Cada mañana, Salvador Sánchez Conejo tiene que trasladarse desde el norte de la capital mexicana hasta el sur para llegar al gimnasio de Ciudad Universitaria. Son horas de intenso trajín que hace solo para cumplir su sueño: Ser el mejor gimnasta del mundo.
Estudiante de literatura dramática y teatro en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Salvador quiere conquistar a un exigente público que espera con ansiedad su actuación, tanto en el escenario como en lo deportivo.
En este último, trata de emular la hazaña del coahuilense Iván Veloz en 2014, quien hizo historia al convertirse en el primer monarca mundial de gimnasia aeróbica del certamen que tuvo lugar en Quintana Roo.
“Él (Iván Veloz) nos ha abierto una gran brecha en donde pocos gimnastas hemos tenido la oportunidad de estar compitiendo a nivel internacional”, afirmó.
Por eso equilibrio, flexibilidad, fuerza, control y delicadeza son los elementos que Salvador pule todos los días para cumplir con ese deseo, en medio de aquel aroma de gimnasio, de colchoneta, de polvo de magnesia y, desde luego, de sudor, sinónimo del esfuerzo, que recorre su rostro.
Aunque atravesar la ciudad representaría un reto, su necedad para sobresalir, tanto en el estudio como en el deporte, pesan más y eso lo motiva todos los días.
“No importa (hacer largos recorridos), vivo bastante lejos y CU está acá y quiero estar aquí, es algo como mucha pesadez, no es como un fastidio el hacer deporte ni el estudio, sino el cansancio de la distancia recorrida todos los días”, asentó en entrevista para Notimex.
El gimnasta universitario sostuvo que cuando se tiene decisión y determinación se logran los objetivos, “todo cuerpo humano tiene las capacidades y el gusto por hacer alguna cosa. Es muy difícil hacer un cuerpo flexible, pero no es imposible”.
Con logros en certámenes internacionales como el tercer lugar en la Copa del Mundo de Las Vegas, Estados Unidos, y oro panamericano en 2015 en Oaxtepec, Morelos, el joven talento lleva cuatro años en la selección nacional y eso lo llena de orgullo.
“Es demasiada responsabilidad, pero a la vez es placentero. Tener el renombre de ser seleccionado nacional, es un gran papelote, y representar a la Universidad (UNAM) a nivel internacional es muy grato”, afirmó.
Sin embargo, Salvador tiene que pagar un precio por llegar a cumplir con su misión: “casi no veo a mi familia pero siempre me están apoyando, y cuando los llego a ver, es platicar mi vida académica y deportiva”.
El gimnasta sabe hasta dónde quiere llegar, solo es cuestión de tiempo para incluir los elementos importantes en sus rutinas bajo las notas musicales que hace el acompañamiento. Es un deporte artístico en donde lleva a la interpretación.