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Horacio Franco: la música como trinchera

  • Para despedir al 2019, el Centro Cultural Universitario Tlatelolco recibirá el sábado 7 de diciembre a uno de los mejores flautistas del mundo.
  • Horacio Franco revolucionó la flauta de pico. Durante cuatro décadas ha impulsado su estudio y desarrollo a partir de la ejecución de piezas exclusivas, la adaptación de obras de compositores clásicos y una metodología pedagógica inédita. 
  • El flautista, director de Orquesta, profesor y activista ha recorrido los cinco continentes para tocar lo mismo con la Filarmónica de Dortmunde o la Sinfónica de Birmingham que con adolescentes en las secundarias de las periferias.

La de Horacio Franco parece una historia feliz. De esas que inspiran guiones de películas en las que destaca el talento innato del protagonista y la cultura del esfuerzo: un adolescente de 11 años de edad, sin educación musical, descubre sus dones por casualidad y se convierte en un músico famoso que ha llevado su arte a los cinco continentes.

La historia comienza con Horacio Franco en la secundaria en la mitad de la década de los 70. El gobierno mexicano veía en la flauta la vía para acercar a los jóvenes a la educación musical. Ése fue el primer instrumento que conoció.

El flautista recuerda que, durante los ensayos, su salón de clases se asemejaba a una granja que imitaba el sonido de los pollos. Mientras sus compañeros usaban las flautas como cerbatanas o buscaban parecerse a los carritos que vendían camotes, él descubrió que tenía un don especial: con sólo escuchar las melodías, podía reproducirlas.

“Nunca había puesto la mano en un violín o una guitarra o en ningún otro instrumento musical. La música no estaba en el panorama de mis papás, porque eran analfabetas funcionales, no terminaron ni la primaria. Los pobres tuvieron que trabajar desde niños, tuvieron una infancia bastante dura. Era gente pobre económicamente; gente pobre en educación, en información”, relata en su oficina que, a primera vista, es inconfundiblemente suya.

Las paredes están tapizadas con los innumerables reconocimientos que ha recibido a lo largo de cuatro décadas de carrera. Son de instituciones musicales, universidades, organismos gubernamentales o marcas reconocidas.

Sobre todo, destaca la reproducción de su efigie en muchos formatos: a lápiz, con tinta, en óleo, en acuarela, en formato de caricatura o en escultura de barro. Siempre, Horacio y su flauta. Casi siempre desnudo o con el torso descubierto.

Pero también está el Horacio del origen, cuando aún no descubría la música: un retrato en el que no rebasa los 2 años de edad, en blanco y negro, con una de esas escenografías típicas de estudios fotográficos con cortinas tableadas de fondo.

Desde ese espacio, el músico charla acerca del concierto que ofrecerá el próximo sábado 7 de diciembre en el Centro Cultural Universitario de Tlatelolco (CCUT) y de la importancia de incidir en entornos sociales a través del arte y la cultura.

Como activista, se ha incorporado al consejo asesor de la Unidad de Vinculación Artística (UVA) del CCUT, a la Comisión de Memoria Histórica del gobierno federal y a la Comisión de Diplomacia Cultural, que busca destacar la imagen de México en el extranjero.

Horacio Franco

Foto por Héctor Fong

“Pepe Nando Música”

A los 16 años de edad, Horacio Franco se convirtió en profesor del conservatorio de música. Como no existían programas para flauta –se referían a ella como “instrumentos folklóricos latinoamericanos”– y lo animaban a dedicarse al piano o el violín, él tuvo que generar sus propios programas musicales e ir adaptando piezas compuestas originalmente para otros instrumentos.

“Yo debería de haberme llamado José Fernando Música, porque estoy pepenando sonatas o piezas creadas para otros instrumentos”, bromea.

En 1981 escribió para la Enciclopedia Británica un artículo sobre la música para sonata de Geor Philip Telemann. Envió en un sobre un casete como quien lanza una botella al mar. Y funcionó. Ganó 6 mil dólares y se fue a estudiar a Holanda. Desde entonces su música trascendió fronteras.

Horacio y la música

“La música ha sido el vehículo de las bellas artes, la que escogí como profesión. La que me ha permitido expresar mis emociones y mis sentimientos, para vivir de ello. Soy un ente que vive de la música, que disfruta la música, que ama la música, que vive y respira música”.

Su obra favorita

“Es la que estoy tocando en ese momento. No hay algo más importante. Es mi último objetivo en la vida. Después de eso, me puedo morir y no pasa nada. Pero en ese momento estoy ahí al 100 por ciento. Tienes que tocar como si fuera lo último que vas a hacer en la vida, lo último y más importante que vas a hacer en la vida”.

Incidencia social

“Tienes dos opciones: quedarte pasivo sin modificar nada o tratar de hacer que la música clásica sea en algún momento dado accesible para todos. Mostrar a las personas que hay otras maneras de vida. Por eso me dio por dar conciertos en secundarias de zonas marginadas. Por ir a tocar a preparatorias. O en la marcha gay para que también las locas se dieran cuenta que hay otro tipo de música que podemos hacer los homosexuales.

“Tienes que ponerte una trinchera. No vivo en Suiza, o en Viena, para solamente tocar en las salas o iglesias la música barroca o de cámara. Si lo que tú quieres es trascender y salir de nuevo, luchar contracorriente y ponerte con Sansón a las patadas, pues empiezas a hacer trabajo hormiga. Eso lo puedes hacer como músico, como barrendero, como prostituta o como presidente de México”.