Lo vivido en la infancia y la relación con los padres afecta en la etapa adulta, señala Carmen Gabriela Ruiz Serrano, académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social.
El apego es aquella relación vincular de progenitores y sus descendientes, da el sostenimiento emocional que permite la seguridad en sí mismo. Existen dos tipos: el seguro e inseguro.
El primero tiene que ver con la confianza, cuidado, atención a las necesidades, y el segundo implica abandono por parte del adulto, no hay respuesta a las necesidades del niño, hay violencia.
El maltrato ejercido en la infancia puede ser físico, psicológico, sexual, negligencia y hasta la omisión de cuidados. Esto transgrede la estabilidad emocional del niño, genera inseguridad, lo cual lleva a comportarse de una manera defensiva.
Las secuelas del maltrato no son temporales y se trasladan a la vida adulta en el aspecto familiar, social y emocional.