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Dolor y tristeza por el Chapecoense brasileño

La Asociación Chapecoense de Futbol (ACF), equipo modesto y sin figuras de renombre en el panorama del futbol mundial, ilusionó a los habitantes de la ciudad de Chapecó (sur de Brasil) y a los románticos del balompié con su cuento de hadas: el dinero es importante, pero no lo es todo cuando se juega como dicta su lema, “sin grandes nombres pero con mucho corazón”.

Apenas en el 2014 ascendió a la primera división del futbol brasileño, y este año ganó el derecho a disputar la final de la Copa Sudamericana al vencer a equipos de prestigio incuestionable como el Independiente de Avellaneda o el San Lorenzo de Almagro (ambos, de Argentina).

Precisamente, el pasado 23 de noviembre el director técnico del Chapecoense, Caio Júnior, eufórico y tras el triunfo de su equipo ante el “Ciclón” declaró: “Si hoy muriese, lo haría feliz”. Cinco días pasaron y hoy el técnico es una de las 75 personas que perdieron la vida en el accidente aéreo ocurrido la noche del 28 de noviembre.

Esta situación nos hace recordar aquellas tragedias que vivieron el Torino (1949, donde se registraron 31 muertos), Manchester United (1958, con saldo de 23 fallecidos) y la selección nacional de Zambia (la más reciente ocurrida en 1993, con 24 víctimas).

Como dato curioso y macabro: la selección argentina se transportó en la misma aeronave siniestrada perteneciente a LAMIA (Línea Aérea Mérida Internacional de Aviación, Compañía Anónima) empresa que ha operado desde 2009 en Venezuela, y que en 2014 reubicó su base de operaciones en Bolivia.

La aerolínea ha prestado sus servicios a otros equipos sudamericanos como el Atlético Nacional (equipo colombiano que disputaría la final con el Chapecoense), The Strongest (Bolivia), Olimpia (Paraguay), la selección de Venezuela, entre otros.

cielo