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EL CALOR, UN RIVAL MÁS A VENCER EN ESTAS OLIMPIADAS

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  • El golpe de calor es una de las principales causas de muerte entre atletas, señala el Comité Olímpico Internacional
  • Con entrenamiento adecuado es posible competir en entornos cálidos, pero si la temperatura ambiental supera los 37 °C hay un problema, pues ello significa que tenemos más calor fuera que dentro del cuerpo humano, advierte Ramón Hernández, de la Dirección de Medicina del Deporte de la UNAM

El 15 de abril de este año, el nueve por ciento de quienes corrieron el Maratón de Boston hicieron un alto para solicitar ayuda médica debido a malestares derivados de las altas temperaturas de aquella jornada. Menos de un mes después, el 12 de mayo de 2024, los organizadores del Maratón de Leiden (en Holanda) suspendieron la carrera de forma abrupta cuando 25 competidores sufrieron un golpe de calor. Que tales eventos sean cada vez más frecuentes ha encendido focos rojos entre los organizadores de los Juegos Olímpicos de París.

“El cambio climático ha hecho que, para quienes trabajamos con atletas, el calor sea un factor a tomar cada vez más en cuenta”, comparte el doctor Ramón Hernández, quien brinda consulta y ayuda a diseñar planes de entrenamiento en la clínica de la Dirección de Medicina del Deporte, ubicada a un costado del Estadio Olímpico de la UNAM.

Para el especialista es normal que, con las olimpiadas en curso, todos los ojos estén puestos en París y que, por lo mismo, sea inevitable recordar una fecha: el 25 de julio de 2019, cuando los termómetros de la capital francesa registraron 42.6 grados Celsius, récord histórico que, a causa de la crisis ambiental planetaria, algunos temen que se repita.

En dicho contexto la pregunta es ineludible, ¿qué pasa si realizamos actividades físicas intensas en ambientes muy cálidos? Hay varios escenarios, expone el universitario: pueden darse desde problemas a nivel de órganos o alteraciones en el sistema nervioso central capaces de provocar mareos o pérdida de memoria, hasta choques de calor, condición en la que la termorregulación falla y hace que la temperatura corporal se eleve por encima de los 40 grados en pocos minutos.

Después de que la Olimpiada de Tokio 2020 (en realidad realizada en 2021 debido a la pandemia) fuera considerada “la más caliente de la historia”, en 2022 el Comité Olímpico Internacional (COI) publicó un documento (o consenso) que señala dos hechos preocupantes: por un lado, que el calor es responsable de más decesos que todas las catástrofes naturales juntas y, por el otro, que el choque de calor por esfuerzo está entre las dos principales causas de muerte en atletas.

“Es crucial que entrenadores, médicos y competidores sepamos qué hacer antes, durante y una vez finalizadas las competencias, en especial ante condiciones térmicas adversas. Esto es un tema cada vez más relevante para la medicina del deporte y no podría ser de otra manera; estamos en pleno calentamiento global y el mundo está cambiando”.

Más alto, más rápido, más fuerte

Como aficionado a los deportes, el doctor Hernández espera que en esta XXXIII Olimpiada se rompan varias plusmarcas. “Lo ideal para lograrlo es tener un ambiente a 30 grados centígrados o menos. A temperaturas mayores disminuye el rendimiento aeróbico, pero no descartemos que, incluso por encima de ese límite, se impongan récords, pues hay entrenamientos diseñados para lograr buenos desempeños pese al calor y, además, en este caso estamos hablando de deportistas de élite”.

Sin embargo, hay un escenario que preocupa tanto a médicos como entrenadores, cuando la temperatura del ambiente supera los 37 grados Celsius, pues ello significa que hay más calor en el ambiente que al interior del cuerpo humano, lo cual genera una disregulación que hace fallar tanto a los órganos como al sistema nervioso central.

A decir del profesor Mauricio Quesada, del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM, cada vez son más frecuentes dichos escenarios, como constatamos hace poco con las olas de calor que rompieron en México, las cuales generaron temperaturas tan altas que cientos de monos aulladores desfallecieron y cayeron de los árboles.

“Las temperaturas que estamos viendo ya rebasan nuestro umbral de temperatura. Los humanos sobrevivimos en un rango relativamente pequeño que oscila entre los 35 y los 40 grados. Si superamos dicho límite nos da fiebre y nuestro sistema de enzimas colapsa”.

El calor nos afecta a todos, pero no de la misma manera, refiere por su parte el doctor Ramón Hernández, quien añade que es muy diferente lo que padece una persona no ejercitada y con un porcentaje de grasa corporal elevado (el cual almacena el calor y dificulta su pérdida), que un deportista bien entrenado y en estado físico óptimo.

No obstante —añade—, incluso entre atletas es imposible generalizar, pues cada uno tiene características propias que les permiten lidiar de mejor o peor manera con ambientes cálidos, y como ejemplo de ello pone a los corredores de Nigeria, quienes no sólo se desempeñan bien en el calor, sino que acaparan podios e imponen marcas en cuanto evento compiten, como Kelvin Kiptum, quien en 2023 logró lo aparentemente imposible: terminar un maratón en dos horas, haciendo añicos el récord mundial de 2:01:09, impuesto por el también nigeriano Eliud Kipchoge.

El doctor Hernández explica que esto se debe a los cuerpos delgados, altos y de extremidades largas de dichos maratonistas, algo que según varias investigaciones se debe a la llamada Regla de Allen, un concepto biológico que propone que los animales (y el humano pertenece a dicho reino) evolucionados en ambientes calientes y secos desarrollan este tipo de físicos, los cuales son mucho más eficientes para disipar el calor que aquellos que prosperaron en entornos templados o fríos.

No obstante, más allá de las adaptaciones evolutivas, todos somos vulnerables a las temperaturas ambientales por encima de los 37 grados Celsius,  por ello, como se sugiere en el consenso publicado por el COI en 2022, es preciso estar atentos a todas aquellas actividades deportivas a realizarse al aire libre e instalar los suficientes puntos de hidratación para competidores, tener personal médico para intervenir en todo momento, realizar monitoreos climáticos frecuentes antes y durante el evento, y acortar o suspender las justas si se llegaran a presentar casos como el de aquel jueves de 2019, cuando París alcanzó los 42.6 grados.  “Hay muchas variables a considerar y estamos aprendiendo mucho. Yo creo que, aunque el calor global siga en aumento, ello no detendrá a los deportistas. Claro, como médicos debemos considerar el riesgo que implican las temperaturas altas, pero si tomamos las precauciones debidas no tengo duda de que los atletas seguirán asombrándonos con sus proezas, y también rompiendo récords”.