El síndrome de Dravet, conocido también como Epilepsia Mioclónica Severa de la Infancia (SMEI) o epilepsia polimorfa, es una encefalopatía (desorden o enfermedad del cerebro) devastadora de la niñez. Fue identificado por Charlotte Dravet en 1978 y reconocido como un sínrdome epiléptico en 1985. Inicia entre los 4 y 12 meses de vida, con crisis habitualmente desencadenadas por la fiebre, a las que sigue una epilepsia resistente a los fármacos; a partir del segundo año tienden a presentar retraso en el desarrollo, deterioro del habla, transtornos del sueño y una serie de otros síntomas.
El síndrome de Dravet es una enfermedad de origen genético y se encuadra dentro de la familia patológica de las canalopatías, ya que aproximadamente 75% de los pacientes afectados presenta una mutación en el gen SCN1A.
En este sentido, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Queesland (UQ) y el Instituto Florey de Neurociencias y Salud Mental, ambos en Australia, descubrieron que un péptido que se encuentra en el veneno de araña, podría ayudar a diseñar un medicamento capaz de restaurar las deficiencias neurales que desencadenan las convulsiones asociadas con el síndrome de Dravet.
“Cuando este gen no funciona como debería, los canales de sodio en el cerebro que regulan la actividad cerebral no funcionan correctamente”, dijo el profesor Glenn King, investigador del Instituto de Biosciencia Molecular de la UQ.
“En nuestros estudios, realizado en ratones, el péptido del veneno de araña fue capaz de dirigirse a los canales específicos afectados por Dravet, restaurando la función de las neuronas del cerebro y eliminando las convulsiones”.
El profesor King dijo que el descubrimiento, realizado en colaboración con el profesor Steven Petrou, del Instituto Florey, quien fue el último en demostrar la efectividad única del veneno de araña en el tratamiento de los trastornos del sistema nervioso.
“Las arañas matan a su presa a través de compuestos de veneno que se dirigen al sistema nervioso, a diferencia de las serpientes, por ejemplo, cuyo veneno se dirige al sistema cardiovascular”, dijo Petrou. “Millones de años de evolución han refinado el veneno de araña para apuntar específicamente a ciertos canales iónicos, sin causar efectos secundarios en los demás, y los medicamentos derivados de los venenos de araña conservan esta precisión”.
La investigación fue publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) de los Estados Unidos de América.