“Me llena de emoción y orgullo la distinción que se me hace al otorgarme el Premio Nobel de la Paz 1992. Emoción personal y orgullo por mi Patria de cultura milenaria. Por los valores de la comunidad del pueblo al que pertenezco, por el amor a mi tierra, a la madre naturaleza. Quien entiende esta relación, respeta la vida y exalta la lucha que se hace por esos objetivos.
No como un galardón hacia mí en lo personal, sino como una de las conquistas más grandes de la lucha por la paz, por los derechos humanos y por los derechos de los pueblos indígenas, que a lo largo de estos 500 años han sido divididos y fragmentados y han sufrido el genocidio, la represión y la discriminación”.
Con estas palabras Rigoberta Menchú Tum, primera mujer indígena en recibir este premio, agradeció al Comité Nobel de la Paz por el reconocimiento a su trabajo a favor de los Derechos Humanos de los pueblos indígenas guatemaltecos. La Conmemoración a 25 años de la entrega del Premio Nobel de la Paz (1992), contó con la presencia de Alberto Vital, Arturo Taracena Arriola, Eduardo Ferrer MacGregor, Rubén Ruiz Guerra y la propia Rigoberta Menchú Tum.
Alberto Vital, coordinador de Humanidades, reconoció la labor de Rigoberta Menchú y el trabajo que de manera conjunta se ha realizado a través de los diversos institutos de investigación del área de humanidades y ciencias sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con la finalidad de contribuir a su importante labor en pro de las comunidades indígenas, no sólo guatemaltecas, sino latinoamericanas.
Arturo Taracena Arriola, investigador de origen guatemalteco adscrito al Centro Peninsular en Humanidades y en Ciencias Sociales (CEPHCIS), realizó una breve reseña biográfica de Menchú Tum, destacando la importancia y parteaguas que significó la publicación de su libro Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, como clave fundamental para el reconocimiento de los abusos sistemáticos por instancias gubernamentales hacia los indígenas guatemaltecos.
Rigoberta Menchú Tum, investigadora extraordinaria de la máxima casa de estudios, hizo un puntual recuento de su trabajo, los retos que enfrentó como mujer e indígena, y señaló que la obtención del Premio Nobel de la Paz contribuyó significativamente al reconocimiento de la resistencia y la dignidad de éstos pueblos, añadió “en estos 25 años pasaron cosas importantes y tuvimos que hacer una investigación de 16 años y un litigio penal de prácticamente 11 años para poder llegar a la sentencia de la masacre de la embajada de España”, esta sentencia señaló “es parte de escribir la historia para que se convierta en una forma de ver los delitos, pero también de prevenir”.
Asimismo, agradeció a las organizaciones sociales y los movimientos indígenas por permitirle ser parte de su dinámica, “hay una ruta cimentada y fundamentada que entra a beneficiar a los pueblos en los próximos 25 años”, y añadió, “este Premio Nobel está acompañado por un conjunto de guías espirituales, ellos son los que invocan al creador, al formador, los que abren el camino, los que se esmeran por estar en un altar cósmico y tratar de limpiar el camino”.
Por último, señaló que a lo largo de estos años se ha impulsado el debate sobre la educación en contextos multiculturales con el objetivo de sentar las bases de la diversidad y el combate a las fobias que producen la discriminación.
La mesa redonda “Balance y perspectivas a 10 años de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los pueblos indígenas”, estuvo a cargo de Eduardo Ferrer MacGregor, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) y vicepresidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. MacGregor manifestó a lo largo de su intervención que, si bien se ha logrado un avance sustantivo, aún falta un arduo camino por recorrer, pues en materia de Derechos Humanos, “se reconocen los derechos individuales, no son derechos colectivos, que es precisamente una esencia de los pueblos indígenas y tribales, que también hay que decirlo, ha sido motivo de protección de la Corte Interamericana”.
En Latinoamérica, señaló MacGregor, hay una población indígena que oscila entre 50 y 60 millones, agrupados en 522 pueblos, siendo Brasil con 241 pueblos el país que presenta una mayor diversidad, le siguen Colombia con 83, México con 67, Perú con 43, El Salvador con 3 y Belice 3, no obstante en México, Bolivia, Guatemala, Perú y Colombia se reúne el 87% de la población indígena de Latinoamérica. Sin embargo, los casos sentenciados por esta instancia son 221, de las cuales solo 21 sentencias conciernen a pueblos y comunidades indígenas, cifra que está muy lejos de mostrar su realidad, de ahí la importancia de trabajar en los conceptos que permitan superar las lagunas legales en la impartición de justicia.
Finalmente Rubén Ruiz Guerra, director del el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), cerró la jornada no sin antes agradecer a todos los presentes su interés sobre el tema, mismo que hace posible dar continuidad a los trabajos ya realizados en la Cátedra Extraordinaria Rigoberta Menchú Tum.
Como todos los años, desde la instauración de esta cátedra en 2014, la actividad se realizó con la participación de la Coordinación de Humanidades, el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), la Cátedra Extraordinaria Rigoberta Menchú Tum, el Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), el Instituto de Investigaciones Filológicas (IIF) y el Centro Peninsular en Humanidades y en Ciencias Sociales (CEPHCIS).