas de la población. Por ejemplo, la ciudad de San Luis Potosí tiene un acuífero limitado porque tiene baja recarga, y la calidad no le beneficia porque tenemos condiciones de flúor. Pero siendo la ciudad capital, donde aquí se produce una buena parte de la economía del estado al ser una zona urbana, esto le permite a la población tener otro tipo de infraestructura que para la Huasteca, en la cuenca del Río Valles, no se tiene. Allí hay una población de tipo rural, dispersa, donde la parte urbana se concentra en la cabecera municipal, y donde no hay acceso a agua entubada ni a saneamiento”.

Para la especialista, el contraste de estos casos ilustra una realidad que ya mencionaba el investigador Germán Santacruz: el hecho de que a pesar de que una región posea abundante agua subterránea o superficial, si las condiciones socioeconómicas de la población no son las adecuadas, tal región no tendrá un acceso al recurso de la mejor manera, ni en términos de cantidad ni de calidad.

“Entonces, si no hay un sistema de saneamiento, aunque haya agua en los ríos, al no tratarse el agua que es usada por la población, tampoco puedes acercársela. Mientras que en algunos lados existe la infraestructura y la economía para poder dotar a la población de calidad y cantidad como en San Luis, aquí lo que nos limita es el recurso físico existente. Pero en la Huasteca, son las condiciones de calidad, de infraestructura y la economía lo que no permite llevar agua a la población”, explica López Álvarez.

Con respecto a la región del altiplano, la investigadora comenta que la situación es radical porque no hay agua, el clima no ayuda y la población está en condiciones rurales de pobreza económica.

Finalmente, la Zona Media del estado manifiesta una condición, valga la redundancia, de términos medios, ya que ahí abunda el recurso físico de agua, y aunque tienen problemas de calidad no tan fuertes como en la Huasteca, la región también es muy productiva económicamente en términos agrícolas.

Un aspecto revelador de su estudio, que converge con la investigación de problemáticas socioambientales del equipo multidisciplinario en el cual se encuentra el doctor Germán Santacruz, es que muchas veces la gestión y la administración del agua al interior de los espacios urbanos no es la mejor. No se piensa en la infraestructura hidráulica, el mantenimiento o en la cultura del agua y la concientización de su correcto uso.

La investigadora menciona también que es necesario tomar partido en la revaloración de las formas en que se maneja y administra el recurso, tanto desde el gobierno como desde los espacios académicos. Una tarea emergente que se está volviendo cada vez más crucial.

Sobre todo ante la existencia de problemas que acarrean iniciativas, como el caso de los trasvases de cuencas, para llevar agua a las ciudades en crecimiento, cuyo problema reside en que con dichas obras hidráulicas se genera una oferta de agua que no produce una correcta administración del recurso.

“De lo que se trata es que, con el agua que tenemos, hay que buscar mecanismos para mejorar la gestión y administración, y no buscar traer agua de otros lugares que a corto y mediano plazo crean problemas en esos otros lugares”, declara la investigadora, miembro del Comité Técnico de Agua Subterránea del Valle de San Luis Potosí.

El agua contra el mundo: retos del Estado y la academia

Para Germán Santacruz, el problema está en hacer una revisión crítica no solo de los problemas sociales y ambientales que generan una mala gestión y administración del recurso hídrico para las poblaciones, sino también en poner el ojo en la forma en que se administra la inversión pública de los gobiernos.

“Si comparamos la inversión, por decir un ejemplo, de lo que se destina a cuestiones militares y de defensa con lo que se destina a la infraestructura de tratamiento de aguas en la Huasteca, lo que obtenemos es una inversión menor al uno por ciento, lo cual es una situación alarmante que hay que tener en cuenta. La cuestión de cómo se distribuye el recurso y se invierte es una situación que debiera interesarnos porque los resultados de una mala gestión del agua pueden afectar a la población incluso en términos de salud”.

Briseida Álvarez considera que también se debe cuestionar la importancia de aquellos lugares en que se usa el agua en volúmenes impresionantes, como la industria, “que por ejemplo en algunos casos por ley debería usar agua tratada y, sin embargo, usa agua de primer uso. U obligar a que se cumpliera el compromiso empresarial de que toda el agua que usan, se tratara y reusara para los mismos procesos, servicios internos, riego de jardines, etcétera”.

Y es que a la larga, las situaciones de conflicto son un panorama inevitable si es que no se escucha a la población ni se implementan estrategias sustentables y adecuadas de gestión hídrica, tal como sugiere el doctor Francisco Peña.

“Desde la academia podemos sugerir modificaciones centrales en toda la regulación de agua para que pueda verse un beneficio inmediato de los ciudadanos. Por ejemplo, hay una discusión muy importante sobre si los organismos de abastecimiento urbano de agua deberían ser públicos o privados”, comenta el doctor en ciencias sociales por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) del Occidente.

“Los académicos tenemos ya una opinión: es un consenso que hacerlos privados es una manera de tener un conflicto permanente con la ciudadanía. Porque, claro, los privados están buscando sobre todo un negocio. Pero como el agua es un líquido del cual no podemos prescindir, someterlo a una lógica de negocio es tener un conflicto permanente y una lógica de ganancia fácil para quien tenga el negocio porque nadie va a dejarle de comprar el agua”, afirma el investigador nivel II del SNI.

Para el especialista en conflictos por el aprovechamiento del agua, la situación en París que devino en la remunicipalización de la administración del recurso desde hace una década y las Guerras del Agua en Bolivia, son ejemplos cruciales de lo malo que resultaría para todos proceder de manera irracional y sin consenso entre la población, sobre qué hacer con el agua.

“En Cochabamba, la gente salió a las calles porque la empresa privada quería cobrar hasta el agua de lluvia que la gente almacenara en sus casas”, expresa Francisco Peña.

Para Briseida Álvarez, también es un asunto de concientización, en que la población debe darse cuenta de que somos responsables del uso y reúso del agua al interior de los espacios urbanos, para no tener que buscar traer agua de otros lugares con proyectos que puedan resultar devastadores.