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El encierro nos ha dejado con miedo y ganas de volver a los espacios públicos a un mismo tiempo

 

Tras este largo confinamiento las personas han desarrollado sentimientos ambivalentes sobre el salir de casa: por un lado, muchos desean regresar a los sitios al aire libre donde antes se congregaba la gente, como si nada hubiera pasado, y por el otro temen exponerse al virus allá afuera y eso les genera ansiedad, según se colige de los datos recolectados por el Laboratorio de Áreas Verdes y Espacios Públicos (LAVEP) de la Facultad de Arquitectura.

 

“El entorno afecta el comportamiento y ello siempre se ha sabido; sin embargo, sólo hasta mediados del siglo XXesto se empezó a estudiar de forma sistemática ycientífica, dando pie a la disciplina conocida comopsicología ambiental”, expone el profesor Eric Jiménez Rosas, quien participa en un proyecto del LAVEP para entender cuáles son los usos y funciones dados a los espacios públicos de la Ciudad de México durante las emergencias sociales.

 

Durante el temblor de 2017 los campamentos de damnificados se instalaron en parques y plazas, ahora que hay una crisis sanitaria se han prohibido las reuniones en estos sitios y, pese a ser tan socorridos, a la fecha no hay un estudio que proporcione información confiable sobre en qué medida los espacios públicos pueden servir de apoyo al sistema de salud y a la atención de contingencias.

 

A fin de llenar este hueco, el académico y un equipo multidisciplinario (integrado por una docena de psicólogos, arquitectos, biólogos y urbanistas) han aprovechado el contexto actual de pandemia para observar de cerca, y en tiempo real, el sentir de miles de personas ante una emergencia sanitaria y encierros de casi un año. La meta es lograr una muestra de cerca de tres mil individuos que representen de forma equilibrada adiferentes grupos y sectores etarios.

 

Aunque el proyecto inició en enero y durará dos años, los datos obtenidos permiten perfilar algunos resultados pues las respuestas han sido bastante consistentes: mientras casi todos los participantes tienen miedo de salir, al mismo tiempo están deseosos de hacerlo.

 

“¿Y a dónde quieren ir? Lo primero que se les viene a la mente es la playa o el bosque, pero casi en la misma proporción mencionan sus ganas de ir a los parques del barrio, esos que están a la mano, lo que nos plantea algo interesante: la distancia no es un factor relevante para el deseo, lo que sí es notorio es el anhelo de estar afuera”.

 

Cuando la naturaleza es un bálsamo

 

En la película de animación francesa Avril y el mundo alterado (2015) se describe un planeta Tierra paralelodonde la contaminación obliga a la gente a vivir encerrada y a usar máscaras filtradoras para salir a la calle. Además, en esta ucronía no hay árboles, apenas sobreviven tres robles y uno de ellos —el de París, resguardado bajo techo y paredes— es visitado a diario por el abuelo de la protagonista, quien se apoltrona frente a él para recordar su infancia y sentir tranquilidad.

 

Para el profesor Eric Jiménez —quien es doctor en Piscología— que alguien confinado durante un año quiera salir a la menor oportunidad es de lo más esperable, por ello, más que centrarse en esas ganas de viajar considera que lo más enriquecedor es escuchar las razones esgrimidas por las personas cuando piensan en darse una escapada.

 

“Cuando les preguntamos a los encuestados qué esperan del pasearse por entornos verdes y bajo cielos abiertos casi todos responden que con ello obtendrían una mejora en la salud, bienestar mental, sensaciones de paz y relajación, y una merma en el estrés”.

 

Hay un concepto que explica esto y es el de biofilia, señalael doctor Jiménez, quien añade que éste fue acuñado por Erich Fromm y perfeccionado por el biólogo E. O. Wilson. “Hablamos de esa afinidad por la naturaleza y a la añoranza por ella, en especial cuando nos vemos atrapadosen un confinamiento extremo”.

 

A decir del experto, esto no es poca cosa, pues se ha demostrado que un enfermo de hospital siente menos dolor si la ventana de su cuarto da a un árbol en vez de a un muro o a un horizonte ribeteado por edificios, o que los burócratas de oficina, al verse privados de ver hacia el exterior durante ocho horas o más, tienden a llevar plantaspara colocarlas sobre su escritorio, así como a instalar en sus computadoras fondos de pantalla con paisajesnaturales a fin de romper la sensación de asfixia y procurarse un poco de alivio.

 

La cinta Avril y el mundo alterado explora muy a su manera el concepto de biofilia e imagina cómo los humanos vivirían una existencia gris al verse privados deflora y estar sometidos a encierros prolongados: En el filme esta situación es resuelta —al menos en esa ficción— cuando los científicos encuentran la manera de traer de vuelta la vegetación y de crear entornos con cada vez más plantas.

 

“Aún faltan encuestas, pero lo que el estudio del LAVEP ya nos adelanta es que este confinamiento ha avivado nuestra añoranza por la naturaleza, lo cual nos obliga a pensar en cómo, desde el confinamiento, podemos seguir en contacto con las áreas verdes”.

 

Un laboratorio para entender el afuera

 

El LAVEP —a cargo de la doctora Amaya Larrucea— nació de la inquietud de un grupo de académicos que detectaron que las áreas verdes de la de la Ciudad de México se están perdiendo a ritmos acelerados debido a la implacable urbanización capitalina, y de su preocupación ante la imposibilidad de revertir tal proceso.

 

Se estima que para llevar una vida sana, las ciudades deberían tener de 10 a 15 metros de áreas verdes por cada habitante, pero la CDMX dispone apenas de 5.4 por cada capitalino, por lo que para el profesor Jiménez permitir que los pocos reductos de vegetación sean sepultados bajoasfalto y concreto es como darnos un balazo en el pie, pues estos sitios, además de ser necesarios tanto en lo físico como en lo mental, son nuestra primera trincherapara atender temblores, inundaciones y hasta epidemiascomo la actual, por lo que a nadie sorprende que los parques sean usados para aplicar pruebas de detecciónCovid o donde se hagan filas para recibir la vacuna.

 

“Utilizamos las áreas verdes y espacios públicos porque están a la mano, pero nadie ha estudiado qué propiedades deben tener, si necesitan adecuaciones, cuánta gente pueden albergar o si dichos espacios, en tiempos de crisis, nos relajan o, por contrario, nos estresan más. De ahí la relevancia de esta investigación”.

 

Se contempla que, una vez concluido, este proyecto arrojará datos que permitirán gestionar de mejor formacontingencias futuras. Hasta la fecha, el LAVEP ya impartió una ponencia con los primeros hallazgos deltrabajo y está en proceso la redacción de un artículo que se dará a conocer a finales de este semestre.

 

“Siempre aspiramos a establecer lineamientos tanto de manejo como de diseño de las áreas verdes y espacios públicos. Esta investigación es de largo aliento y concluirá a inicios de 2023. Para esa fecha el objetivo es recopilartodas las recomendaciones y sugerencias surgidas tras analizar los datos, publicarlas y hacerlas llegar a los tomadores de decisiones”.