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Primates, clave para entender desarrollo de la inteligencia humana

Es probable que la inteligencia humana y lo que viene aparejado con ella, como nuestra capacidad para el lenguaje, hacer ciencia o mentir, sean resultado de la incertidumbre experimentada por nuestros ancestros evolutivos al intentar sobrevivir en sociedades cada vez más complejas, indicó el profesor Gabriel Ramos Fernández, del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) de la UNAM.

A fin de arrojar luz sobre este tema, el biólogo —junto con un equipo internacional y multidisciplinario— estudió durante tres años cómo los chimpancés, monos araña y geladas establecen alianzas y forman subgrupos al interior de sus comunidades, lo que hace que ciertos individuos sean asimilados y otros excluidos. La investigación se publicó hace unos días en la revista Proceedings B, de la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural .

¿Pero por qué indagar en el comportamiento de estos primates? “Elegimos dichas especies por ser las más inteligentes de sus respectivos géneros taxonómicos y porque exhiben una propensión a fisionarse (formar subgrupos dentro del colectivo) o fusionarse (forjar alianzas entre subgrupos). Delfines y elefantes practican algo parecido, aunque como deseamos hacer inferencias sobre lo humano, optamos por animales muchos más cercanos a nosotros”.

Planteado desde el terreno de las ciencias de la complejidad —las cuales buscan entender las estructuras surgidas de las interacciones entre los elementos de cualquier sistema—, en este trabajo colaboraron biólogos, físicos y antropólogos, quienes desde México y Uganda y Etiopía enviaron sus observaciones con miras a calcular la complejidad social de los chimpancés, monos araña y geladas.

“Para ello medimos la entropía a partir de la variabilidad de los subgrupos en cuanto a composición; con esto en mente creamos un algoritmo en R (lenguaje de programación enfocado al análisis estadístico), cuyo código compartimos en la publicación”.

La manada de geladas escrutada se halla en el Parque Nacional de Simen, de Etiopía; la de chimpancés habita en el bosque de Budongo, en Uganda, y la de monos araña está en el Área de Protección de Flora y Fauna Otoch Ma ax Yetel Kooh, en la península de Yucatán. “En todos los casos se monitoreó a cada individuo para ver cómo se integraba o quedaba fuera de un subgrupo. Era crucial no dejar fuera a ninguno para entender a cabalidad estos procesos”.

Valiéndose de este método, los científicos determinaron que mientras las dos últimas especies poseen una complejidad social alta en razón de los altos niveles de fisión y fusión de sus miembros, los geladas forman conjuntos muy estables formados por harems en cuyo centro hay un macho con muchas hembras, estructura un tanto inamovible.

“En contraste, chimpancés y monos arañas se parecen más a los humanos en cuanto a su complejidad social, pues tienden a agruparse de forma poco predecible (o más entrópica), o lo que es lo mismo, su dinámica de fisión-fusión es fluida y los individuos entran, salen y se mezclan en subgrupos de casi de toda forma imaginable”.

Por esto, ambas especies experimentan mayores dificultades al determinar quiénes son sus aliados y quiénes no, y ello les genera incertidumbre. A fin de lidiar con ello y aminorar sus inseguridades, estos mamíferos han desarrollado estrategias que, según Gabriel Ramos, son un indicio de por qué somos así los homo sapiens.

Ecce homo

“Supongamos que soy un primate que no sabe si fiarse de ciertos compañeros, así que para sobrevivir debo intuir qué pasa por la cabeza de mis semejantes. Es muy factible que éste sea el origen de características tan humanas como nuestro potencial para abstraer, establecer relaciones entre dos o más elementos (transitividad) o atribuir pensamientos e intenciones a los demás (teoría de la mente)”.

Si comprendo el concepto de amistad y anticipo cómo se comportará un amigo o un extraño, llevo a cabo un proceso de abstracción; esta capacidad nos resultó esencial para crear el lenguaje o hacer ciencia. Si me hace eco la lógica de las jerarquías y sé que el individuo uno está por encima del dos, y que este último se impone al tres, inferiré que, inevitablemente, el primero dominará al tercero: a esto se le llama transitividad y es el germen de las matemáticas, detalló. 

“Por último, la llamada teoría de la mente explica nuestra habilidad para ponernos en los zapatos del otro y anticipar sus pensamientos y sentires. Esto nos permite elegir qué comunicamos a fin de informar, engañar, mentir o manipular, según nos convenga”.

A medida que el mundo social se complejizó estas destrezas se fueron perfeccionando; por ello, el académico consideró relevante generar métricas para contrastar dichas capacidades en distintos animales, pues el enfoque comparativo permite hurgar en los orígenes de algo cuando ya no restan ancestros vivos, pero se conocen las ramas del árbol evolutivo. Así, a través de las discrepancias, es posible definir los procesos por los cuales las especies fueron divergiendo y diferenciándose, y determinar en qué momento surgieron ciertas características y desparecieron otras.

La incertidumbre de vivir en colectivo nos impele a predecir el comportamiento del otro y muchas de nuestras conductas se encaminan a ello, como saludar de beso. En este caso, si la otra persona acepta gustosa el gesto, sabemos que no representa una amenaza; por el contrario, si ésta es fría, elusiva o rechaza el contacto, por mero instinto nos pondremos a la defensiva. Esto es un ejemplo de cómo nuestras interacciones, incluso a nivel inconsciente, son un intento de anticiparnos a cómo actuarán los demás, expuso.

“Aquellos individuos sometidos a una entropía social elevada suelen hacer más cálculos y dedicar mayor esfuerzo a adivinar las intenciones de sus semejantes. Observamos este fenómeno en chimpancés y monos arañas y creemos algo similar pasó con nuestros ancestros, a tal grado que tanta incertidumbre acumulada, con el correr del tiempo, nos fue conformando como humanos”.

Un estudio con múltiples aplicaciones

Este proyecto nació un 20 de octubre de 2015 en Valladolid, Yucatán, cuando los doctores Filippo Aureli y Colleen Schaffner impartieron el taller Fission-Fusion Dynamics and Behavioral Flexibility, con el objetivo de desarrollar métricas de fisión-fusión para comparar especies. Fue ahí donde se planteó la viabilidad de usar la entropía a fin de medir de variabilidad en la composición de los subgrupos.

Tres años más tarde, el resultado es este artículo y un algoritmo que permite realizar dichos cálculos, y si bien esta indagatoria esclarece algunos aspectos de la evolución del homo sapiens y hace visibles ciertos andamiajes sociales, para el investigador del IIMAS el objetivo es ofrecer una medida estándar que permita evaluar cualquier conjunto de datos dondequiera que haya una subagrupación.

“Pensemos, por ejemplo, en una compañía cuyos empleados forman grupos de trabajo que a veces comparten información con otros equipos. A fin de optimizar la colaboración es conveniente aplicar una métrica como ésta y establecer la variabilidad en la composición de estos equipos para lograr flujos cada vez mayores”.

A decir de Gabriel Ramos, con la publicación del artículo en la revista Proceedings B se cierra una fase y se inauguran otras, pues las aplicaciones de esta investigación son muchas. Por esta razón, en las apostillas del texto se incluye el código usado para analizar datos. 

“Esta herramienta trasciende las dinámicas de fisión-fusión o el estudiar animales; por eso la pusimos al alcance de cualquiera. A fin de cuentas, es tarea de todos el ir expandiendo horizontes”.