Los habitantes de la colonia Santa María la Ribera saben que el segundo viernes de cada mes, como a eso de las siete de la noche, hay reunión en el pequeño local ubicado en el número 275 de la calle Doctor Atl, ya que ese día se realiza el Santa Slam, un encuentro de poesía oral donde 25 vecinos toman el micrófono por no más de tres minutos y declaman sus mejores versos. El tema es libre y la forma de presentar las obras también (pueden leerse, improvisarse o recitarse), pero lo que todos deben hacer “es tirar verbo para hacer barrio” y en eso no hay engaño, lo dice el eslogan mismo del evento.
Esta actividad —a cargo del Centro Transdisciplinario Poesía y Trayecto AC y el Museo Universitario del Chopo— busca llevar el arte hasta donde está la gente y hacer de esto una fiesta, y para dejar en claro que se trata de una celebración, ese día los organizadores “tiran la casa por la ventana” y levantan las dos cortinas de metal enrollable que sirven de puertas al establecimiento, preparan baguetes y café, colocan bocinas en la banqueta, pequeñas bancas dispuestas como una media luna al interior del recinto y un gran sillón rojo en la acera, pues no todos cabrán en el reducido foro donde se realiza la justa.
“Al menos esa ha sido nuestra experiencia y ya estamos listos para el siguiente evento, y es que este lugar —antes un negocio y hoy un espacio cultural autogestivo— convoca y tiene jale, al grado de que los vecinos se lo han apropiado; además de ser la sede de Poesía y Trayecto, asociación de la que soy director, también es un sitio donde se imparten talleres y se reúnen juntas de colonos para discutir los muchos problemas del barrio”, señaló el poeta Karloz Atl.
Y justo ése es el espíritu que anima a Santa Slam, el de responder a algunos de los fenómenos que afectan a una de las comunidades más antiguas de la Ciudad de México y que amenazan con desintegrarla, ya que esta fiesta de oralidad busca generar identidad colectiva y hacer un frente común a la gentrificación que expulsa a personas arraigadas desde hace mucho a la zona o al boom inmobiliario que destruye casonas históricas para erigir ahí unidades habitacionales enormes, alterando la esencia misma del barrio.
“El evento congrega a mucha gente, pero sólo permitimos que 25 tomen el micrófono, los demás son público. Algo interesante es ver quiénes participan pues, aunque algunos concursantes vienen de afuera y ya con muchas tablas, la mayoría son lugareños, como el señor Francisco, un hombre de la tercera edad a quien encontramos paseando frente al quiosco Morisco, le platicamos de qué se trataba el asunto, desempolvó sus poemas y se animó a venir”.
El Chopo, un vecino más
A decir de Karloz Atl, para los vecinos de la Santa María la Ribera el Museo del Chopo fue durante mucho tiempo un “elefante blanco” que se veía muy bonito a lo lejos con sus cúpulas francesas de hierro y al cual rara vez entraban, pese a tenerlo al lado. Por ello, el director del recinto, José Luis Pacho Paredes, ha ensayado muchas estrategias de acercamiento y quizá la más exitosa ha sido la de sacar el museo a la calle e ir tocando puerta por puerta a la voz de: estamos aquí.
“Un ejemplo es lo que están intentando con Santa Slam, que bien pudo realizarse en cualquier foro del Chopo. Sin embargo, cuando establecimos esta colaboración, el museo estuvo de acuerdo en que la mejor opción era llevarlo a cabo en este pequeño local enclavado en el corazón de la colonia por tratarse de un sitio al cual la gente acude porque quiere y muchas veces espontáneamente, sólo porque iba pasando por ahí y le gustó lo que había. Haberlo hecho allá hubiera sido caer en el vicio de muchos recintos culturales que, casi casi te dicen: ‘Te invito a comer, pero en mi casa, con mis cubiertos y bajo mis condiciones’. Eso no funciona en la lógica del barrio”.
Desde que se dio cuenta de que para integrarse a la comunidad la mejor estrategia es romper la cuarta pared e involucrarse con las personas, el museo se ha ganado un lugar entre los colonos y uno de los mejores ejemplos de esta inserción es la revista Voces, editada por la UNAM y dedicada a retratar la vida barrial, la cual se regala mediante perifoneo, es decir, deambulando por ahí y anunciándose con megáfono, como quien oferta sus productos a base de pregones.
“A los habitantes de un mismo entorno le gusta leerse, saber qué pasa con el vecino, de los edificios cercanos y de sus comercios. El museo ha entendido esto y ha estado trabajando para ganarse un sitio entre nosotros y ser uno de los nuestros. Más que encerrarse en sus galerías y oficinas, el Chopo ha comenzado a tirar barrio”.
Empoderar a la gente mediante el arte
Fue hace cuatro años cuando Karloz Atl llegó a vivir a la Santa María la Ribera y poco después estableció la sede de Poesía y Trayecto en el número 275 de la calle Doctor Atl, un pequeño establecimiento que, por estar ubicado justo frente a donde vivió el mismísimo Doctor Atl, fue bautizado como Locatl. Al preguntarle si su apellido se debe a algún parentesco con el pintor que vivía del otro lado de la acera, el joven de 29 años rio y dijo: “¡No! Este es mi nombre artístico y me lo puse yo hace mucho tiempo, cuando ni siquiera imaginaba terminar por estos lares. A veces la vida es una sumatoria de coincidencias”.
Interesado desde un principio de generar comunidad, Karloz y la poeta Cynthia Franco comenzaron a impulsar un sinfín de proyectos en la zona, como el de Petra la Radio-Bocina, una bicicleta de tamalero modificada para hacer sonar poemas al tiempo que rueda, aunque para conservar su espíritu original los versos que salen de los altavoces son de todo tipo: de chile, mole y manteca. También se ha dedicado a localizar a los vecinos que escriben para publicar sus textos, y su proyecto más reciente es impulsar los slams poéticos.
“Estos eventos nacieron en 1985, en un club de jazz de Chicago, y rápidamente ganaron popularidad alrededor del mundo. De hecho, en algunos países han llegado a ser eventos realmente masivos como en Brasil, donde tiene lugar el llamado Slam Resistência, que congrega a cientos de personas, como pasa en México cuando dos trovadores se baten en esos duelos de ingenio llamados topadas”.
Ante las comparaciones inevitables, Karloz aclaró que a diferencia de las llamadas “batallas de gallos” entabladas por los raperos, donde se insultan, denigran y se burlan hasta del color de piel, en los slams poéticos sólo hay respeto. “Aquí todos vienen sabiendo que el otro tiene mucho que decir e incluso los participantes están conscientes de que tendrán el micrófono una vez y escucharán en 24 ocasiones”.
Si le preguntan al gestor qué es lo mejor que le podría pasar a este encuentro, su respuesta es que gane tradición y arraigo; de ahí el ponerle Santa, pues este slam es muy de la María de la Ribera, pero no podemos quedarnos sólo en eso y por ello a los ganadores se les otorga una dotación de libros, una creación plástica y, quizá lo más importante, asesoría para pulir sus poemas y llevar su obra a niveles mucho más profesionales y a foros de mayor alcance, agregó.
“A fin de cuentas, eso es lo que hace el arte, empoderar a la gente y eso lo hemos constatado con personas como Lola, la madre del sonidero del barrio y a quien veíamos pasear a sus perros. Platicando con ella nos enteramos de que por las noches escribía cuentos y aquí publicamos una selección de ellos. Ella sigue caminando por las calles con sus canes, pero sabiéndose autora con obra publicada. Muchos podrán decir que su vida sigue igual, pero algo sí cambió en ella y todos lo vemos: Lola es ahora una mujer empoderada”.