Víctor Luis Barradas Miranda, investigador del Instituto de Ecología (IE), calcula la eficiencia de cuatro especies de árboles. Mide la transpiración y flujo de savia de cada uno, y así sabe que para bajar tres grados la temperatura dentro de una hectárea necesita 51 liquidámbares y 25 fresnos.
Para contrarrestar los graves efectos de las islas de calor urbanas, el experto propone la creación de parques modulares, cuyo diseño integral combine la alta eficiencia del ecosistema con estándares estéticos que consideren la arquitectura del paisaje.
En su modelo, hasta ahora teórico, Barradas y su colega Mónica Ballinas (asistente de investigación en el IE) han trabajado con cuatro especies de árboles, dos nativas del Valle de México: liquidámbar (Liquidambar styraciflua) y fresno (Fraxinus), y dos introducidas: el trueno (Ligustrum lucidum) y un tipo de eucalipto (Eucalyptus camaldulensis).
Opciones de mitigación
Los investigadores hicieron un modelo de mitigación de la isla de calor (sitios en donde la temperatura es más alta que en los alrededores debido a una excesiva urbanización) utilizando esas cuatro especies de árboles, que pueden ser una buena solución natural para disminuir la temperatura en las ciudades. “Teníamos que buscar las mejores para refrigerar el ambiente”, dijo Barradas.
Así, concluyeron que “se necesitan 17 árboles de liquidámbar ya maduros (como de 30 años) por hectárea para bajar la temperatura un grado Celsius”. Con nueve de fresno o 16 de trueno se obtiene el mismo resultado. “El más eficiente es el fresno, pero pueden hacerse arreglos y combinar varias especies. Si quiero bajar la temperatura hasta tres grados, necesito 51 árboles de liquidámbar y 25 fresnos. Son opciones”.
El experto aclaró que las islas de calor no son exclusivas de las ciudades, también hay en la naturaleza. Por ello, los parques modulares podrían aplicarse también en grandes extensiones de campo, con tierras improductivas. “Allí hay espacios homogéneos que no hay en las urbes, además no hay edificios ni calles que dificulten el proyecto”.
Transpiración y flujo de savia
Con un aparato llamado porómetro y la medición del flujo de savia, Barradas y Ballinas miden la transpiración de los árboles. “Es una forma de hacer estas mediciones ecofisiológicas de una manera aplicada”.
Cuentan con un modelo que utiliza un algoritmo para diagnosticar la temperatura en función de la transpiración, la evaporación y la radiación que esté llegando al sitio. “Necesitamos recursos para tenerlo computacionalmente y requerimos de un especialista que haga el programa de cómputo”, subrayó Barradas.
En el Centro Histórico
El universitario pretende concretar su idea en el Centro Histórico de Ciudad de México, y para ello cuenta con la colaboración del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad. “En el futuro tendrían que tomarse en cuenta estas iniciativas ante cualquier plan de urbanización”.
Tras recordar que comenzó su modelo hace 10 años, expuso: “Diseñamos con un algoritmo un parque de 50 por 50 metros, con arquitectura de paisaje; se consideró la función y la estética, y son módulos que pueden ser repetitivos o alternados”. El proyecto ya fue enviado para su probable publicación.
Finalmente, Víctor Luis Barradas Miranda remarcó que la solución natural de los parques modulares podría replicarse en varias áreas del país.