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Cicatrices: entre el estigma y valor

 

Todos tenemos cicatrices. Personajes de película como Tony Montana o Juan Charrasqueado y de la vida real como el gran músico y compositor Agustín Lara tienen la cara “rajada”.

Todos tenemos alguna cicatriz, pero a nadie le gustan, sobre todo en la cara. Las vemos “feas” porque hay una estigmatización social sobre esa marca que el cuerpo deja en la piel al repararse de una herida.

Hechas al propósito y diseñadas, en otras culturas tienen un simbolismo para la comunidad o la tribu. Incluso hoy hay jóvenes que combinan el tatuaje con las escarificaciones.

El doctor Indalecio Fernández Valverde dice que la cicatrización es uno de los dos procesos fisiológicos que permiten al cuerpo repararse de una herida. El otro es la regeneración celular.

La cicatrización de una lesión en la piel forma un tejido fibroso (fibras o fibrinas) que no tiene las condiciones completas del tejido original, agrega el profesor del Departamento de Cirugía de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Que haya una buena o mala cicatrización depende del tipo de herida y de si hay comorbilidades (diabetes, hipertensión, alteraciones de la coagulación, alguna infección), así como de la nutrición, la actividad física, el tabaquismo y la técnica de sutura, entre otros factores.

Una herida pequeña, de un par de centímetros, con bordes bien definidos (rectos y parejos), tiende a tener una mejor cicatrización, asegura el doctor Fernández Valverde.

Una diabetes mal controlada, con niveles muy altos de glucosa, altera la cicatrización porque afecta la función de todas las células. Tampoco la obesidad y la mala alimentación favorecen una reparación adecuada, ya que ésta requiere que el organismo envíe células y nutrientes para ayudar a reparar una herida.

Cómo y con qué se hizo la herida, la sobreexposición al sol (altera el color de la cicatriz) y la contaminación (ambiente con mucho polvo) pueden alterar la cicatrización o favorecer las infecciones. Algunas pomadas y remedios caseros también pueden provocar una cicatrización deficiente.

Tipos de cicatriz

Las cicatrices se clasifican en dos grandes grupos: las fisiológicas y las patológicas.

La cicatriz fisiológica, dice el académico de la UNAM, es pequeña, no se nota mucho, tiene un color parecido al de la piel que la rodea y no genera alteraciones funcionales.

Las cicatrices patológicas, por su parte, se subdividen en tres tipos:

a) Las hipertróficas: abultadas, rosadas o blancas y con la línea de la herida bien delimitada.

b) Las queloides: es tanto el depósito de colágeno para “llenar el vacío” que la cicatriz sobrepasa la herida (“puede llegar               a ser ovalada, con múltiples lóbulos de cinco o seis centímetros, porque va creciendo”).

c) Las atróficas: hundidas, como las de acné, porque hay poco depósito de colágeno; además, retráctiles, normalmente                 ubicadas en zonas de pliegues, como la axila o el codo. Son como bandas (el colágeno causa que la piel jale un poco                 el tejido adyacente).

En órganos y tejidos internos también pueden quedar cicatrices. Por ejemplo, en el útero, por una cesárea; en el corazón, por un infarto; y en los pulmones, por covid-19.

Aunque todos los tejidos cicatrizan, son muy pocos los que, más que cicatrizar, se regeneran y acaban siendo idénticos al original.

En una cesárea, por ejemplo, si la paciente tiene una cicatriz hipertrófica por otra herida, es posible que se le haga una similar; en cambio, cuando su cicatrización es normal, es probable que le quede una cicatriz menos visible.

En la cicatrización influye también la habilidad del cirujano o ginecólogo y condiciones de salud de la paciente como diabetes gestacional e hipertensión durante el embarazo: preeclampsia / eclampsia.

Tipos de sutura

Tanto en los servicios de salud públicos como en los privados, “se tiene el cuidado de buscar la mejor cicatriz para la paciente”. La ventaja en la atención privada son ciertos recursos, “como algunos tipos de sutura que dejan un poco menos de cicatriz”.

Hay suturas de origen sintético o natural, de tipo monofilamento o multifilamento (dependiendo de cuántos hilos las conforman) y absorbibles o no absorbibles.

Para cada tejido se utiliza la sutura ideal. En una cesárea, se usa la absorbible, para que el cuerpo la vaya degradando y el punto de sutura no se deba retirar después. Es diferente la sutura sintética, que no se puede degradar y genera una cicatriz un poco más visible.

Son parte de nosotros

En algunas culturas las cicatrices (escarificaciones) se llevan como parte de un ritual. Son marcas de honor, de jerarquía, y su enfoque es más cultural e incluso religioso.

En nuestra sociedad, a algunos pacientes no les molesta tener una cicatriz, ya sea porque detrás de ella hay alguna anécdota o porque es una marca de algún recuerdo que no les desagrada, señala el doctor Fernández Valverde.

Pero también hay “un constructo a nivel social” de que las cicatrices son feas, poco estéticas, algo desagradable que impacta mucho; sobre todo las del rostro, que afectan psicológicamente a los pacientes. Por eso, quien por una cicatriz se siente afectado, disminuido, inseguro o incómodo (algunos se deprimen) busca algún tratamiento para retirarla.

Las cicatrices hipertróficas se pueden “retirar” con cirugía, obteniendo un mejor resultado estético. En cambio, las queloides, que crecen, después de una cirugía pueden quedar aún más grandes.

Para disminuir las queloides hay otros tratamientos, como terapias con láser, con silicona o de presión y la administración de esteroides para reducir la producción de colágeno.

“De cualquier forma, las cicatrices son parte de nosotros. Todos tenemos alguna y no deberían generar el estigma social que muchas veces se presenta”.