La concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera determina si la Tierra está en estado invernadero o en estado de hielo, y los procesos de ruptura continental parecen contribuir a más CO2.
Antes de que los humanos comenzaran a tener un impacto en la cantidad de CO2 en el aire, esta cuestión dependía únicamente de la interacción de los procesos geológicos y biológicos, el ciclo global del carbono.
En estudio realizado por la ‘GFZ German Research Centre for Geosciences’ en Potsdam, Alemania, se muestra que la ruptura de los continentes, también conocida como ‘rifting’ contribuyó significativamente a mayores concentraciones de CO2 en la atmósfera.
La distribución de carbono en la Tierra está altamente desequilibrada: de hecho, sólo una cienmilésima parte del dióxido de carbono de la Tierra se encuentra en la atmósfera, la biosfera y los océanos con el 99,999 por ciento restante en la Tierra profunda. Sin embargo, este enorme depósito de carbono en la profundidad no está aislado de la atmósfera. Hay un intercambio constante entre el subsuelo y la superficie a lo largo de millones de años: las placas tectónicas que se hunden en el manto profundo toman grandes cantidades de carbono con ellas. Al mismo tiempo, se creía que el carbono profundo se libera debido al vulcanismo en las dorsales oceánicas en forma de CO2.
En el estudio publicado en la revista ‘Nature Geoscience’, el equipo de investigación llega a una conclusión diferente. Aunque la actividad volcánica en el fondo del suelo oceánico hace que se libere CO2, la principal entrada de CO2 desde la profundidad a la atmósfera ocurre en sistemas de grietas continentales como el Rift de África Oriental o el Rift de Eger en la República checa.
“Los sistemas de grietas se desarrollan por el estiramiento tectónico de la corteza continental, lo que puede conducir a la ruptura de placas enteras”, explica Sascha Brune, de GFZ. “El Rift de África Oriental con una longitud total de 6.000 kilómetros es el más grande del mundo, pero parece pequeño en comparación con los sistemas de grietas que se formaron hace 130 millones de años cuando el supercontinente Pangea se rompió, formando una red con una longitud total de más de 40.000 kilómetros”, agrega.
Con la ayuda de los modelos tectónicos de placas de los últimos 200 millones de años y otra evidencia geológica, los científicos han reconstruido cómo ha evolucionado la red global de rift y han podido demostrar la existencia de dos periodos principales de aumento del ‘rifting’ aproximadamente hace entre 130 y 50 millones de años. Utilizando modelos numéricos del ciclo del carbono, los autores simularon el efecto del aumento de la desgasificación de CO2 de las grietas y mostraron que ambos periodos de ruptura se correlacionaron con mayores concentraciones de CO2 en la atmósfera en ese momento.
“Las tasas globales de desgasificación de CO2 en los sistemas de rift, sin embargo, son solo una fracción de la emisión antropogénica de carbono hoy en día”, agrega Brune. “Sin embargo, representan un componente clave que falta del profundo ciclo del carbono que controla el cambio climático a largo plazo durante millones de años”, concluye.