Al sur de la capital mexicana —junto a Ciudad Universitaria— a unos metros del paradero del Metro Universidad, donde la calle bulliciosa con su concierto de cláxones sienta sus reales, existe un oasis lleno de vegetación, con enormes árboles y diferentes especies de animales, que van desde cacomixtles, tlacuaches, ajolotes, carpas y más de 70 especies de aves, desde patos hasta garzas.
Se trata de la Cantera Oriente de la UNAM, un sitio que originalmente explotaba una planta de asfalto hasta que dejó un enorme hueco de 16 hectáreas y 42 metros de profundidad. Después de aprovecharla durante 25 años, y al observar que comenzaba a brotar agua tuvieron que cerrarla. Por ello, en 1996 devolvieron el predio a la Universidad, acotó Francisco Martínez, responsable del sitio.
El terreno se dividió en lugar de entrenamiento para el equipo de los Pumas, y en un área para la Coordinación de la Investigación Científica. A partir de 1997, se sembraron diferentes especies de plantas hasta formar un jardín que alberga una diversidad ambiental significativa.
Hoy, el lugar funciona como un laboratorio para el subsistema de la Investigación Científica y de la Facultad de Ciencias. Así, estudiantes e investigadores realizan sus prácticas profesionales, tesis y trabajos de campo.
De hecho, los biólogos han encontrado en este sitio un laboratorio sin tener que desplazarse a lugares lejanos. “Tenemos tres manantiales en los cuales se desarrollan distintas actividades”.
Refirió que toda la vegetación se introdujo porque el sitio estaba impactado, y los escombros fueron extendidos para darle sustrato a los árboles; además, se levantó un metro el asfalto para que los árboles pudieran crecer. Hoy funciona como un pequeño pulmón para la ciudad.
“Así, todos los árboles llegaron de metro y medio y hoy están enormes. Un ejemplo son los cipreses que se han desarrollado estupendamente”, finalizó Francisco Martínez.