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Cosmos y Sangre pesada próximamente en el Museo Experimental el Eco

Dos muestras que construyen espacios para la reflexión y promoción del pensamiento no occidentalizado se presentarán en el Museo Experimental el Eco del 15 de junio al 25 de agosto. Se trata de Cosmos, de Eduardo Terrazas y Sangre pesada, de Naomi Rincón Gallardo, curadas por Paola Santoscoy y David Miranda, respectivamente.
Cosmos | Eduardo Terrazas
En el Cosmos de Eduardo Terrazas coexisten varios tiempos simultáneamente: el occidentalizado y el no occidentalizado; el veloz y el lento; el de la relación con el entorno y el de la relación con uno mismo. Cosmos es una de varias series en las que este artista lleva trabajando décadas (otras son más recientes) y que manifiestan un claro interés por operar desde una lógica que apuesta por la indagación permanente, sin cierre, y por la insistencia en temas fundamentales dentro de su universo.
Las primeras obras que realizó bajo este nombre, o mejor dicho bajo esta noción, datan de principios de los años setenta, momento sumamente fértil en su pensamiento y en el desarrollo de una práctica flexible que se mueve con soltura entre los campos de la arquitectura, el diseño, el urbanismo y el arte.
En el campo del arte, el lenguaje que Terrazas eligió como forma de pensamiento y expresión es el de la abstracción geométrica. Desde ahí despliega diversas imágenes que en esencia parten del dibujo: un dibujo a una escala íntima, una labor cotidiana en una hoja o un cuaderno que después se modifica en tamaño, técnica y color haciendo parte de una u otra serie, arrojando al mundo nuevas formas e imágenes que intentan, en sus palabras, contribuir a crear una percepción del mundo más congruente con la realidad global, al tiempo que abren un espacio para la reflexión y la contemplación que es plenamente tiempo presente. Aquí y ahora.
En un tiempo acósmico, como diría el filósofo Michel Onfray, aquel desvinculado con el entorno natural y con el cosmos del que somos parte, en presencia de la deshumanización que esto provoca y sin poder dejar de ser parte de ella, Terrazas establece un vínculo esencial para su obra y su pensamiento con el quehacer artesanal. En concreto, con el del artesano huichol. Este contacto y colaboración de décadas se da a partir de conocer a Santos Motoapohua de la Torre de Santiago. De él aprende a aplicar la técnica que usa hasta hoy en día. La técnica se caracteriza por usar tablas o bastidores de madera cubiertos por cera de Campeche a los que se aplican con gran minuciosidad hebras de lana que van formando secciones de color y creando escenas coloridas que emergen en diferentes tonalidades, gracias al posicionamiento de la hebra. En este encuentro se da un acompañamiento de ida y vuelta desde un pensamiento creativo y no desde el folclorismo. Las obras de Terrazas son testimonios del tiempo invertido y son también resultado de un “poner en situación” a sus obras. Algunas fueron producidas en el estudio del artista en la ciudad de México y otras tantas en un poblado de la Sierra Madre Occidental donde Santos vive con su familia, manteniendo otra relación con el tiempo de la que mantienen los demás.
Para El Eco, Terrazas desarrolló también una intervención a la arquitectura de Mathias Goeritz a partir del emplazamiento de un espejo de agua en el patio del museo. La forma replica la geometría de la que parte la serie COSMOS en una versión que convierte el lugar en una suerte de santuario, reflejando el cielo en su superficie, y haciéndonos partícipes de una mirada ampliada. Esta pieza, al igual que otras series en las que trabaja Terrazas, surge desde una posición híbrida entre el artista y el arquitecto, comprendiendo las necesidades simbólicas y espaciales del lugar creando un ambiente para la conciliación del tiempo no utilitario que estar-habitar permite. La actualidad de sus obras tiene que ver con una intención muy clara de aportar al mundo de las ideas y a la percepción desde las formas, desde la belleza que conlleva una conciencia de ser parte de algo más grande que nosotros.
Sangre pesada | Naomi Rincón Gallardo
El pensamiento occidental ha sido insensible con su contexto y su tiempo; siempre estuvo en contradicción porque situó como base de su universo un modelo de subjetividad individual caucásica, heteronormada, masculina y eurocéntrica, descartando las posibilidades de acompañar su fundamento desde lo natural, lo diverso y lo comunitario. La naturaleza para los occidentales fue un territorio a conquistar, una mercancía en lugar de un hábitat; un instrumento en lugar de una condición intrínseca del ser. La colonización del mundo se justificó a partir de la idea de construir una visión que desplazara la noción de estado natural por el estado de propiedad, como modelo de dominación total a partir de la fuerza y resultado de la imposición ideológica que ordenó destruir todo lo que no fuese consecuente con dicho pensamiento: yo descubro, yo conquisto, yo distribuyo, yo organizo, yo exploto, “yo pienso, luego existo”. Esa visión del mundo ha erosionado el paisaje, sacrificado vidas y enajenado pueblos en poco más de quinientos años, y el conflicto sigue cuando la sociedad “eurotizada” justifica sus agravios anclada en una noción pragmática del progreso y la prosperidad en aras de un orden que regule las diferencias “salvajes” de la tierra.
En la actualidad, la colonización es tangible en sus efectos: la migración de los pueblos resultado de las necesidades creadas por los modelos económicos, la hegemonía del mercado global y el agotamiento de los recursos naturales por la incesante explotación de la tierra y sus derivados, en cantidades y tiempos enajenados, hacen del paisaje un lugar en constante desvelo por el impacto que deja el abuso de la industrialización. México es un país que representa en la actualidad buena parte de los síntomas de la crisis del pensamiento occidental y modernizador. Se debate entre la construcción de su promesa industrial por aminorar problemas sociales y las batallas por la preservación de la herencia natural y cultural de sus ancestros, dejando en ello un territorio árido y ultrajado, lleno de huellas de lo que fue o pudo llegar a ser, con una tierra que exhala la resaca de la confusión de las diferentes concepciones del mundo artificiosamente irracional, creando un escenario fantasmagórico.
Naomi Rincón Gallardo (Carolina del Norte, Estados Unidos, 1979) es una artista que ha creado una narrativa audiovisual de esta crisis, consecuente con un pensamiento decolonial, mediante performances y encuentros musicales que se resuelven como videoinstalaciones, en los que enuncia, con la creación de ambientes, una lectura alterna, no lineal, de las fracturas y contradicciones del orden del mundo.
Sangre pesada es el título del proyecto que Rincón Gallardo presentará en la Sala Daniel Mont del Museo Experimental el Eco, construyendo un espacio para la reflexión abierta sobre la crisis del territorio zacatecano, que fue señalado desde el siglo XVI como una de las regiones mexicanas para la explotación mineral. Esta actividad no ha cesado y continúa aun ahora, dejando en sus fisuras historias de desigualdad y desequilibrios, derivadas de la actividad industrial de esa práctica.
Naomi Rincón Gallardo describe a Sangre pesada como una fabulación mítica-crítica que conjura fantasmas humanos y no humanos que acechan las ruinas de Zacatecas; se refiere a este ejercicio como una conjura fantasmagórica de personajes femeninos, creadores y a la vez destructores, extraídos de cosmogonías mesoamericanas y residuos tóxicos, acentuados en la sangre y los pulmones de los lugareños. La narrativa no-lineal del proyecto la divide en seis partes: Pulmones, Profecía, Colibrí, La dama de los dientes de cobre, La maldición mineral ySangre pesada: todo ello constituye sustancia crítica del régimen colonial que aún rige e intoxica al mundo.
Sangre pesada se produjo y se presentó por primera vez en el marco de la Bienal FEMSA titulada Nunca fuimos contemporáneos, realizada en la ciudad de Zacatecas del 26 de octubre de 2018 al 17 de febrero de 2019.
Las exposiciones Cosmos, de Eduardo Terrazas y, de Naomi Rincón Gallardo, se inauguran el 15 de junio a las 13:00 horas. Estarán en exhibición hasta el 25 de agosto de 2019.
Semblanzas
Eduardo Terrazas (1936, Guadalajara, México) es arquitecto de formación. Estudió la licenciatura en la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM (1953-1958) y cursó la maestría en la Universidad de Cornell en Nueva York (1959-1960). Ha sido profesor en la Universidad de Columbia en Nueva York (1963-1965) y la Universidad de California en Berkeley (1972). Participó en la creación del programa de comunicación, diseño e identidad para los XIX Juegos Olímpicos con sede en México (1968), junto con Beatriz Trueblood (1966-1999). Fue comisionado para la edificación del Pabellón de México en la Feria Mundial de Nueva York (1964-1965) y director del equipo mexicano que colaboró con el gobierno de Tanzania en el plan maestro de su nueva capital, Dodoma (1976-1977). En México, fue director técnico del Instituto Nacional de Desarrollo de la Comunidad y de la Vivienda Popular (1970) y del Instituto de Acción Urbana e Integración Social (1971). Asimismo, tuvo a su cargo el diseño del mobiliario urbano, señalamiento y espacios públicos de los Ejes viales (1978-1979). Ha impartido conferencias en el ámbito internacional en países como la India, Paquistán, Estados Unidos, Colombia y Chile. Ha expuesto en diversos museos y galerías alrededor del mundo. Realizó la exposición Segunda Naturaleza en el Museo de Arte Carrillo Gil (2015).
Naomi Rincón Gallardo (Carolina del Norte 1979). Su base de vida y trabajo ha sido la Ciudad de México, y desde 2015 vive en Viena donde es candidata al PhD in Practice en la Academia de Bellas Artes de Viena. Egresó de la licenciatura en Artes Plásticas de la ENPEG “La Esmeralda” y del programa de maestría en educación: Cultura, lenguaje e Identidad/ Crossectoral-Community Arts de Golsmiths University of London.
Entendiendo la investigación como una práctica artificiosa y transdisciplinaria, su trabajo elabora mascaradas sobre iniciativas de creación de contra-mundos en contextos neocoloniales. Rincón Gallardo crea marcos diversos de colaboración integrando sus intereses por los juegos teatrales, la música, la ficción especulativa, la teoría queer, la pedagogía crítica y los feminismos interseccionales. Junto a su producción, se ha involucrado en proyectos educativos y comunitarios institucionales e independientes como docente y coordinadora. Desde 2013 pertenece al colectivo feminista invasorix.