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Un eclipse eclipsado

“El eclipse se eclipsó”, bromeó Juan Aguirre, de la Facultad de Contaduría y Administración (FCA), cuando tras una hora formado en las afueras del Instituto de Astronomía (IA) para acceder al área de telescopios, escuchó que el avance sería lento debido a al exceso de nubes y que le pedían aguardar a un cielo despejado para que quienes ya estaban con un ojo en el ocular, pudieran observar algo.

De hecho, fueron cientos —al menos— quienes se quedaron sin poder observar este fenómeno debido a que los organizadores de los eventos realizados tanto en el IA como en la explanada de Universum jamás esperaron una afluencia así de masiva. “No contemplábamos a tantos, en especial hoy que se supone que los niños regresan a clase”, dijo una de las encargadas de recibir a la prensa en la mesa de registro.

Parte del desconcierto comenzó desde las 11 de la mañana, cuando la conferencia más anunciada por el Instituto de Astronomía, a cargo de Julieta Fierro, fue cancelada pocos minutos antes de empezar y ya con una sala que no admitía a un oyente más, “por causas de fuerza mayor”, explicó una oradora desde el micrófono.

¡Vámonos mejor a Universum!, fue la propuesta de algunos de los asistentes, quienes con rapidez se movieron a las inmediaciones del metro Universidad en busca de algún taxi colectivo o del Pumabús con la finalidad de trasladarse rápido al Museo de las Ciencias, sin sospechar que ahí el número de personas era aún mayor.

“¿Dónde podemos ver la transmisión en vivo de la NASA?”, preguntaban unos. “En el auditorio, pero está lleno y lo estará por un buen rato”, se les informó. “¿Y para hacer uso de los telescopios?”. “Fórmense aquí”, explicó uno de los empleados universitarios al tiempo que señalaba una larga hilera que serpenteaba desde el área de estacionamientos hasta llegar casi al Centro de Ciencias de la Complejidad, longitud que desanimó a muchos.

Sin embargo, quienes se negaron a resignarse comenzaron a formar lazos de solidaridad, al grado de que quienes traían lentes o vidrios polarizados comenzaron a prestarlos al vecino de al lado. “No nos iremos sin verlo”, decían algunos. “¿Me los pasas?”, pedían otros.

Así, poco a poco la espera en los prados de Universum se convirtió en una reunión de extraños dispuestos a conocerse, en la que unos se compartían agua, otros se disfrazaban como personajes de Star Wars para animar a la gente y los menos se ofrecían a cuidar a los cientos de niños que corrían sobre el césped o trepaban por los juegos de metal instalados frente a la Casita de las Ciencias. “

¿Qué no deberían estar en sus primeros días de clase?”. “Eso mismo me preguntaba”, era una de las pláticas que se daba en una larga fila que simplemente no avanzaba.

El arte de improvisar

Mientras, en el IA las cosas no marchaban con mayor celeridad, pues para el mediodía la fila de los telescopios ya sobrepasaba los 200 metros y los dos mil individuos, y los encargados sólo dejaban pasar a cinco individuos y, además, demoraban casi cinco minutos por grupo, aguardando a que las nubes se despejaran.

Por esta razón, algunos investigadores del IA salieron espontáneamente a dar charlas, como el doctor Pepe Franco, quien congregó a un grupo de jóvenes bajo la sombra de un árbol. “Si tenemos suerte, podremos ver entre la luz filtrada entre el follaje una reproducción en pequeño del eclipse”. Sin embargo, no hubo suerte pues un cielo gris impidió que se apreciara el fenómeno óptico.

A diferencia de en Universum que reunió a familias, en el IA lo que predominaban eran jóvenes universitarios que habían dejado sus clases para reunirse en la zona de institutos y platicaban sobre sus próximos planes y, para aligerar la espera, ponían música desde sus dispositivos móviles, como Carlos, de la Facultad de Ingeniería, quien se decía emocionado de ir a ver a U2 el 3 de octubre, en el Foro Sol.

“Y aquí le va una rola justo para hoy”, decía a sus amigos al tiempo que desde su iPhone sonaba “Staring at the Sun”, del grupo irlandés. “¡Pues lo haremos si llegamos!”, bromeó uno de sus amigos al hacer la aclaración de que apenas iban formados por el Instituto de Matemáticas, faltaban 100 metros y ya era casi de la una de la tarde.

Al preguntar a uno de los encargados de vigilar las hileras si iban a poder atender a tanta gente, éste evitó dar una respuesta, aunque consideró que el haber congregado a tantos en tan poco tiempo era una señal del éxito de este tipo de actividades. Mientras el hombre decía esto, al fondo se escuchaba a Bono cantar: “You are not the only one staring at the Sun, not the only one who’s happy to go blind”.