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Libros inspiran joyas en laboratorio de la UNAM

Ángel Páez, egresado de la UNAM, dirige su propio negocio de joyería de gran éxito. Su trayectoria no fue sencilla; previo a su emprendimiento, colaboró con diversos estudios y marcas reconocidas. Con esfuerzo, alcanzó su sueño. Fue en la Universidad donde se despertó su pasión y gusto por los objetos pequeños.

Cursó sus estudios en el Centro de Investigación de Diseño Industrial (CIDI), adentrándose en el laboratorio de joyería. “Crear estas piezas me llena de una satisfacción enorme; a través de objetos puedo comunicarme con el mundo y dejar mi huella”, expresa.

El Laboratorio de Joyería del Centro de Investigaciones de Diseño Industrial de la Facultad de Arquitectura de la UNAM cumple 31 años de existencia. Es un espacio donde los alumnos exploran su creatividad y elaboran objetos de pequeña escala.

“México, líder mundial en producción de plata, exige que un diseñador industrial sepa manejar, trabajar y producir con este material”, señala en entrevista Andrés Fonseca, profesor de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.

Andrés Fonseca, de origen colombiano, llegó fortuitamente a la Facultad de Arquitectura de la UNAM, donde inicialmente impartía clases de merengue. Un día, mientras preparaba una exposición de joyería, una de sus alumnas, cautivada por su trabajo, le confesó que estaba involucrada en un proyecto de investigación sobre joyería pero enfrentaba dificultades. Andrés se comprometió a asistirla después de sus clases de baile. En la primera sesión, solo asistió ella; en la segunda, se sumaron dos más, y para el quinto día, el número había crecido tanto que Andrés les preguntó sobre su procedencia. Con sorpresa, descubrió que todos eran estudiantes de Diseño Industrial.

Decidió entonces acercarse a la facultad y como resultado, lo invitaron a establecer y dirigir el renombrado laboratorio de joyería, el cual ahora acoge a estudiantes nacionales y extranjeros de intercambio.

Tras formarse en la Universidad de Colombia, Fonseca continuó su educación en una escuela de joyería en España y luego en la Academia de Artes de Múnich, Alemania, de donde proviene su conocimiento en la materia.

Creatividad al máximo

Cada semestre, los estudiantes compiten por un lugar en este laboratorio, distinguido por su creatividad y excelente ambiente. Pese a contar solo con capacidad para 10 alumnos, terminan aceptando a más de 20, dispuestos a trabajar en un espacio reducido.

En cada periodo semestral, se empeñan en concretar una idea innovadora. Este último, la inspiración surgió de la lectura de un libro; las imágenes de sus páginas fueron el punto de partida para el diseño de una pieza de joyería. La meta del profesor consistió en motivar a los estudiantes a usar la biblioteca como fuente de inspiración. Se busca impulsarlos a dar un salto creativo para inventar y asimilar técnicas elementales del diseño de joyería. “A todos nos ocurre que, al ir a la playa o al campo, encontramos un objeto que nos atrae y, a partir de esa idea, creamos algo”.

Inicialmente, los estudiantes redactan un breve texto descriptivo, algo muy humanizado para luego proceder al dibujo del objeto y su modelado en plastilina, lo que les permite comprender su forma tridimensionalmente.

Una vez entendido el objeto, lo trasladan a una réplica en cera de tamaño real, que es uno de los métodos de repetición de joyería más usados en el mundo.

A través de este proceso, aprenden a moldear manualmente la pieza antes de fundirla en metal, como la plata. Dado que los costos pueden ser elevados, a menudo utilizan aleaciones más accesibles, como latón o una combinación de cobre con zinc. Los estudiantes colaboran en la compra de los materiales y posteriormente los distribuyen para sus respectivas creaciones.

Las experiencias

Eduardo Graue, quien lleva 15 años impartiendo clases en este laboratorio, se formó en Artesanías en la Escuela de Bellas Artes y se integró al laboratorio para realizar su servicio social; desde entonces, ha permanecido allí. Le resulta muy estimulante vivir distintas experiencias académicas con los alumnos, quienes aportan una gran creatividad. “En un espacio limitado se pueden alcanzar muchos logros; la clave es fundir el metal y transformarlo. Uno aprende muchísimo con ellos”, afirma.

Melissa Ramos, estudiante de Diseño Industrial, ha tenido siempre un interés en la joyería y desde su tercer semestre se sintió atraída por este laboratorio. Ahora, en su noveno semestre, está encantada con las actividades que se desarrollan allí. Su creación fue inspirada por las flores de una página del libro asignado y las fusionó con el plumaje de un ave. La pieza debe ser de tamaño moderado y discreta, ya que se destinará a una cadena.

Jorge Coronel, también de Diseño Industrial, se incorporó al laboratorio movido por su afición a la moda. Después de experimentar en talleres de calzado y vestuario, se decantó por la joyería. Inspirado en un libro acerca del pintor ruso Kandinski, decidió explorar la calidez de las formas. Reflexionó: “¿Cómo es una forma cálida o fría?”. De estas reflexiones, buscó plasmarlo en una pieza, contemplando unos aretes o anillos. En el futuro, aspira a emprender y establecer su propia marca con los conocimientos adquiridos en la Facultad.

Por otro lado, Samuel Campo, estudiante de intercambio de la Universidad Industrial de Santander, Colombia, se enorgullece de estudiar en la UNAM, reconocida internacionalmente. Todo lo que había oído sobre esta excepcional universidad pública y sin costo es cierto. Además, el campus es hermoso y está declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Proveniente de una familia de diseñadores industriales, con un tío diseñador de joyas en Colombia, eligió este taller, que ha superado todas sus expectativas. En el futuro, desea dedicarse al ámbito de la moda y crear su propia empresa. Inspirado en un texto sobre Alexander, un diseñador italiano, Samuel ideó una fusión de sacacorchos que representa una dualidad entre lo femenino y lo masculino.

Gabriela Toral, estudiante de arquitectura de la Universidad de São Paulo, Brasil, se ha enamorado de la arquitectura maya. Considera esta experiencia como algo increíble que le ha permitido conocer gente de diversas procedencias. Está trabajando en una pieza que aúna la imagen de un niño llorando con helados, ya que estos últimos son de su agrado.

Ideas destacadas

  1. Ángel Páez, un exitoso empresario y egresado de la UNAM, ejemplifica cómo la pasión despertada en la universidad puede convertirse en un emprendimiento fructífero.
  2. El Laboratorio de Joyería del CIDI en la UNAM celebra más de tres décadas fomentando la creatividad y la manufactura de joyas entre los estudiantes.
  3. Andrés Fonseca, destacado por su trayectoria internacional, vincula su llegada a la UNAM con la oportunidad de dirigir el laboratorio de joyería, atrayendo a estudiantes de diseño industrial.
  4. La metodología de enseñanza en el laboratorio de joyería incluye la inspiración literaria, modelado en plastilina y réplicas en cera, técnicas que preparan a los alumnos para la producción de joyas en metales preciosos.
  5. A pesar de las limitaciones de espacio, el laboratorio de joyería de la UNAM sobrepasa su capacidad por la alta demanda de estudiantes deseosos de aprender sobre el diseño y la fabricación de joyas.
  6. Eduardo Graue, con 15 años de docencia en el laboratorio, resalta la importancia de la transformación del metal y el aprendizaje mutuo entre profesores y alumnos en un espacio colaborativo.
  7. Estudiantes como Melissa Ramos y Jorge Coronel ilustran la diversidad de inspiraciones y aspiraciones que conviven en el laboratorio, desde la naturaleza hasta la moda y el arte.
  8. La experiencia internacional se refleja en la participación de estudiantes de intercambio como Samuel Campo y Gabriela Toral, quienes encuentran en el laboratorio de la UNAM un espacio de convergencia cultural y académica.