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Tres factores influyeron para que Otis fuera tan destructivo

Pasada la medianoche del miércoles 25 de octubre, Otis tocó tierra. Con vientos máximos que alcanzaron entre 270 y 300 kilómetros por hora, este huracán arrasó Acapulco. Las imágenes que se han difundido por redes sociales y medios dan cuenta de una catástrofe sin precedentes.

Explicar esta tragedia es una tarea en la que los meteorólogos están trabajando, pero entender lo que llevó a Otis a ser tan devastador requiere tiempo y datos.

Para el Dr. Alejandro Jaramillo Moreno del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático, hay al menos tres factores que se deben tomar en cuenta para comprender el comportamiento de Otis: el cambio climático, el fenómeno de El Niño y la “piscina cálida del Pacífico”.

Refiriéndose al cambio climático, Jaramillo Moreno expresó que este tiene cierta influencia, aunque no es el único factor.

Los océanos, siendo los mayores disipadores de calor del planeta, absorben gran parte de la radiación solar. Esta energía, que se retiene en los primeros metros, se transfiere a la atmósfera y al espacio exterior mediante evaporación. Sin embargo, el cambio climático ha alterado este equilibrio, generando un exceso de energía que los océanos no pueden absorber. Esto conlleva a consecuencias como el incremento de la temperatura oceánica, el aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos.

La relación entre huracanes y la temperatura de los océanos es directa, así que una variación en esta última puede afectar la frecuencia e intensidad de aquellos. Además, si la atmósfera está más caliente de lo normal, su capacidad para absorber agua también aumenta.

Un estudio publicado en la revista científica Nature, que evaluó los huracanes que tocaron tierra en el Atlántico Norte de 1967 a 2018, respalda esta afirmación. Según sus resultados, “cuanto más cálido es el océano, mayor es el suministro de humedad y, en consecuencia, la intensificación del huracán es más rápida”. Asimismo, indicaron que “un huracán que se desarrolla sobre océanos más cálidos decae a un ritmo más lento. Es decir, a diferencia de lo que ocurría hace cinco décadas, cuando los huracanes perdían un 75% de su fuerza durante el primer día, ahora solo se debilitan un 50%, lo que amplía su potencial de destrucción hacia el interior”.

Este año, la temperatura de los océanos registró un aumento preocupante, alcanzando un pico de 21.1ºC en abril, según la Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA). Como señalamos antes, un océano más caliente aporta más energía a los huracanes.

“Es algo que no podemos descartar (la influencia del cambio climático), pero necesitamos definir qué papel juega exactamente en estos fenómenos con más investigaciones. Sin embargo, es claro que un océano más cálido fortalece a los huracanes. Podríamos compararlo con añadir más leña al fuego”, concluyó el Dr. Jaramillo.

La influencia de El Niño

El segundo factor es la reaparición de El Niño, que tras tres años, volvió a manifestarse. El Niño es un patrón climático que produce temperaturas en la superficie del mar más cálidas que el promedio e influye en fenómenos como sequías, pérdida de bosques tropicales, incendios forestales, deshielo de casquetes polares, blanqueamiento y muerte de corales, y lluvias intensas.

Como mencionamos anteriormente, El Niño modifica la temperatura del mar, lo que incrementa la probabilidad de tifones en el océano Pacífico.

“Para comprender lo que sucedió con Otis, no podemos ignorar a El Niño. Este fenómeno ha propiciado condiciones ideales para la formación de huracanes en el océano Pacífico y ha contribuido a un aumento en los índices de calentamiento global”, señaló.

Históricamente, los huracanes más intensos y dañinos para México son aquellos originados en el Pacífico. Por ejemplo, Patricia en 2015 dejó más de 10 mil damnificados y ocasionó daños por 460 millones de dólares en Jalisco. Odile en 2014 causó estragos en Guerrero, Michoacán, Jalisco, Sinaloa y Nayarit. Y Paulina en 1997 inundó diversas áreas de Oaxaca y Guerrero.

Una piscina cálida en el Pacífico

Fuertemente ligada a El Niño, la piscina cálida en el Pacífico occidental actuó como un tercer factor en el poder destructivo de Otis. Esta masa de agua presenta temperaturas más altas en comparación con otras zonas marinas, lo que la convierte en uno de los puntos marítimos más calientes de la Tierra. Su variabilidad puede influir en el clima global o afectar áreas específicas, como los glaciares tropicales de la montaña Jaya, que están en retroceso.

Un mapa de la NOAA que muestra la extensión de la piscina cálida en el Pacífico occidental de 1900 a 1980 indica que algunas regiones de México, como Guerrero y Michoacán, ya mostraban señales de su influencia. Sin embargo, en los últimos 40 años, la piscina cálida en el Pacífico occidental duplicó su tamaño, pasando de un área de 22 millones de km² a 40 millones de km². Como resultado, las áreas identificadas en Guerrero y Michoacán también se expandieron.

Hay que prepararnos

En los últimos años, huracanes de intensificación rápida, como Otis, se han presentado de manera más frecuente, lo que ha alertado a la comunidad científica. Basta con recordar a Ian en 2022, que durante su trayecto tuvo diversos cambios de categoría, y a Michael en 2018, que pasó de ser un huracán categoría 2 a categoría 5 cuando tocó tierra en Florida.

El trabajo “Aumentos recientes en los eventos de rápida intensificación de ciclones tropicales en regiones costeras globales”, publicado en Nature, señala que es muy probable que estos huracanes sigan surgiendo y, por ende, la población en zonas costeras podría verse afectada.

Con base en las conclusiones de este estudio y observando los daños causados por Otis en Acapulco, el Dr. Jaramillo subraya la necesidad de desarrollar una educación preventiva, similar a la que se implementa para sismos.

“Tenemos que educar a las personas. Así como los habitantes de la CDMX son propensos a los sismos debido a la morfología de la zona, en Acapulco y las costas mexicanas es esencial capacitar a la gente para prevenir estos eventos. Es comprensible que no quieran abandonar sus hogares ante una situación así, pero un huracán es sumamente destructivo. Aunque no tenemos los recursos para enfrentarlo directamente, sí podemos diseñar planes de emergencia y adoptar otras medidas para minimizar el daño”, indicó.

Igualmente, enfatizó la necesidad de que los países con costas inviertan en radares meteorológicos, herramientas vitales para detectar cambios en la intensidad de los huracanes. Estos dispositivos permiten que la población pueda anticiparse a tiempo y benefician a las instituciones encargadas de responder ante estos fenómenos naturales.

“Representa un gasto considerable, pero es esencial. Si las autoridades están informadas sobre los peligros inminentes y notifican a una población preparada, se puede actuar rápidamente y tomar decisiones más acertadas. Es una labor que debe perdurar en el tiempo, pues los huracanes siempre existirán. Los gobiernos de los países vulnerables a estos fenómenos deben tomarlo en serio e incluso considerarlo como un punto clave en sus proyectos nacionales”, expresó.

Y añadió: “Lo que nos enseñó Otis es vital. En el campo de la meteorología, nos mostró que debemos estudiar a los huracanes más allá de su categoría y considerar variables como las condiciones oceánicas y la posibilidad de una intensificación rápida, entre otros aspectos. A nivel social, nos recuerda la importancia de cultivar una conciencia que minimice el impacto de estos fenómenos”.