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Un tal pedagogo

En esta ocasión voy a compartir un poco sobre quién soy. Considero importante antes de leer a alguien, conocer quién es, de dónde es, qué hace en la vida, etc., para comprender de mejor manera desde dónde escribe lo que escribe, por qué y cómo mira lo que mira.

Estudié Pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. El perfil de pedagoga/o en esta institución es de especialistas en educación. Lo que sea que eso signifique pues, como en todo, existen distintas perspectivas desde las cuáles entender a la pedagogía. Sostengo que es una ciencia social y que la educación no es neutra sino política, o sea que ni buena ni mala. También sostengo que la educación es mucho más que la escuela y que, aunque puede coadyuvar a mejorar nuestro mundo, también puede perpetuarlo con todas sus injusticias y desigualdades, e incluso empeorarlo. Por ello, es que me posiciono y pregono una pedagogía crítica que tiene como horizonte un proyecto político-pedagógico que haga posible un mundo diferente y mejor.

Pertenezco al 1% de la población en México que tiene la oportunidad de estudiar un posgrado (OCDE, 2017). Significa que tengo un enorme privilegio pero, sobre todo, una inmensa responsabilidad pues pude acceder al programa de maestría en Pedagogía de la UNAM. Asumí dos cosas: 1) que para que yo pueda estar estudiando en esta institución, muchas otras personas han tenido que quedar fuera y 2) que me es posible estudiar esta maestría gracias a la beca que me otorgó el CONACyT –que es sostenida por financiamiento del erario público–. ¡Bendita educación pública y gratuita! De no ser por ella, yo no hubiera podido pensar en hacer una carrera y ser parte del pequeñísimo 17% de personas en el país que tiene la oportunidad de estudiar en una universidad, ya sea pública o privada. (OCDE, 2017).

En la maestría que estudio, nos forman para ser investigadores/as en educación. Asimismo, participo como profesor adjunto de la asignatura Investigación pedagógica en el tercer año de la licenciatura de Pedagogía-UNAM. A continuación, haré un esquema que me permite entender y reflexionar sobre el espacio en el que me muevo: la UNAM.

La Facultad de Filosofía y Letras es la única facultad de humanidades en el campus central, sin embargo, es de las más desdeñadas política, social, científica y económicamente. Supongo que es por la fama que tiene de formar gente pensante y contestataria, o como nos llaman: “revoltosos” e “izquierdosos”. A quienes estudiamos en esta facultad, muchas veces nos desdeñan tachándonos de “poco o nada científicos”. De hecho, los recursos como becas de movilidad, proyectos de investigación o cultura, son los menos para esta facultad porque “lo de hoy” es invertir en ciencia “verdadera” que se pueda usar.

Dentro de esta facultad tan despreciada, la carrera de Pedagogía es –a su vez– la menos bienvenida entre los gremios de filósofos, historiadores y algunos otros despistados; siguen insistiendo en sacarnos de su facultad. Todavía recuerdo mi primer día de clases en la carrera…unos muchachos gritaban en la entrada: “Bienvenidos todos, menos –las- de pedagogía”. Enfatizo el género porque soy un hombre que estudió en un Colegio en el que el 90% de la matrícula son mujeres. En ese contexto, además de todo, la asignatura de Investigación pedagógica en la que participo como adjunto, es obligatoria y a casi nadie gusta. La gran mayoría de las colegas la cursan a regañadientes porque tienen que hacerlo y no porque quieran.

Lo anterior puede ayudar a entender por qué escribo lo que escribo, por qué escribo como escribo y desde dónde estoy mirando el mundo. Entenderán que la vida me ha llevado a estar y defender –con convicción– espacios y cosas que generalmente causan “urticaria” o desaprobación social. No le sorprenda si de repente detecta mi adscripción y simpatía con los principios generales del EZLN y con el movimiento mismo. Tampoco si coincido y apoyo muchas de las posturas de las compañeras feministas y sus luchas, menos si detecta cierta crítica pesimista en mis palabras y mucho menos si descubre que mi denuncia (regularmente sarcástica), guarda sus esperanzas en propuestas con iniciativa. Soy de esos que piensan que muchas cosas están mal, pero también pienso que no basta con decirlo porque estoy convencido que podrían estar mucho mejor. Soy de esos que apuestan la vida día a día por tratar de ser congruentes y consecuentes con sus ideales. Soy ese que, en su “odiada” clase de investigación, disfruta intentando convencer a las compañeras/os de que investigar sirve de mucho. Estoy convencido de que investigar es, necesariamente, pensar; y que pensar es, necesariamente, pensar diferente, pensar críticamente cuestionando lo que se presenta como dado. Investigar es la forma de concreción del pensamiento que nos distancia de la reproducción y nos acerca a la transformación.

Puedo decir que lo que hago como universitario no es solamente pensando en mi beneficio personal, porque, desde que entendí que mi educación se paga por medio de impuestos y con el trabajo de muchas personas que jamás van a poder entrar a la universidad, asumo que la mayor parte de mi responsabilidad es hacia esas personas sin nombre. Gracias a ellas me formé y tengo un papel en nuestra sociedad y no me da miedo decir que mi lealtad y mi trabajo son para esas personas.