La historia del seductor libertino que es alcanzado por la justicia divina en la persona de una de sus víctimas que, venida del más allá en la figura de una estatua, se cobra venganza por las ofensas recibidas, no podía dejar de resultarle atractiva a Mozart, interesado siempre en las formas de la pasión amorosa, presentes en mayor o menor medida en los personajes de sus grandes óperas bufas, y exploradas musicalmente con un lenguaje que, si bien se nutre de los recursos propios del clasicismo, apunta hacia una expresividad y profundidad psicológica propias de la sensibilidad romántica que se manifiesta desde la misma obertura , en la que la primera parte anticipa con sonoridades aterradoras la escena en la que el protagonista llega a su trágico final en medio de visiones infernales, como un presagio de aquello que le espera, pero que súbitamente se abre a una música vital y luminosa, que hace pensar en su actitud despreocupada, o tal vez sólo preocupada por un aquí y un ahora en el que, mientras el deseo esté vivo, y haya posibilidad de satisfacerlo, no hay nada qué temer.
Esta historia llena de pasión amorosa, dolor, venganza, ira y muerte se presentó el jueves pasado en la Sala Covarrubias de la UNAM, con música a cargo de la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata de la UNAM.
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