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COVID-19 y el espacio social

En México los espacios sociales ya estaban profundamente erosionados y marcados por la desigualdad antes de la pandemia, “por eso hoy más que nunca, hay que poner en el centro que el espacio social también define la capacidad de resilencia. Las transferencias monetarias ayudan, pero no permiten resistir y repararse”. Ante la era COVID es necesario construir políticas integrales que transformen los contextos de desigualdad prexistentes en el país, así lo afirmó el Dr. Mario Luis Fuentes Alcalá, investigador del Programa Universitario de Estudios sobre el Desarrollo (PUED) de la UNAM.

En conferencia del ciclo La ciudad y la pandemia, organizado por el Programa Universitario de Estudio sobre la Ciudad (PUEC) de la UNAM, el académico señaló que la COVID-19 en nuestro país ha visibilizado la profunda desigualdad, marginación y pobreza; así como la fragilidad de los sistemas de protección de salud, educación y de las familias. Además, aseveró que el impacto de la austeridad de los últimos cinco años ha llevado a la parálisis a una gran parte del Estado mexicano.

Ante el contexto de una crisis económica que enfrenta la pérdida constante de empleos formales durante los últimos 15 años, la principal dificultad que afronta la economía mexicana es la informalidad, especialmente cuando se desenvuelve en los espacios públicos, muchas veces carentes de condiciones óptimas para cumplir con las normas necesarias de sana distancia.

Al respecto, el académico puntualizó que, si bien existían ya condiciones adversas en términos económicos y políticos a nivel nacional, la pandemia puso al descubierto gran parte de las fallas de las instituciones públicas. Recordó que 7 de cada 10 personas tienen sueldos equivalentes a 3 salarios mínimos, cuyo ingreso es insuficiente. Igualmente, antes de la aparición del virus SARS CoV-2 había 50 millones de mexicanos en pobreza, con la pandemia incrementará entre 10 y 12 millones más de pobres.

Al analizar el espacio social ante la COVID-19, otro aspecto de gran preocupación son las asimetrías espaciales y sociales emanadas de la propia fragilidad en México. Por ejemplo, las malas condiciones de habitabilidad de las viviendas, así como el creciente hacinamiento por el colapso del ingreso en muchas familias, no garantizan que el hogar sea seguro para el confinamiento.

En el caso de la educación también se enfrentan carencias en los servicios básicos de muchas de las escuelas, aunado a la falta de infraestructura necesaria para la educación a distancia y las amplias desigualdades en el acceso a las nuevas Tecnologías de Información y Comunicación, pero también de las capacidades de uso y de aprendizaje de estas herramientas, comentó el especialista.

La otra dimensión del espacio social es el espacio público, el cual está enormemente erosionado previo a la pandemia, las ciudades no son habitables. “Este largo proceso de la época COVID tiene enfrente una estructura profundamente erosionada y desigual que estructura al espacio social”.

Ante la incertidumbre del panorama y la pregunta de quién pueden resistir condiciones tan adversas, es indispensable construir perspectivas críticas ante los conceptos del riesgo como la resiliencia. Si antes de la pandemia solo 2 de cada 10 mexicanos no eran pobres o vulnerables, la resilencia es algo de muy pocos, destacó.

Finalmente, el doctor Fuentes Alcalá puntualizó la necesidad de construir nuevos liderazgos desde perspectivas críticas. Si bien, las universidades juegan un papel fundamental en estos procesos, las reflexiones también deben partir de las sociedades, pues en ellas reside la capacidad de dar voz y visibilidad a quienes no forman parte de la toma de decisiones.