En forma de estrella de siete picos representa a los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
“Dale, dale, dale, no pierdas el tino…”, ¿quién, chicos o grandes, no la ha cantado en alguna posada o cumpleaños? ¿Quién, vendado, no ha dado palos de ciego y se ha perdido en el camino… hasta que otro, de chiripada o haciendo trampa, rompe la piñata, cuyo origen sepa la bola donde comenzó.
Se dice que es tan antigua, que surgió en China. Formaba parte de la celebraciones de Año Nuevo del país asiático. Se dice también que Marco Polo llevó la piñata (un Buey de Primavera: una figura de barro rellena de granos) a Italia, donde fue adaptaba para las celebraciones de la Cuaresma.
Del país con territorio en forma de bota pasó a España y desde allá brincó “el charco” para llegar a América, como un elemento más de la evangelización.
Se dice también que ya los mayas practicaban el juego de romper, con los ojos vendados, una olla colgada de una cuerda y llena de cacao. Y que hay evidencia de que los aztecas tenían una festividad similar para celebrar a Huitzilopochtli.
Lo que si está documentado es que se utilizó en el Nuevo Mundo para la evangelización. En 1586, los frailes agustinos de Acolman de Nezahualcóyotl (cerca de Teotihuacán), autorizados por el Papa Sixto V, celebraron las misas de aguinaldo, que luego se convertirían en las posadas y la Navidad con todo y piñatas.
Originalmente simulaban una estrella a propósito. Tenían siete picos que simbolizan los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
Otros símbolos son: la tentación, por sus brillantes colores; los engaños del mundo, por las láminas de oropel; la fe ciega, por los ojos vendados; la fuerza y la virtud que destruyen los engaños y los pecados, por el palo que rompe la piñata. Los dulces, frutas, cacahuates y juguetes son las riquezas del reino de los cielos otorgados como premio a la fe y a la perseverancia
Piñatas, las de Acolman
Por sus materiales , hay piñatas de barro, de cartón y de estructura de alambre, cubiertas con papel de China o papel maché.
Las piñatas más apreciadas por su belleza y colorido son elaboradas por los artesanos de Acolman, un poblado localizado en el Estado de México, donde seguro te enamorarás más de esta extraordinaria artesanía mexicana.
En este pueblo mexiquense, donde se dice que nacieron las posadas como tradición, cada año, del 16 al 24 de diciembre, se realiza la Feria de la Posada y la Piñata, que incluye un gran concurso artesanal que premia a la piñata más original.
Una forma de protesta
Las formas y temas de la piñata son tan variados como la imaginación nos dé, y según el propósito o un personaje se vuelva noticia o tendencia.
Aunque se mantiene la tradición de piñatas en forma de estrella para posadas y Navidad, en otras ocasiones, como cumpleaños o actos catárticos (una marcha-mitin, por ejemplo) representan objetos o personajes emblemáticos (superhéroes o caricaturas), polémicos (Trump), celebridades (Kardashian, Salma Hayek) o memorables que una acción (La Reynota).
En el corto cinematográfico “La madre buena”, como en la realidad, la piñata de Trump, dice el productor del filme Alejandro Saevich, simbolizan una parte esencial de la cultura mexicana.
Romper la piñata, agrega Saevich, es un acto barbárico, a la vez que juego de niños con final feliz porque de ella salen caramelos. También convertir en piñata a cierto personaje y romperla, es una forma de protesta, de expresar impotencia y frustración, pero de forma divertida y humorística.
En los últimos años, celebridades o personajes políticos, que se vuelven tendencia en redes sociales, por admiración o repudio han sido caricaturizados en forma de piñata.
En Reynosa, Tamaulipas, hay una tienda que ha marcado tendencia durante los últimos años y en las nuevas generaciones. La Piñatería Ramírez ha creado piñatas desde Guillermo del Toro hasta la controversial Karla Panini.
En México se hacen piñatas para todos los gustos, hay desde las orejonas de Salinas hasta la de AMLO con todo y avioncito.