- Los temblores no se pueden predecir; sin embargo, es posible saber con qué frecuencia han ocurrido movimientos de tierra con magnitud mayor a siete y determinar el peligro sísmico de las zonas costeras, señala María Teresa Ramírez, investigadora del Instituto de Geografía de la UNAM
Los sismos ocurren desde hace millones de años, pero su estudio y registro instrumental es reciente. De acuerdo con María Teresa Ramírez Herrera, investigadora del Instituto de Geografía de la UNAM, en México sólo hay 150 años de datos instrumentales. “Los que encontramos en los documentos históricos, juntos, no suman más de cinco siglos”.
En ese contexto, es relevante saber qué otros temblores generadores de tsunamis ocurrieron en épocas remotas, sobre todo en las costas del Pacífico. Conocer más sobre los terremotos ancestrales es fundamental para entender estos fenómenos en el presente, y tal es el objetivo de la paleosismología, rama de las ciencias dedicada a los movimientos de tierra ocurridos en el pasado geológico.
Saber esto ayuda a estimar el riesgo que representa una falla, pues dicha especialidad se aboca a identificar y caracterizar deformaciones y desplazamientos de los sedimentos recientes provocados por terremotos prehistóricos, lo cual proporciona datos de suma importancia como las fechas de ocurrencia, desplazamiento en la falla, caracterización estructural (geometría y direcciones) y magnitud probable.
María Teresa Ramírez lleva a cabo estudios paleosísmicos desde hace más de dos décadas. “Nuestro trabajo va más allá y estudiamos periodos más largos que van de cientos a miles de años. Son varios ciclos sísmicos los que podemos observar a través de nuestros análisis de la deformación tectónica en el relieve en la superficie”, explicó. Estos datos permiten tener una idea de los tiempos de recurrencia y las magnitudes esperadas en una falla, con lo que se puede estimar el peligro sísmico para, después, hacer una determinación de riesgo en forma.
Sismicidad en México
El peligro sísmico en México no pasa inadvertido, sobre todo debido a las consecuencias de los grandes y frecuentes terremotos ocurridos cerca de la costa del Pacífico. Es poco lo realizado para evaluar la situación de riesgo que representan las numerosas fallas activas en el país.
La falta de apoyo al conocimiento de éstas se debe a que los estudios de riesgo se han concentrado en localidades afectadas con frecuencia por temblores, en la zona conocida como de subducción, frente a las costas del Pacífico. No obstante, son muchas las áreas urbanas que, pese a estar alejadas de esta frontera tectónica, se localizan en las inmediaciones de fallas posiblemente activas.
En otros países, incluso, se han desarrollado centros de investigación especializados en la evaluación de dicho peligro y su consecuente riesgo y, a pesar de ello, los hechos lamentables ocurridos en Sichuan, China, en 2008; L’Aquila, Italia, en 2009; Chile, en febrero de 2010; Japón, en marzo de 2011, o Turquía y Siria, en febrero de 2023 (por mencionar los más recientes) han evidenciado que falta todavía mucho por hacer en aquellos países con mayor experiencia en el tema.
De acuerdo con el sitio Protección Civil de la CDMX, México es uno de los lugares con mayor actividad telúrica, pues se registran más de 90 sismos por año con magnitud superior a cuatro, lo que equivale a un 60 por ciento de todos los movimientos telúricos ocurridos en el mundo. Con base en el registro estadístico, los estados con mayor riesgo y donde se dan terremotos de gran magnitud que pueden afectar a la Ciudad de México son: Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Edomex y Veracruz.
Estudios universitarios
Un grupo de investigación internacional conformado por María Teresa Ramírez Herrera; Julius Jara, de la Universidad de Biberach (Alemania), y Daniel Melnick, de la Universidad Austral de Chile, buscan descifrar los mecanismos de deformación tectónica y la actividad sísmica ocurrida en la costa mexicana del Pacífico.
Esta investigación se realiza a través de los proyectos TACOS (Tectónica Costera de la Zona de Subducción Mexicana), liderado por María Teresa Ramírez, y TANTA (Earthquakes and Coastal Deformation in Subduction Zones at Continental Scale). En enero de 2024, el grupo realizó la primera expedición a lo largo de la costa del Pacífico mexicano, la cual incluyó los estados de Michoacán, Guerrero y Oaxaca, donde han ocurrido terremotos de mayor magnitud. Para estos científicos es importante entender la sismicidad, sobre todo de los movimientos de alta magnitud experimentados en esta zona de subducción, pues hay poca información al respecto.
Su trabajo consistió en recorrer 600 kilómetros de costas entre Colima y Oaxaca, y tomar muestras de las terrazas marinas (accidentes geográficos donde una plataforma queda expuesta por la combinación de variaciones del nivel del mar y cambios tectónicos de alzamiento y subsidencia), pues éstas dan cuenta de cómo los movimientos de placas han deformado el terreno. Este tipo de superficies suelen verse como una estrecha franja costera suavemente inclinada hacia el mar, cubierta la mayoría de las veces por depósitos marinos como limo, arena, gravilla.
Otro de los objetivos de la investigación es obtener información de la actividad sísmica en una escala de tiempo más larga (miles de años), ya que por ahora sólo se tiene el registro instrumental de 114 años de actividad en esta zona costera (en México, dicho registro inició en 1910). La finalidad es entender el ciclo sísmico en el margen de placas.
Los científicos emplearon diferentes métodos de investigación como la geomorfología del paisaje, la toma de muestras, algunos marcadores (biológicos fósiles) y drones para mapear áreas de difícil acceso.
“Las muestras recolectadas sirven para determinar la edad de cada una de éstas, lo que significa que sabremos cuándo dichas plataformas se encontraban bajo el nivel del mar y cuándo se dio un levantamiento debido a un sismo”, explicó la profesora Ramírez.
La datación se obtiene mediante pruebas de luminiscencia óptica estimulada, carbono 14 y el estudio de organismos fosilizados (conchas o balanos, por ejemplo) presentes en las muestras. “Analizamos el tipo de especie y el hábitat de estos organismos, o sea, a qué altura sobre el nivel del mar viven, y el fechamiento nos sirve para determinar en qué momento el océano dejó de cubrirlos. Al obtener estos datos podemos saber cada cuándo se repiten estos eventos y si tienen un intervalo de recurrencia homogéneo. Ello nos permite decir, sismos de tal magnitud ocurren cada tantos años”.
Para la universitaria es importante dejar en claro que los movimientos telúricos no se pueden predecir; sin embargo, sí es posible saber con qué frecuencia han ocurrido terremotos con una magnitud mayor a siete a fin de determinar el riesgo sísmico de estas zonas costeras. “Esta herramienta, como tal, nos sirve para prepararnos y determinar el potencial y capacidad de una zona para producir sismos grandes, para saber con cuánta frecuencia han ocurrido y si es probable que se repita uno en una cantidad determinada años. Con esa información es factible estimar el peligro sísmico en una zona. A los tomadores de decisiones ya les tocará actuar para que esta información no quede en el vacío”, concluyó.